OPINIÓN
La absolución de Trump
Que Trump siga de presidente dice mucho del sistema estadounidense: no está hecho para remover presidentes.
Donde hay humo, hay fuego. O eso pensaban los detractores del presidente Donald Trump. Esperaban con alta expectativa los resultados del informe del fiscal especial, Bob Mueller, sobre la participación del Gobierno ruso en la campaña presidencial de 2016. Estaban seguros de que la investigación iba a ser tan contundente que no quedaría duda del involucramiento ruso. Y era obvio que el candidato pro-Moscú era Donald Trump.
La evidencia era clara y abrumadora. El mismo fiscal lo dijo en su introducción: “El Gobierno ruso interfirió en las elecciones presidenciales de 2016 de manera contundente y sistemática”.
Y durante el año electoral de 2016, en particular desde julio, la campaña de Trump hizo todo para aprovechar los esfuerzos rusos. El 27 de julio, Trump dijo que esperaba que Rusia “encontrara los 30.000 correos electrónicos (de su rival Hillary Clinton) perdidos”. A las pocas horas hubo actividad de los rusos contra el equipo de Hillary, con el fin de conseguir ese material.
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El 7 de octubre de 2016, The Washington Post publicó en su página de internet el audio y el video de Trump en Access Hollywood. Allí, Trump dijo unas cosas muy problemáticas sobre su relación con las mujeres. Fue tan grave que muchos republicanos tomaron distancia con el candidato. Incluso, algunos sugirieron la renuncia de Trump y que dejara a Mike Pence. Apenas una hora después de la difusión del video, WikiLeaks empezó a divulgar los correos electrónicos de John Podesta, gerente de campaña de Hillary Clinton, robados por la inteligencia rusa.
Que Trump siga de presidente dice mucho del sistema estadounidense: no está hecho para remover presidentes.
Lo de Podesta no apagó el fuego desatado por Access Hollywood, pero abrió un nuevo frente de batalla. Los rusos ayudaban a crearles problemas a los demócratas.
Esos dos incidentes no fueron suficientes para acusar a la campaña de Trump de colaborar con agentes extranjeros. La Fiscalía encontró indicios, mas no pruebas. Y ese resultado lo publicitó Trump. Temía que su victoria en las elecciones fuera manchada y no se reconociera un “extraordinario triunfo”.
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Esta preocupación de Trump ha sido la explicación de por qué todas sus actuaciones fueron encaminadas a alejar su Gobierno de Moscú. En la etapa de la transición, su futuro asesor de seguridad nacional Michael Flynn habló con el embajador ruso para convencerlo de no hacer retaliaciones cuando el presidente Barack Obama impuso sanciones. El mensaje era sencillo: la administración Trump sería más flexible. Pero al conocerse el contenido de la llamada, Trump no tuvo reparos para decir que no sabía. Que Flynn actuaba solo. Y aceptó la renuncia de su asesor. Al día siguiente –14 de febrero de 2017–, Trump le comentó a un consultor externo que “ya que despedimos a Flynn, la cosa de Rusia ha muerto”. Estaba equivocado.
Durante los meses subsiguientes, Trump trató de que la CIA, la agencia de seguridad nacional y la inteligencia de la defensa dijeran que él no era responsable en el caso de Rusia. Intentó lo mismo con James Comey, el entonces director del FBI, quien no aceptó. En mayo de 2017 lo despidió. Trump alegó que lo de Rusia era una “cosa inventada”. Tampoco le funcionó. Se nombró entonces a un fiscal especial.
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En julio de 2017, se conoció la reunión rusa con el equipo de Trump de junio de 2016. Se especuló que fuera un encuentro de amigos. Fue un fracaso.
Tres veces el presidente insinuó a su abogado que saliera del fiscal. El abogado no hizo caso. No fue el único. El informe narra repetidos casos en los que personas ignoran la orden del presidente. Curiosamente, esto es lo que evitó que Trump quedara implicado; había hecho el intento, pero no fue consumado el delito.
Que Trump siga de presidente dos años después dice mucho del sistema estadounidense: no está hecho para remover presidentes. Por algo solo uno ha dimitido (Richard Nixon), y eran otras épocas. Hoy, no hay el primer republicano del Congreso que votaría por el impeachment. Sin apoyo bipartidista, no hay manera. La demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara, ya lo descartó. Y todos reconocen el manejo de medios de Donald Trump.
Hace un mes, el fiscal general presentó el informe de cuatro páginas que alegaba reunir los puntos fundamentales de la acusación. En este se dijo que Trump había sido absuelto. El informe no fue muy exacto, pero nunca importó. Trump ya tenía su tuit.