OPINIÓN

Después de París

En este mundo donde las percepciones obnubilan el juicio, valen más las muertes de europeos cometidas en el corazón de París que las masacres en los alejados pueblos del noreste de Nigeria.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
28 de noviembre de 2015

Por las calles de Londres se siente el lastre que han dejado los ataques terroristas cometidos en París hace unas semanas a manos de terroristas pertenecientes al Estado Islámico en los que murieron 160 personas. Según Owen Jones, el leído columnista del diario The Guardian, se han incrementado de manera ostensible los incidentes en contra de la población musulmana y en especial en contra de mujeres que salen con su cabeza cubierta. Poco importa que la mayoría de los musulmanes no sean ni radicales, ni seguidores de EI. La intolerancia no se nutre de la razón sino de sentimientos primarios como el miedo y el terror, fácilmente manipulables y esa parece ser la inercia que está impulsando a Europa por estos días.

En este ambiente tan extremadamente susceptible, las verdades  resultan ser políticamente incorrectas. Sí: es cierto que lo que sucedió en París fue un ataque terrorista repudiable desde todo punto de vista. No obstante, EI no es el grupo terrorista que más terror está infligiendo en el mundo. Según el último reporte publicado por el Índice de Terrorismo Global, el grupo terrorista más violento en 2014 fue el de Boko Haram que asesinó a más de 6.600 personas en Nigeria, la mayoría civiles.

¿Y si es cierto que las masacres perpetradas por Boko Haram superan a las cometidas por EI, por qué las grandes potencias no están haciendo una coalición para combatirlo como si se está haciendo para enfrentar la amenaza de EI? Fácil respuesta: porque en este mundo donde las percepciones obnubilan el juicio, valen más las muertes de europeos cometidas en el corazón de París que es donde también anidan los grandes medios, que las masacres que se cometen en los alejados pueblos del noreste de Nigeria donde no llegan ni la justicia ni los grandes medios. “La crisis humanitaria que se vive en ese país no ha sido debidamente reportada, como tampoco lo ha sido el  sufrimiento de los desplazados ni la lucha de las mujeres por sobrevivir”, dijo Nnamdi Obasi, un analista nigeriano perteneciente a The International Crisis Group, al periódico The World Post este año.

La verdad es que el infierno que se vive en el noroeste de Nigeria no ha sido cubierto por los medios sino de manera tangencial, mientras que ha habido un exceso de cubrimiento de los ataques en París. Es más, una semana después de la masacre de Charlie Hebdo que a todos nos estremeció, Boko Haram cometió una de sus peores masacres en África en la que murieron muchas más personas y el mundo ni se movió, ni se conmovió.

Tampoco es cierto que Europa sea el lugar en que más ha golpeado el terrorismo. Según el Índice de Terrorismo Global, el país más afectado en 2014 fue Irak con 9.929 muertos, seguido de Nigeria, y ninguno de los 20 atentados más letales de 2014 tuvo lugar en territorio occidental.

Estas cifras dicen otra verdad políticamente incorrecta: la de que hay guerras que se libran en la periferia que ni a los medios ni a nadie importan. (En ese grupo de conflictos olvidados está Colombia).  En la otra orilla se ubican las guerras que están en el radar del Establecimiento. Hechos trágicos y repudiables como los acontecidos en París se cubren por los medios pero se magnifican. Y todo lo que se magnifica distorsiona los hechos porque se da cabida a las percepciones y no a las realidades. De esta distorsión de los hechos nace esa fobia al islam que según Owen Jones solo le sirve a EI. “Quienes instigan esta fobia contra el islam no solo son intolerantes sino los mejores reclutadores de soldados para EI… Si  los musulmanes se sienten rechazados y odiados, EI sabe que su capacidad para reclutar tiende a multiplicarse”.

No creo que los medios sean tan culpables de esta fobia contra el islam que se vive en Europa como lo sostiene Owen. Pero sí creo que tenemos una cuota muy grande de responsabilidad en la manera excluyente en que estamos cubriendo las guerras del siglo XXI.

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