OPINIÓN
Jimbusu Kidi: “Colibrí bonito”
Las columnas de opinión son útiles, entre otras, para establecer diálogos con lectores interesados en desarrollar ideas y propuestas. El diálogo contribuye a romper el hielo entre culturas urbanas y los mundos rurales, afros e indígenas, donde está llegando la información globalizada. Es muy significativo entender la forma cómo comunidades rurales se relacionan con su territorio, con los espíritus presentes en la naturaleza y cómo se mantiene la identidad a través del lenguaje. Es en este diálogo de saberes y cosmovisiones que la agenda política se torna más interesante, más realista, más respetuosa de la diversidad de culturas presentes en el país.
Es hora de que el posconflicto abra espacios para un Congreso más amplio, más representativo de la diversidad regional y ambiental del trópico colombiano. Enhorabuena el adiós a muchos políticos desgastados en su profesión de parlamentarios a vida.
Juvenal Arrieta, un politólogo embera chami, miembro de la Onic y residente de un resguardo ubicado en la vertiente occidental de la cordillera entre Antioquia y Chocó, es uno de los lectores que ha expresado interés en ampliar el diálogo. Su nombre embera es Jimbusu Kidi, el cual no puede figurar en su cédula de ciudadanía pues la Registraduria Nacional no lo admitió.
El encuentro con Juvenal es significativo pues plantea llevar propuestas ambientales en su plataforma de campaña y busca ser elegido en la lista indígena a la Cámara de Representantes, por la Jurisdicción Especial por el partido Mais.
En un país donde unas 300.000 personas pertenecen a la Nación Embera, distribuidas en cinco grupos, embera chamí, embera dobida, embera eyabida, embera katío y eperara siapidara, muchos están ubicados en la región occidental del país. También hay emberas en Panamá, Ecuador, Honduras y Venezuela. Su origen cosmogónico está referido en los relatos del mito de Karagabi y Tutruika, los primeros emberas que llegaron al mundo. La mayoría son bilingües y trilingües, siguen conservando su cultura y enseñando la lengua a los niños. Saben que Jimbusu Kidi quiere decir en español: Colibrí bonito, equilibrador de la belleza.
El colibrí tiene gran significado en el mundo embera chamí, donde existen muchos seres y espíritus que habitan el territorio con ellos, hacen parte de su historia y ayudan a mantener el equilibrio material y espiritual de su existencia. Al vivir en comunidad tienen formas propias de gobernanza y de ejercer justicia, usando también los derechos y las leyes que los no indígenas han escrito a favor de los emberas y de otros grupos. Esto permite ser parte del país y ser embera. A las mujeres les gusta verse y sentirse bien con ellas mismas, les agradan los colores alegres que usan en sus vestidos y parumas, al igual que en sus aretes, collares y manillas que tejen con chaquiras. Con plantas y flores las mujeres hacen coronas y perfumes para usarlos en ocasiones especiales, el kipará (pintura corporal) sigue simbolizando su vestido espiritual que protege, arropa con el calor de la propia cultura. En el mundo indígena, la pluma de un colibrí también se usa para seducir a una mujer. El solo roce de la pluma en el rostro de una mujer significa un gesto de amor, para expresar el ‘quereme‘. Estas palabras vienen de mujeres embera chamí, que habitan en el Resguardo Honduras en el Caquetá. Sus creencias se extienden a comunidades que había en 6 de los 32 departamentos de Colombia.
La Nación embera constituye un gran electorado que quiere mantener su identidad, conservar la biodiversidad de sus territorios, su cosmogonía y vida comunitaria en armonía. Han sufrido las tragedias del conflicto con proyectos como la represa de Urrá, la minería ilegal, la deforestación para cultivos de uso ilícito y muchas intrusiones del paramilitarismo, la guerrilla y el desarrollo depredador de las multinacionales con licencia ambiental.
Muy pocos Kapunia (blancos) y jóvenes urbanos educados saben sobre la cultura embera, los desplazamientos, masacres, colonización de tierras ancestrales y tristezas por los cuales han tenido que pasar muchas comunidades indígenas. La desinformación sobre la riqueza cultural y los saberes ancestrales que abundan en la Nación embera, son parte de un sistema educativo sesgado por valores influenciados por la colonización española, que cercenó la existencia de los pueblos indígenas y los discriminó de la historia oficial. Esto se refleja hoy, en la era del posconflicto, en la indiferencia ante la diversidad lingüística del país, y sobre todo, ante un modelo de desarrollo nacional que poco respeta la relación de los pueblos indígenas como parte del mundo natural.
Juvenal Arrieta, alumno del gran lingüista Kuna profesor PHD de la Universidad de Antioquia y exrepresentante de los pueblos indígenas en el Consejo Nacional de Planeación, Abadio Green Stossel, está pensando en propuestas para que los indios y los blancos sean electores de una lista conformada por indígenas miembros de la ONIC, por el partido Maíz, para Senado y Cámara. Recuerda que existieron procesos de negociación desde la época de la Conquista, entre pueblos indígenas y colonizadores españoles. En el año 1.600, un valiente Embera llamado Ki-ru-bi – Da, logró un acuerdo de no agresión en el Baudo- Nudo de Paramillo, para frenar la violencia de los españoles contra los indios en esa región. El castigo de la muerte por no querer creer en los dogmas del conquistador, llevó también a que los indígenas aplicaran la violencia con la cual estaban siendo sometidos. Así se ha repetido la historia de violencia en esos territorios ancestrales.
Hoy se trata de adelantar una plataforma propositiva con base en el respeto a las diferencias de pensamiento y formas de reincorporación al país, haciendo realidad propuestas de transición energética y de ecourbanismo en zonas no interconectadas, integrando intereses de varios actores: comunidades indígenas, territorios negros, colonos campesinos, excombatientes y hacendados. Con todos ellos se deben hacer valer los compromisos internacionales de Colombia en los ODS y en el Acuerdo de Paris, aterrizando la diplomacia a la realidad concreta del campo.
En estos meses en que tantos líderes sociales y ambientales han sido asesinados, vale la ocasión recordar al Embera que peleó por la defensa del territorio ante la construcción de la represa de Urra en 1984. Kimy Perniá Domicó fue vilmente asesinado por paramilitares en el 2002 por proteger su cultura. En el libro “Adiós Rio” de Cesar Rodríguez y Natalia Orduz, publicado en el 2012, se da buena cuenta de los conflictos socio-ambientales generados por la represa de Urra en territorio Embera. Reviviendo los recuerdos de las décadas de discusión previa a la construcción de la represa, este líder sentenciaría en una conferencia en Bogotá en 1999: “Desde hace casi 40 años se viene hablando de Urrá pero en el sector eléctrico no se hablaba de los Emberas. “Era como si no existiéramos. Los ingenieros pasaban por nuestros tambos, por el territorio de nuestra propiedad, pero nunca escribieron que fuéramos personas con derechos. Servíamos para la foto. “
En cabeza de Margarita Marino de Botero, el Inderena fue la primera autoridad estatal en advertir la presencia y los posibles impactos del proyecto sobre el pueblo indígena embera katío del Alto Sinú. Se cuestionó el proyecto desde el punto de vista ambiental, enumerando ocho alteraciones graves de las condiciones naturales de la región. La última se refería a la pérdida de territorio ancestral de la comunidad Embera Katío, previendo un “desastre ambiental”. El tiempo le dio la razón. La declaratoria de inviabilidad ambiental del proyecto hidroeléctrico del Inderena y la insistencia de los congresistas de la costa en la necesidad de regulación de las corrientes del río Sinú se tradujo en un ‘Plan de Expansión del Sector Eléctrico‘ del Gobierno nacional para 1986-1990.
Ahora, jóvenes como Juvenal Arrieta reviven estas memorias. Se abre la posibilidad de tener una dirigencia indígena que represente los intereses de conservación de culturas ancestrales en el Congreso, contribuyendo a la transición civilizatoria, con otra forma de asumir el desarrollo del mundo rural, en la línea de la Reforma Rural Integral, como lo soñaría Jimbusu Kidi, o colibrí bonito, equilibrador de la naturaleza.