OPINIÓN

El principio del fin del conflicto armado en Colombia

No hay una receta mágica para lograr que las FARC se reintegren a la vida civil.

Semana.Com
19 de febrero de 2015

Terminar un conflicto armado no es nada fácil. En la experiencia internacional, es más que usual que los acuerdos de paz enfrenten serios problemas para consolidarse y que la violencia retorne. Y en Colombia las circunstancias parecen poco favorables. La incidencia del narcotráfico y del crimen organizado ciertamente pesa y la enorme degradación del conflicto hace que ni el estado ni las guerrillas sean actores completamente legítimos en los territorios. Para muchos, la polémica y superficial desmovilización de los paramilitares es un anticipo de lo que podría ocurrir. Sin embargo, hay razones para cuestionar ese escepticismo.

Las FARC tienen control sustancial sobre sus fuerzas y sus jefes tienen incentivos muy diferentes a los de los paramilitares. Si éstos negociaron con el fin de proteger su estatus y las riquezas acumuladas, los jefes de las FARC negocian principalmente para convertirse en actores políticos.

Para que este proyecto sea viable, las FARC tienen que demostrar que efectivamente dejan las armas y ayudan a reducir la violencia. La emergencia de disidencias comparables a las BACRIM dejaría sin piso el argumento de los líderes políticos de las FARC sobre que el crimen organizado solo ha sido instrumental para financiar su insurgencia, pero nunca su razón de ser.

No hay una receta mágica para lograr que las FARC se reintegren a la vida civil. El conjunto de los acuerdos de La Habana tiene que garantizar que tanto las FARC como el gobierno y la sociedad colombiana puedan confiar en que cada uno cumpla con los compromisos que se asuman. Pero hay tres elementos claves para estabilizar el período inmediatamente posterior a la firma de los acuerdos, que será particularmente vulnerable y frágil.

En primer lugar, se requiere el apoyo y la participación activa y amplia de la comunidad internacional, especialmente de los países y organizaciones que han apoyado el proceso y de otros que también cuenten con experiencia en el manejo de situaciones de posconflicto. Esto debería incluir la presencia en Colombia de una misión internacional para monitorear y verificar un futuro cese de fuego bilateral y el desarme de las FARC.

Si bien los monitores tienen que tener un alto conocimiento militar, la misión debería ser liderada por civiles. Los actores internacionales amigos del proceso de paz también pueden ayudar a destrabar los inevitables desencuentros en la implementación de los acuerdos.

En segundo lugar, desescalar el conflicto. El cese de fuego de las FARC ya es un avance importante. Pero a estas alturas enfrenta dos desafíos. Por un lado, sigue siendo vulnerable a las acciones de sabotaje de ambos lados, y en una guerra irregular, siempre pueden pasar cosas inesperadas. Por otro, siendo un compromiso unilateral de las FARC, no implica a los militares en la dinámica del desescalamiento. Solo una dinámica bilateral puede reducir la desconfianza entre las partes y crear las condiciones para un cese de fuego definitivo que sea exitoso.

Este desescalamiento podría incluir gestos como poner fin a la instalación de minas antipersonales, así como la restricción de algunas acciones ofensivas contra las FARC para luego desembocar en treguas experimentales durante la ultima etapa de las negociaciones. El reciente anuncio de las FARC de no reclutar menores de 17 años es un paso en la misma dirección, aún cuando hace falta mucho más.

En tercer lugar, es urgente vincular al ELN a las conversaciones de paz. Preocupa que la fase exploratoria no haya siquiera concluido, a pesar de que la ventana abierta por la negociaciones de La Habana empieza a cerrarse lentamente. Ambas partes deberían explorar como pueden aprovechar el contexto del desescalamiento para impulsar la adopción de medidas para fomentar la confianza, incluyendo dentro de ellas el fin de la práctica del secuestro por parte del ELN.

Ninguna de estas medidas es por sí misma una garantía de éxito y la terminación del conflicto será probablemente un proceso con avances e inevitables retrocesos. Pero Colombia no está condenada a repetir la experiencia paramilitar. A pesar del escepticismo y la incredulidad, las negociaciones actuales son una gran oportunidad para un proceso de dejación de armas y reintegración que resulte exitoso. De concretarse una paz sólida, las ganancias no solo serían para Colombia, sino para toda la comunidad internacional.

* Presidente de International Crisis Group