OPINIÓN

Manifiesto por el centro

La noche de la primera vuelta electoral se materializó la preocupación que teníamos muchos colombianos: que los extremos se impusieran y el país quedara condenado a escoger entre la izquierda radical de Petro y la extrema derecha, de Uribe.

Carlos Fernando Galán, Carlos Fernando Galán
23 de agosto de 2018

Para la segunda vuelta esos dos polos hicieron un esfuerzo por acercarse a quienes nos consideramos de centro. Duque se esforzó más que Petro, pero aún a este lo escuchamos retroceder en sus propuestas más radicales y escribir sobre piedra que no haría lo que semanas antes había dicho que quería y pretendía hacer. El resultado ya es historia y, aunque sea una característica de las segundas vueltas, hay que recordar que una parte significativa de los votos depositados a favor de Duque no eran votos de Duque, sino votos contra Petro. Así mismo, una parte muy importante de los votos de Petro fueron de anti-uribistas, y no de petristas.

Este análisis parece haberlo entendido mejor Duque que Petro. Así lo demuestran, por lo menos, varios de los nombramientos, discursos y actitudes de estas primeras semanas de gobierno. Su apuesta ha sido atraer a sectores que no lo acompañaron en la primera vuelta (y que votaron en su contra en la segunda), como si siguiera en campaña. Su reto –para nada fácil– es mantener tranquila la base electoral del uribismo y al mismo tiempo ampliar el apoyo hacia el centro. En ello poco le ayudan los torpedos que lanzan desde su propio partido. Petro, en cambio, luego de la elección regresó a un discurso más parecido al de la primera vuelta, pero con el error de pensar que los 8 millones de votos que lo acompañaron son todos suyos y, peor aún, constituyen un mandato de oposición radical. Eso es lo que, hasta ahora, ha mostrado.

Todo esto indica que este es el momento del Centro, con mayúscula. Colombia le abrió la puerta a un Centro que sea capaz de hacer política moderna y sin populismo. Un Centro que haga política de ideas y no de ataques personales. Un Centro que entienda que la paz es un proceso en el cual no se puede dar marcha atrás y que le apueste a la reconciliación y no a la venganza. Un Centro que entienda que un líder es aquel que ayuda a sanar heridas y no a profundizarlas. Un Centro que tenga como prioridades la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la corrupción, pero sin caer en discursos facilistas o populistas. Un Centro que crea en la educación como el motor de cambio de la sociedad. Un Centro que entienda la importancia de políticas que le den estabilidad y fortalezcan la economía. Un Centro que vea en la tecnología un aliado para mejorar la calidad y efectividad del gobierno y de las políticas públicas. Un Centro que le apueste a hacer lo correcto y no lo que le genere réditos electorales. Un Centro que no crea que tiene la verdad revelada y que todo aquel que piense distinto está equivocado o es un corrupto, terrorista o paramilitar. Un Centro capaz de reconocer los aciertos del contradictor y los errores propios. Un Centro que rechace la politiquería, pero no la política. Un Centro que ayude a construir una conciencia crítica en los colombianos. Un Centro que haga política a partir de evidencias y no de creencias. Un Centro que entienda que, así como la sociedad cambia y evoluciona, la política también debe cambiar y evolucionar. Un Centro que le apueste a avanzar en la garantía de derechos y no a retroceder.

Es el momento del Centro, no solo porque si un candidato de centro hubiera pasado a segunda vuelta, habría ganado de lejos las elecciones sino, y, sobre todo, porque si no se construye una propuesta de Centro el país corre el riesgo de caer en un péndulo nefasto entre populismo de derecha y de izquierda. Llegó el momento de construir esa propuesta: el verdadero Centro.

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