OPINIÓN
María Isabel Rueda y su fábrica de ‘mala leche’
De un tiempo para acá se cree con impunes atribuciones para juzgar y condenar desde sus tribunas de opinión, sin que nadie se atreva a juzgarla por sus temerarias acusaciones.
La periodista María Isabel Rueda se está convirtiendo a pasos agigantados en la ‘Negra Candela’ de la política, pero debido al prestigio del que todavía goza y a los poderosos –medios y políticos- que tiene detrás, muchos no se han dado cuenta. Entre los equivocados de buena fe está Ignacio Gómez, subdirector de Noticias Uno y presidente de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), quien el pasado lunes 24 de noviembre picó el anzuelo de la alharaca que la columnista conservadora desató con motivo de un nuevo aniversario del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado.
Nacho Gómez le dijo a Caracol Radio que aunque no conoce detalles de lo ocurrido, cree que hay “acoso y censura” en que la Fiscalía le hubiera enviado una citación. Con todo el cariño y la admiración que se le tiene a tan ilustre colega, pero sabiendo que habla en representación de una fundación que defiende al gremio y vela por el cumplimiento de la ética periodística, conviene puntualizarle que es precisamente porque “no conoce detalles de lo sucedido” que está desinformado al respecto.
En la mañana del lunes en mientes, la ‘citada’ periodista puso el grito en el cielo y copó la atención mediática al denunciar que se siente “amedrentada” por la Fiscalía. Ocurre que desde hace dos meses en esa entidad le dieron nuevo impulso a la investigación por el crimen (¡que es lo que venía reclamando la familia Gómez Hurtado!) y ordenaron 40 pruebas, una de las cuales consistió en citarla para escucharla en el propósito de “elaborar un detallado perfil del doctor Álvaro Gómez Hurtado y de la victimización del periodismo de oposición en Colombia”. En otras palabras, se le estaba pidiendo una pinche colaboración informativa. Pero ella –ni boba que fuera- aprovechó el ‘papayazo’ que le dio la Fiscalía para sobreactuarse y armar un pandemónium de padre y señor mío, donde la única voz aterrizada fue la de Darío Arizmendi, quien manifestó su extrañeza por lo que consideró una simple solicitud de colaboración a una persona documentada en el tema.
Es natural que la opinión pública perciba como de buena fe la histérica reclamación que la periodista viene haciendo desde semanas atrás, por tratarse de alguien que trabajó muy cerca con el líder inmolado, en El Siglo como editora de las páginas editoriales y en 1984 como jefe de prensa de la campaña de su jefe a la Presidencia, de donde pasó a dirigir el Noticiero 24 Horas, de las mismas familia y corriente política. Y es también apenas natural que su amiga Vicky Dávila salga en su apoyo y se una al coro de las lamentaciones cuando dice que "a los periodistas hay que dejarlos hacer su labor”. Sea como fuere, hay que reconocer que la Fiscalía se equivocó en la citación porque a María Isabel Rueda le sirvió como munición para disparar una poderosa ráfaga mediática contra el ente acusador, debido a que este se niega a seguir la línea de investigación que le quiere trazar la comunicadora, acorde con sus intereses políticos.
En lo que sí se equivoca doña Vicky es cuando dice que “la censura está a la vuelta con esto de citarla, como si ella supiera quién mató a Álvaro Gómez y dónde están los asesinos". Parece que no lee a su amiga y correligionaria política, pues basta recordarle que en columna del pasado 9 de noviembre dijo esto: “Luis Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’ (…) ha hablado cuatro veces ante la justicia. Ya dijo quién mató a Álvaro Gómez. Ya dijo por qué”. Como quien dice, ella sí sabe quién mató a Álvaro Gómez y dónde está su asesino.
Digámoslo sin ambages, para María Isabel Rueda el que mató a Álvaro Gómez fue Ernesto Samper. Eso no es nuevo, es una acusación que viene refregando de un tiempo para acá. ¿Y cuál prueba aporta? Lo que dijo ‘Rasguño’. Pero omite contar por un lado, que según la revista SEMANA esas declaraciones son señal de que el hombre “¡está loco!”, y por otro lado, que la Corte de Nueva York que en diciembre del 2013 lo condenó a 30 años de cárcel sentenció que “todas las declaraciones que había entregado el narcotraficante en procesos como el del magnicidio de Álvaro Gómez y la bomba del avión de Avianca carecían de veracidad y hacían parte de una estrategia para tratar de buscar beneficios jurídicos que le ayudaran a rebajar su condena”.
Además, esta acusación de nuevo cuño se contradice con una columna que ella publicó en SEMANA el 4 de agosto del 2007 (edición 1.318), donde dijo: “Siempre he creído en la teoría de que un crimen de Estado acabó con la vida de Álvaro Gómez, entendiendo por ello la posibilidad de que miembros de las Fuerzas Armadas, aliados muy probablemente con el narcotráfico del Valle, sin conocimiento de Samper, hubieran planeado y efectuado el magnicidio”. ¿Por qué hoy piensa otra cosa si en esa misma columna citó una declaración de alias ‘Rasguño’, según la cual fue “un favor del narcotráfico a políticos para ayudar"? Es una explicación que le está debiendo a la opinión pública, y quizá también a la Fiscalía, pues hoy acusa de asesino a un expresidente de la República y la única prueba que aporta es la declaración trasnochada y desvirtuada de un mafioso.
Pero no es la primera vez que uno repara en este tipo de actuaciones ‘mala leche’ de María Isabel Rueda: el 15 de enero del 2012, apenas 15 días después de posesionado Gustavo Petro en la Alcaldía de Bogotá, se despachó con una columna titulada ‘La paja de Petro’, donde hizo un balance pormenorizado de sus anuncios (no de sus ejecutorias, considerando la brevedad de su gestión) y concluyó que “el 95 % de sus propuestas no era viable, como se ha venido a demostrar en los pocos días que lleva como alcalde”.
Otro caso digno de recordación fue con motivo del lanzamiento de la campaña de Horacio Serpa al Senado, el 14 de agosto del 2013, cuando en llave con Vicky Dávila hizo explotar justo ese día la ‘bomba’ de unas declaraciones que William Rodríguez Abadía (hijo y sobrino de los famosos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela) dio a una corte de Miami en busca de rebaja de pena, donde habló de dos supuestas reuniones que tuvo con Horacio Serpa, sin prueba alguna diferente a su palabra. Al día siguiente María Isabel Rueda dijo en La W que “esas revelaciones llevarán a que la propuesta del renacer liberal planteada por Simón Gaviria termine de pronto no incluyendo al doctor Horacio Serpa”. Si eso no es ‘mala leche’, debe ser que el kumis lo preparan con miel de abejas: la periodista convertía en noticia lo que trataba de propiciar, o sea que el director del Partido Liberal no incluyera a Serpa en la lista de candidatos al Senado, o que en caso de incluirlo, lo ubicara en un lugar deshonroso que lo obligara a desistir de su intención.
Esto demuestra que de un tiempo para acá María Isabel Rueda viene adelantando un trabajo más político que periodístico, en sintonía con una poderosa campaña mediática de propaganda negra que, para el caso del asesinato de Álvaro Gómez, parece orientada a desviar la atención sobre los verdaderos autores de tan horrendo crimen. Pero eso no es lo único preocupante, sino que ahora ella se cree con impunes atribuciones para juzgar y condenar desde sus tribunas de opinión, sin que nadie se atreva a juzgarla por sus temerarias acusaciones (que ya colindan con lo penal) y mucho menos a condenarla. ¿Quién puede ponerle el cascabel a esa gata, ah?
DE REMATE: Una eventualidad preocupante en el tablero de operaciones de la guerra es que a uno de los bandos le convenga más el rescate militar del general Rubén Alzate que la liberación acordada. Es loable la buena voluntad de las dos partes –Gobierno y guerrilla, con el aval de los países garantes-, pero hay un tercer actor del conflicto que está ‘ardido’ y eso lo hace muy peligroso. Cualquier cosa puede pasar, mientras haya una fuerza beligerante que no se deje controlar por la institucionalidad. No es sino recordar lo que ocurrió con el Palacio de Justicia en 1985, donde también hubo unos rehenes que se convirtieron en bajas colaterales. Con razón alguien decía que en Colombia un pesimista es un optimista bien informado.
En Twitter: @Jorgomezpinilla
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