OPINIÓN

La renovación de los delfines

En la U, por ejemplo, debería ser elegido Tomás Uribe como jefe de ese Partido fundado por su papi. Y como jefe del Partido Conservador, Santiago Pastrana, el hijo del expresidente Andrés Pastrana, quien a su vez es hijo del expresidente Misael Pastrana.

María Jimena Duzán
17 de diciembre de 2011

Uno puede criticar al Partido Liberal por voltearepas, por oportunista y hasta por lagarto. Pero lo único que no se le puede criticar es su falta de sarcasmo: según varios de los congresistas liberales que tuvieron que ver con la elección como nuevo jefe
del liberalismo de Simón Gaviria, esta se habría cocinado de manera fortuita. Sí, fortuita. Como si los astros –y no el hecho de que se trataba de un joven delfín– hubieran influido a su favor.

Si uno se atiene a los argumentos esbozados por los congresistas que lo eligieron, todo fue producto de una especie de revelación. Al parecer, una luz los iluminó de repente y les señaló a Simón Gaviria como la persona a la que había que ungir. Y Simón fue ungido.
“¿Y no influyó el hecho de que Simón Gaviria fuera hijo del expresidente César Gaviria?”, les pregunté a varios de ellos, al ver que siempre pasaban de largo por ese detallito. “Mira –me respondió uno de ellos–, no te voy a decir que eso no se pensó, pero en realidad la decisión recayó en él de chiripa, con decirte que él fue el primero en sorprenderse porque no se lo esperaba”.

Para ser francos, no es la primera vez que a Simón Gaviria lo favorece una maniobra cósmica: llegó a ser presidente de la Cámara por el Partido Liberal sin haber sido liberal y sin haber descollado especialmente en su trabajo parlamentario. Pero por cuenta de que tenía los astros a su favor, no solo terminó siendo nombrado presidente de la Cámara, sino que después terminó, a sus 31 años, siendo jefe del Partido Liberal, sin que ni él mismo ni su padre se hubiesen percatado de que los astros andaban haciendo de las suyas a sus espaldas. Con astros así de hacendosos, lo más probable es que en la próxima contienda electoral a la Presidencia Germán Vargas Lleras termine de vicepresidente de Simón Gaviria.

Cimentar en la suerte, en el cosmos y en el movimiento de los planetas una institución tan vieja en la política nacional como el delfinazgo no es el único sarcasmo con que nos sorprenden los liberales. Hay otro más: el de decir que la elección de un delfín como Simón Gaviria es un acto renovador. Yo no dudo de que Simón Gaviria sea probablemente el mejor delfín de todos los que tenemos ni que no vaya a llegar muy lejos, si es que no lo malcrían quienes lo adulan entregándole responsabilidades políticas antes de que esté listo. Pero si la renovación en el liberalismo corre hoy por cuenta de los delfines, que son el epítome de las élites poco democráticas y endogámicas, entonces sí estamos en graves problemas.

Pero como no quiero aguar la fiesta, y para que no me digan que siempre voy en contra de la corriente y de los ímpetus renovadores, desde ya propongo que esa “renovación” se haga no solo en el liberalismo. Al fin y al cabo, eso es lo mínimo que le debemos a tanto delfín que anda por ahí haciendo cola para ser ungido en un acto revelador como el que sorprendió a Simón Gaviria. En La U, por ejemplo, debería ser elegido Tomás Uribe como jefe de ese partido fundado por su papi; Jerónimo podría fungir como secretario general, encargado de manejar el dinero que el Estado les otorga a los partidos. Como jefe del Partido Conservador debería ser elegido Santiago Pastrana, el hijo del expresidente Andrés Pastrana, quien, a su vez, es hijo del expresidente Misael Pastrana. Si Simón fue elegido jefe del liberalismo a los 31 años, ¿por qué Santiago Pastrana no puede batir el récord en renovación política y aspirar a que lo elijan a los 25 años como jefe del Partido Conservador? ¿Y en el Polo?, me preguntarán. Bueno, allí ya la renovación se dio y de qué manera: por primera vez hay un delfín-alcalde en la cárcel, acusado de haberse querido lucrar de la cesión del contrato de la 26 que estaba en poder de los Nule.

En Colombia la política no solo es dinámica: es de los delfines.

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