OPINIÓN

Introducción a la obra poética de Roy Barreras

Se ganó un puesto en la poesía colombiana, así fuera por recomendaciones.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
11 de mayo de 2013

Acepté escribir el presente prólogo del segundo libro de poemas del senador Barreras porque adentrarse en la obra de Roy Leonardo es retomar ese universo sensual, húmedo, que conocimos en su novela erótica Polvo eres: aquella obra autobiográfica en la que, con gran honradez intelectual, el autor dejaba entrever que su
vida íntima ha estado inspirada en su carrera política, famosa por aceitar la maquinaria, cambiar de posición y echar paja.

Su salto a la poesía sucedió con el poemario Que la paz sea contigo, en el que veíamos a un Roy influido en su vigor lírico por las más hondas voces de la poesía colombiana, como la de doña Amparo Canal, la grácil poetisa que hizo del organismo de Julio César Turbay todo un universo poético. Que la paz sea contigo era una obra en verso libre; libre como el viento, sí; libre como un parapolítico; libre, en fin, como una versión ante fiscales. “Quiero ser el loro”, afirma en un verso, y a fuerza de tesón hoy lo ha logrado.  “Un ladrillo hace falta”, señala en otro poema, y él mismo, con el poema, aporta ese ladrillo.

Podríamos decir que esta primera manifestación lírica del bardo de La U es una sensible expresión en contra de la guerra: esa guerra a la que nos llevaron aquellos políticos que hicieron de la salud un fortín burocrático, y quienes convirtieron el ejercicio de la política en un vulgar negocio de puestos y de manzanilla. Roy lo denuncia. Con su vida misma. Aunque en clave de parodia: apropiándose de ese papel y exagerándolo hasta el paroxismo, para que podamos ver en su reflejo deformado la realidad que nos agobia.

Pero vale decir que en ese primer libro su obra se encontraba en evolución; y que donde en verdad aflora ese poeta llamado Roy Leonardo Barreras Montealegre es en esta amalgama de poemas inéditos, que hoy se publican con el patrocinio de Lacoste, y que serán presentados en la próxima feria del libro por el presidente Santos en paños menores. 

Acá hay un Roy diferente, un Roy maduro. En su verso: “Soy liberal de raca mandaca” sienta los principios básicos de su doctrina política; lo mismo sucede en su poema Soy de Cambio Radical hasta que muera, al igual que en su ya famosa Oda al Partido de la U, mi gran partido. Roy y su constante búsqueda: busca una voz, busca una identidad. Busca un partido. Busca un puesto para el cuñado, para el consuegro. Busca ubicar a la esposa. 

En este estudio de su obra queremos destacar la riqueza del recurso poético puesto de manifiesto en la Primera oda a Álvaro Uribe, fechada en el año 2004, que reza: “A vos te debo lo que soy/ Siempre he sido y seré todo uribista/ consiente, pues, con puestos a mi lista/ que si alguien será fiel, ese es tu Roy”. O, incluso, en su Primera oda a Juan Manuel Santos, fechada en el año 2010, que dice: “A ti te debo lo que soy/ Siempre he sido y seré todo santista/ consiente, pues, con puestos a mi lista/ que si alguien será fiel, ese es tu Roy”. 

Ahora bien: hay, también, un Roy erótico; un Roy que se sabe carne y deseo, como en el ardiente Poema a mi Angelino cuando dice: “Tócame todo, amor, dame un buen vino/; alquílame una pieza y camionetas;/ mira que soy experto en volteretas/ y aún tengo desgonzado el Angelino”. 

Sin embargo, los grandes poetas son suma de tensiones, de contradicciones que se catalizan a través de la mano redentora de la poesía. De ahí que el bardo haya saltado de la exaltación varonil a toda negación de amor homosexual, como en su Hai ku: “Una mañana me volteo/ por pactos con la iglesia cristiana/ Atardece”. O aun en sus Coplas por el nombramiento de mi esposa, cuando clama: “Eres mi teja, amor, mi fiel tamal/ mis votos de placer, mi urna de amor: / te haré nombrar por el procurador/ pues te amo como a nómina oficial”.

Pero hay, también, un Roy padre; un Roy moral que hace oportunas recomendaciones a su vástago. Así, en el poema Concejo para mi hijo: “No te fijes en pompas ni en canciones;/ la vida es un asunto de actitud; / no manejes ni puertos ni pensiones;/ pues nada sirve más que la salud” . 

Y es justamente ahí, en la salud, donde Roy encuentra su temática mayor, como en el Madrigal a una EPS cuando advierte: “No miraré con culpa el ataúd/ pues la Corte me exime;/  pediré para mí y para Karime/ diez cuotas, quizás más, en SolSalud”. 

Roy Leonardo Barreras y Quevedo se ganó un puesto en la poesía colombiana, así lo haya obtenido a fuerza de recomendaciones. Y como prueba final de su talento, transcribo su soneto más famoso:

SONETO DE AMOR

Me llamo Roy Leonardo, Roy Barreras;
Patrono del vaivén; de la ley, mula;
Vela que arrima al Santos que hoy adula,
Como antes era Uribe o el que fuera.
Me llamo Roy Barreras, y te quiero;
Sueño sorberte entera, parte a parte;
Pasearme por tus nidos, penetrarte
Vestido de reptil, aunque con fuero.
Decir Roy es decir amor e incestos,
Es pedir primaveras y más puestos,
Según Verdad Abierta punto com.
Y es verdad, no lo niego, soy converso;
Pero te amo y deseo, verso  a verso, 
Y quiero hacerte mía, Caprecom. 

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