OPINIÓN
Viudos del poder
Andrés Pastrana ahora quiere volver a tomar las riendas del conservatismo, una carcasa a la deriva que ha sobrevivido porque lleva 16 años recibiendo mermelada de los gobiernos de turno.
El expresidente Álvaro Uribe le respira en la nuca al presidente Duque como si fuera su rehén. El expresidente Gaviria sigue aferrado a lo que queda del Partido Liberal como si se lo hubieran escriturado. Y lo que faltaba: el expresidente Andrés Pastrana quiere retomar las riendas de lo que queda del conservatismo. ¿No será que es hora de proponer la jubilación de los expresidentes y su retiro forzoso de la política? La propuesta tendría muchos adeptos, y seguro hasta podría contar con el beneplácito del propio presidente Duque. Quién mejor que él, que tiene a Álvaro Uribe, “el presidente eterno”, al acecho, vigilándolo día y noche, para entender las libertades que se ganarían si a los expresidentes se les prohibiera seguir interviniendo en política.
Las encuestas también demuestran que estamos hasta la coronilla de los expresidentes. La imagen favorable más baja, según la última encuesta de Invamer, la carga el expresidente Andrés Pastrana –solo un 27 por ciento de los colombianos tiene una buena opinión de él–; le siguen los expresidentes Samper y Gaviria, con percepciones desfavorables entre el 41 y 45 por ciento. Hasta el expresidente Uribe –el único de ellos que era imbatible en las encuestas– tiene por primera vez su línea de opinión desfavorable más alta que la favorable.
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Solo Juan Manuel Santos ha mejorado su imagen, pero ese milagro se debe, en gran parte, a que es el único de los expresidentes que ha decidido retirarse de la escena política. Su silencio fue entendido como un acto de grandeza y desprendimiento del poder que, curiosamente, le hizo subir en las encuestas y le permitió al país empezar a reconocerle su legado sin tanta animadversión. (Ojalá que la publicación de sus memorias no le haga faltar a su promesa de retirarse de la política. Revivir la pelea Uribe-Santos sería un retroceso para el país y serviría para indignar al electorado, en un año electoral).
Andrés Pastrana ahora quiere volver a tomar las riendas del conservatismo, una carcasa a la deriva que ha sobrevivido porque lleva 16 años recibiendo mermelada de los gobiernos de turno.
No obstante, a los expresidentes poco les importa su desprestigio: no se quieren jubilar. Ernesto Samper siempre aparece donde uno menos espera encontrarlo, como si sobre sus hombros no cargara todavía el peso del escándalo del 8.000.
Gaviria ha ido dilapidando su capital político como padre de la Constitución del 91 porque ha terminado inmerso en la política pequeña. Y un expresidente tan desprestigiado como Andrés Pastrana ahora quiere volver a tomar las riendas del conservatismo, una carcasa a la deriva que ha sobrevivido porque lleva 16 años recibiendo mermelada de los gobiernos de turno.
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A los expresidentes les indigna que la historia se acuerde de sus fracasos, pero no de sus aciertos, y sentirse injustamente recordados los vuelve más agrios e incoherentes. Ahora, el nuevo mejor amigo de Pastrana es el expresidente Uribe, de quien solía despotricar por sus presuntos nexos con el narcoparamilitarismo. Su odio visceral contra Santos, originado no por diferencias ideológicas, sino por los egos –Santos no lo llamó al inicio de su gobierno ni para tomarse un café y en cambio sí le abrió la puerta a su archienemigo, el expresidente Ernesto Samper–, le ha quitado uno de sus pocos atributos: ya no es conservador moderado. Ahora habla con la misma superioridad moral de Uribe y olvida que él le entregó El Caguán a las Farc durante tres largos años. En una carta pública que le escribe a Duque afirma sin sonrojarse que todos los colombianos que salimos a protestar en defensa de los acuerdos de paz somos parte de la estrategia de Maduro para desestabilizar este país (¡eso no lo ha dicho ni Uribe!). Bajo esa tesis tan retorcida, va a resultar castrochavista hasta Germán Vargas por haber decidido que su partido no votará las objeciones contra la JEP.
Uribe baja en las encuestas, pero su intención de manejar el destino del país es cada vez más desesperada: ahora quiere una constituyente para refundar la patria. Quiere una Constitución a la medida de él, de sus ambiciones y de sus odios. Quiere acabar con la JEP porque le parece impune, pero para imponer una justicia que meta a la cárcel a sus opositores y que lo proteja a él y a los suyos. Quiere extraditar la verdad, porque le teme y, al igual que Maduro, quiere unas cortes a las que les pueda respirar en la nunca, como si fueran sus títeres.
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Este país sería muy distinto si los expresidentes no pudieran ser ni embajadores, ni congresistas, ni vicepresidentes, ni jefes de partidos. No más dedazos ni presidentes electos para que sean rehenes de expresidentes que nos quieren arrastrar con sus odios.
La política no se le puede dejar al pasado, ni a los viudos de poder que ya ni saben por qué quieren imponer sus devaneos. Sin expresidentes también hay paraíso.
Uribe que se dedique a sus vacas, a sus caballos y a sus tierras, a ver si encuentra sosiego. Santos que siga gozando de su nieta y del reconocimiento que el mundo hace de su legado. Samper podría escribir sus memorias; Gaviria, dedicarse al arte, que es lo que le gusta y Pastrana a… pues… a… mmm…