OPINIÓN

Las dos caras del diablo

Así no les guste a muchos, Hugo Chávez fue en el fondo un presidente que se la jugó por este proceso de paz que está en ciernes. Y yo como colombiana se lo agradezco.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
7 de marzo de 2013

No me equivoco si digo que a ojos de una gran mayoría de colombianos el difunto presidente venezolano Hugo Chávez pasará a la historia por haber sido un aliado de las Farc y un enemigo del país. Y que su inesperada muerte ha sido recibida como un gran alivio, aunque no sin cierta culpa: “A los designios de Dios, respeto”, trinó no sin cierto escrúpulo, su némesis mayor, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, una vez supo de su deceso. 

Sobra decir que esa percepción me merece respeto, pero no la comparto. Si uno se remite a los hechos que no siempre coinciden con las percepciones, uno encuentra evidencias muy claras de que el presidente Chávez no fue ese personaje diabólico que tanto detestamos en las encuestas. 

La primera evidencia de lo que afirmo se sustenta en el hecho de que el presidente Chávez jugó un papel fundamental, desconocido aún por la mayoría de los colombianos, en el proceso de paz que se adelanta en La Habana. Su presencia como garante fue crucial para que el gobierno y las Farc hubieran logrado en ocho meses de conversaciones secretas, la firma del acuerdo que dio inicio en octubre a los diálogos de paz. Sin ese apoyo, muy probablemente no se habría firmado el acuerdo ni se estaría dialogando en la isla.

Su intervención fue clave para que Mauricio Jaramillo, jefe del bloque Oriental y miembro del secretariado, hubiera llegado a La Habana. Cuenta Enrique Santos en su relato en El Espectador, que ese traslado a Cuba fue un momento crítico en esa fase exploratoria. “Se hizo sin que nadie se enterara, ni siquiera las Fuerzas Armadas. Hubo aplazamientos, dudas, desconfianza. Fue muy difícil convencer a las Farc para que después de la ‘Operación Jaque’, aceptara montar al jefe del bloque Oriental y miembro del secretariado, en un helicóptero suministrado por el Estado... Ese proceso duró cerca de un año”, reveló Enrique Santos.
Quien realmente convenció a las Farc para que dejaran montar a Jaramillo en ese helicóptero fue el propio presidente Chávez. Eso me lo confirmaron los delegados de las Farc con los que hablé en La Habana. 
Tal sería el papel que Chávez jugó en el proceso de paz que no solo la canciller María Ángela Holguín lo exaltó en la declaración en la que lamentó su muerte, sino que el propio presidente Santos también lo destacó, a pesar de lo que eso puede significarle en las encuestas. 

La segunda evidencia contradice otra percepción que tiene la mayoría de colombianos, que cree que Chávez alentó hasta su muerte a las Farc apoyando su lucha armada al haberles dado albergue en su territorio venezolano. 

En realidad lo que terminó sucediendo fue lo contrario, así a muchos colombianos les cueste trabajo creerlo. A pesar de las innegables coincidencias ideológicas que había entre Chávez y las Farc, el mandatario venezolano asumió su papel de garante en el proceso de paz sobre la base de una premisa que a las Farc no les debió gustar: la de que les había llegado la hora de abandonar la lucha armada y de que su aspiración era verlas haciendo política. Estas fueron sus palabras antes de iniciar su último y fatal viaje a La Habana. “Creo que con las garantías que el gobierno de Colombia ofrece y que la sociedad colombiana ofrece... las Farc podrían sumarse a un proceso político sin armas... Ojalá que todos los comandantes de los distintos niveles de las Farc y sus combatientes y sus frentes se sumen a este proceso y ojalá lleguen al mejor de los acuerdos y ojalá nosotros podamos ver el día en que se firme la paz en Colombia. Ese día habrá fiesta en Venezuela y en todo el continente”.

Pero además, tengo la impresión por lo que he podido constatar en mis pesquisas periodísticas aquí y allá, que el interés del presidente Chávez por que se abriera paso un proceso de paz en Colombia tenía que ver no solo con esa convicción. También tenía que ver con una urgencia interna: la de que la presencia de las Farc en su territorio le estaba trayendo más problemas que beneficios, sobre todo en el chavismo, y que cada minuto que pasaba se volvía más insostenible. En el Ejército venezolano los campamentos de las Farc no eran bien vistos y Diosdado Cabello, quien tenía y tiene una fuerte ascendencia sobre los militares, podría utilizar a su favor ese descontento y crear un cisma en el chavismo. Ante la inminencia de su muerte, esta división era aún más peligrosa porque ponía en peligro su legado. Lo cierto es que por las razones que fueran, el presidente venezolano utilizó su enorme influencia sobre las Farc no para financiarlas, sino para traerlas a la mesa de La Habana con la tesis de que había que abandonar la lucha armada. 

Así no les guste a muchos, Hugo Chávez fue en el fondo un presidente que se la jugó por este proceso de paz que está en ciernes. Y yo, como colombiana se lo agradezco, así no comparta su régimen caudillista ni sus postulados del socialismo del siglo XXI. Pero claro, siempre será más rentable para los políticos de la derecha tener a Chávez como el diablo que se fue al infierno. 

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