OPINIÓN

El partido más ligado a la ilegalidad

Por momentos se pensaba que se disolvía por los escándalos y las divisiones; pero Gil, con habilidad enorme y una chequera abultada, lo ha recompuesto.

León Valencia, León Valencia
29 de agosto de 2015

Una de las vergüenzas de la política colombiana vuelve a jugar duro. El Partido Opción Ciudadana tiene 10.032 candidatos propios en las elecciones de octubre, entre ellos ocho para gobernaciones y 317 para alcaldías. No es lo único. Tiene también coaliciones importantes en Santander con el Partido Liberal para buscar la elección de Didier Tavera, y en Boyacá, Casanare y Tolima. Este partido fue fundado en Bucaramanga en el año 1997 bajo el nombre de Convergencia Ciudadana y su principal conductor ha sido Luis Alberto Gil. Durante algunos años se denominó Partido de Integración Nacional, PIN, y hace poco optó por el nombre de Opción Ciudadana.

Las elecciones parlamentarias de 2010 fueron el punto más alto de esta fuerza política, logró nueve senadores y 11 representantes a la Cámara. Ha sido el partido más vinculado a la parapolítica y sus cuatro principales jefes, Luis Alberto Gil, Enilse López, Carlos Martínez Sinisterra y Hugo Aguilar, han afrontado procesos y condenas por su vinculación con los paramilitares. Por momentos se pensaba que este partido se disolvía por los escándalos y también por las divisiones; pero Gil, con una habilidad enorme y una billetera abultada, lo ha recompuesto con nuevas alianzas y con la conquista de nuevos territorios. En cambio, los disidentes terminan debilitándose o desapareciendo.

En estas elecciones está distante de Hugo Aguilar y de Carlos Martínez, que fueron grandes electores en 2010 y 2011, pero ha encontrado un poderoso aliado en Yahir Acuña, decisivo en el departamento de Sucre y con influencia en la costa Atlántica, en Casanare y en el Valle. Mantiene, a su vez, algunos nexos con Enilse López, alias la Gata. La alianza con Aguilar le permitió dominar la política en Santander por 12 años, y ahora es probable que en coalición con los liberales mantenga ese poder mientras la casa de los Aguilar se debilita.

Después del importante triunfo de 2010 me visitó en mi oficina Ángel Alirio Moreno, representante legal del partido, y tuvimos una larga conversación sobre el futuro de su fuerza política. Quería hablar de las denuncias que en compañía de Claudia López habíamos hecho sobre la mayoría de sus candidatos a Cámara y a Senado. Moreno había sido militante del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, Moir, y mantenía intacto su discurso de izquierda, bastante lejano de las proclamas paramilitares. Tenía, además, un pasado limpio de líos penales. Esos ingredientes le conferían legitimidad para hablar de la lucha que pensaba dar para cambiar la historia de su organización.

En esa conversación se quejó de la desigual valoración que hacíamos los investigadores académicos y los medios de comunicación de la penetración de la ilegalidad en los partidos. Dijo que exagerábamos lo que tenía que ver con su grupo y minimizábamos lo de los partidos mayoritarios: Liberal, Cambio Radical, La U, Conservador. Señaló que la parapolítica había sido un hecho inevitable en las condiciones que se dieron a finales del siglo pasado y principios de este siglo y había impactado a todos los partidos, pero de modo más ostensible y drástico a los partidos del ‘Establecimiento’.

Manifestó que se la cargaban al PIN –como se llamaba en ese entonces el partido– porque era una fuerza venida de abajo, de fuera de las elites que habían gobernado siempre el país. Remató diciendo que el pasado no se podía borrar, pero sí era posible construir un futuro distinto. Se proponía reconocer las fallas ante el país, cambiar el nombre y buscar la renovación de sus líderes.

A mí me parecieron sinceros sus propósitos, y dado que tanto Luis Alberto Gil como los demás fundadores y jefes afrontaban procesos judiciales muy complicados le confería alguna posibilidad de éxito a su tarea. No ha resultado así. Logró modificar el nombre. Se apartó Martínez y ahora Aguilar, la Gata se debilitó. Pero Gil mantuvo las riendas de la organización a través de su esposa, la senadora Doris Vega, y ahora, después de salir de la cárcel, ha vuelto por sus fueros.

No solo ha pactado la gran alianza con Yahir Acuña, uno de los políticos más cuestionados, para apoderarse del departamento de Sucre y ha realizado una jugada maestra en Santander, sino que ha abierto las puertas de Opción Ciudadana a miles de candidatos que no fueron recibidos en otros partidos y de esa manera ha conseguido que en Antioquia, un departamento donde no tenía mayor influencia, se registren 1.136 avales.

Es verdad, como dice Ángel Alirio Moreno, que los partidos mayoritarios han tenido y tienen una gran influencia de organizaciones ilegales y ese es el principal problema de la democracia colombiana, pero no hay duda de que Opción Ciudadana ha sido la fuerza más vinculada a la ilegalidad y en estas elecciones están haciendo honor a su historia.

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