OPINIÓN
La salud se compone de muchas cosas
Si las moléculas del agua se afectan por los pensamientos, palabras y sentimientos a las que estén expuestas, ¿Qué efecto pueden estos mismos estímulos sobre el cuerpo?
En 1994, el doctor japonés Masaru Emoto comenzó a estudiar y a investigar el agua: quería probar que en el agua se forman cristales de diferentes formas y colores. Después de varios meses de ‘ensayo y error’, logró mostrar que cuando se congela el agua, se forman cristales que varían de color y forma dependiendo de los estímulos a los que son expuestos: estímulos como música, fotografías, palabras, pensamientos y sentimientos.
El experimento empezó con música y se comprobó que con sinfonías de Beethoven cambiaban las formas y colores del agua volviéndose más nítidos y transparentes. Después hizo el mismo experimento con fotografías y finalmente decidió probar qué ocurría si le ponía palabras o frases a las muestras de agua y comprobó que en todos los casos se producían cambios igualmente significativos. En el caso de las palabras y las frases se puso en evidencia el cambio que se producía en los cristales dependiendo del mensaje: aquellos expuestos a mensajes como “gracias”, “amor” y “felicidad”, se volvían cristales transparentes, de colores brillantes, y de formas muy claras. En cambio cuando las palabras eran “idiota”, “odio”, entre otras, las moléculas del agua se volvían borrosas y no formaban cristales.
Después de muchos años de investigación, el doctor Emoto y su equipo concluyeron que las moléculas del agua se afectan y cambian dependiendo de los pensamientos, las palabras y los sentimientos a los que sean expuestas.
Si las moléculas del agua se afectan y cambian positiva o negativamente dependiendo de los pensamientos, palabras y sentimientos a las que estén expuestas, y el cuerpo humano está compuesto en un 50 a 85% por agua, cabe preguntarse: ¿Qué efecto pueden tener en el cuerpo las malas palabras, el no quererse y aceptarse como se es, el estar maldiciéndose o criticándose constantemente?¿Y qué efecto puede tener sobre el cuerpo la actitud de una persona que aprecia su cuerpo y da gracias por tenerlo no sólo con palabras, sino también con su pensamiento, con el cuidado de su alimentación, hábitos de sueño y ejercicio, entre otros?
Para tener una buena salud sin duda es importante seguir las indicaciones médicas, como por ejemplo, según algunas orientaciones, tomar agua con frecuencia, tener una alimentación balanceada cada vez más baja en grasas animales y más rica en verduras, granos, frutas, nueces, alimentos crudos, poco gluten, entre muchas otras cosas. Así como hacer ejercicio para eliminar toxinas y liberar endorfinas que ayuden a disminuir los niveles de estrés y a su vez evitar problemas de sobre peso. Todas estas son recomendaciones muy importantes y válidas, pero no son suficientes.
“La clave de mi salud está en que no tengo resentimientos, no guardo rencores con nadie”, me decía un hombre de 85 años que montaba en bicicleta tres veces por semana, hacía la mayoría de las diligencias a pie y no tenía problema en manejar su carro tanto de día como de noche. Reportaba ser un hombre feliz, sobre todo porque veía que la gran mayoría de sus amigos que aún estaban vivos sufrían de problemas cardiacos, problemas pulmonares, muchos incluso de enfermedades degenerativas. Y aunque no le adjudicaba el 100% de su bienestar de salud a su actitud siempre positiva frente a la vida y a la ausencia de resentimiento contra otras personas, sí notaba una gran diferencia en su actitud hacia la vida y la que veía sus amigos, e incluso en muchos de sus familiares. “Los jóvenes de hoy se quejan de todo. En vez de agradecer por lo que tienen y disfrutarlo, siempre se están lamentando por lo que no tienen. Quién no va a tener todos los problemas de salud que tienen las generaciones actuales viviendo la vida desde esa perspectiva”.
Muchos de los trastornos que se han desarrollado en el mundo moderno están relacionados con el cuerpo físico. Uno de los ejemplos más impactantes son los trastornos de alimentación, en los que las personas se auto agreden a tal punto que llevan al cuerpo al extremo de la gordura o de la desnutrición, generando desbalances y desequilibrios que muchas veces son irreversibles. Y aunque la manifestación más clara de estos trastornos se da por la falta o el exceso de alimentación, lo que es aún más impactante es ver el odio de esas personas hacia su cuerpo. Este es un extremo pero no es necesario llegar hasta ese punto para ver el daño que hacen en el cuerpo –propio y de los demás-, pensamientos y sentimientos como la rabia y el odio. No en vano desde la somática, término introducido por Thomas Hanna en 1976, se ve la clarísima e innegable relación que existe entre la mente y el cuerpo y cómo este último se ve positiva o negativamente afectado en función de los pensamientos y/o sentimientos de una persona hacia sí misma.
Si bien es importante el cuidado de la salud siguiendo las recomendaciones médicas, es esencial complementarlo con los pensamientos, sentimientos y palabras de cada persona sobre sí misma y sobre los demás. Y esta es una tarea que depende única y exclusivamente de la manera como cada persona se sienta tanto respecto a sí misma -con relación a su aspecto físico, a sus capacidades intelectuales y a sus sentimientos- como con respecto a los demás. Cada uno lo puede lograr a pesar de ser una tarea exigente. Es difícil pensar distinto, sentir distinto, sobre todo porque estamos acostumbrados a auto castigarnos ¿Alternativas? Muchas. Una sencilla: Empezar por observar nuestros pensamientos hacia nosotros y hacia los demás e ir cambiando, poco a poco, uno negativo por uno positivo. Observar qué va pasando en cada uno con esos cambios y así ir desarrollando un nuevo hábito: el buen cuidado de la salud.
*Psicóloga-Psicoterapeuta Estratégica
ximena@breveterapia.com
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