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La vida amenazada de Ricardo

Fallaron. No pudieron o no quisieron, pero sobre todo fallaron si creían que iban a silenciar al reportero.

Daniel Coronell, Daniel Coronell
4 de mayo de 2013

Es difícil asegurarlo pero hay elementos que permiten suponer que al periodista Ricardo Calderón no quieren matarlo por lo que ya ha publicado sino por algo que está a punto de descubrir. Además, el procedimiento del fallido atentado es sustancialmente diferente al usado en la mayoría de los ataques sicariales. Estos dos elementos sumados puedan dar luces sobre la autoría del intento de homicidio.

Los descubrimientos de Calderón sobre corrupción en la cárcel de Tolemaida no se limitan al esquema de privilegios de los huéspedes del cómodo centro de reclusión. El régimen preferencial para criminales que, en algún momento vistieron el uniforme militar y portaron las armas de la república resultó tan aberrante que, condenados en segunda instancia, siguen recibiendo sueldos y haciendo tiempo para jubilarse con regímenes especiales.

Los violadores de derechos humanos o asesinos probados han construido bonitas cabañas y tienen automóviles, buses y motos de su propiedad trabajando en la prisión. Aún más, pueden salir a hacer negocios a Melgar o Girardot. En esos lugares recuerdan las fiestas de los –formalmente– presos que se dan la gran vida en las discotecas de la zona.

La primera publicación de SEMANA sobre el funcionamiento de la curiosa cárcel, sorprendió de vacaciones en Cartagena a un antiguo uniformado condenado por homicidio. Para ayudar a sofocar el escándalo volvió prontamente y se integró a la fila de presos. Estuvo de malas porque otros compañeros de prisión han tenido semanas para relajarse en San Andrés o en  la costa mientras cumplen su dura condena.

Incluso un sentenciado asesino de niños, teóricamente recluido en Cuatro Bolas, fue fotografiado haciendo compras en Bogotá.

La investigación de Ricardo ocasionó el relevo de los directivos de la llamada cárcel y enérgicas declaraciones de los altos mandos militares. Sin embargo, el tema no ha parado. Muchos de esos privilegios continúan. 

Hay quienes piensan que esa clase de tratamiento penitenciario es el adecuado para los héroes de la patria condenados por delitos como tortura, desaparición forzada y falsos positivos; entre otros. 
Lo publicado hasta ahora es una noticia enorme. Sin embargo, pueden ser apenas la punta del iceberg.

Es posible que las irregularidades no se limiten a Tolemaida sino que se extiendan a otras instalaciones militares usadas como reclusorio. También existen indicios de que los mejor tratados son aquellos que, teniendo información que involucraría en delitos a quienes han sido sus superiores, han decidido callar y cargar solos con las culpas.

Esta cadena criminal de silencios comprados con recursos públicos puede implicar a altos oficiales retirados y a algunos activos.

Temo mucho que Ricardo Calderón esté acercándose peligrosamente a la demostración de estos hechos y de otros incluso más graves. Quizá sea eso lo que lo ha puesto en la mira. 

El modus operandi del atentado al periodista es muy particular. Usualmente los gatilleros buscan estar lo más cerca posible a la víctima, arrimar el cañón del arma a la cabeza, asegurar un blanco fácil y una huida relámpago. En el mundo de los sicarios la velocidad suele ir por delante de la puntería.
 Esta vez no ocurrió así. Ricardo fue seguido por varios kilómetros. Los tiradores estaban relativamente alejados de su inerme blanco. 

En el momento de la ejecución, lo llamaron por su nombre, dispararon usando ambas manos y de a dos balas por vez. Double tap se dice en lenguaje de entrenamiento de los cuerpos élite. Una técnica de reducción letal del enemigo que consiste en disparar una bala para inmovilizarlo y otra para liquidarlo. 

Fallaron. No pudieron o no quisieron, pero sobre todo fallaron si creían que iban a silenciar al reportero. Ricardo va a terminar su investigación. Con el rigor de siempre contrastará hipótesis, encontrará pruebas y publicará conclusiones. 

No es la primera vez que arriesga la vida o es blanco de infames campañas de desprestigio, que anteceden a las balas o las siguen cuando fallan. Tampoco será la última.

PS: A propósito de periodismo de investigación les recomiendo que lean el libro La viuda negra de Martha Soto. 

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