OPINIÓN
María Jimena Duzán y su ‘adefesio’ a favor de la abstención
La prioridad del momento es derrotar la abstención, así sea mediante decreto que imponga el voto obligatorio o "pedagógico".
La última columna de María Jimena Duzán es prueba palpable de que hasta el más lúcido columnista puede equivocarse, en cumplimiento del refrán según el cual “al mejor panadero se le quema el pan”.
La corajuda periodista y amena entrevistadora comienza diciendo que “por cuestión de principios, la idea (del voto obligatorio) no me atrae. Siempre he considerado que el voto debe ser libre y que el derecho a la abstención es una forma de protestar que hace parte de las democracias”. Coincidencia total, el voto debería ser libre y voluntario, es casi de Perogrullo. Pero los defensores del voto obligatorio –y por tanto de la propuesta presentada por la senadora liberal Viviane Morales- creemos que es muy difícil hablar de democracia cuando en Colombia no vota ni siquiera la mitad más uno de los votantes potenciales, y esto anularía cualquier votación, en aplicación de la irrebatible lógica que dicta el sentido común: si la mayoría no votó, ¿por qué no declarar ilegítima la elección y barajar de nuevo? Por eso decimos que la nuestra es una democracia imperfecta, o ‘imperfectísima’, para perfeccionar la idea.
Baste considerar que Juan Manuel Santos fue elegido para su primer periodo con la más alta votación que ha habido en la historia de Colombia, 9’004.221 votos; pero si comparamos ese guarismo con los 29’530.415 colombianos que según el censo electoral había aptos para votar en 2010, significa que 20’526.194 personas no votaron por Juan Manuel Santos ni por ningún otro candidato. El 69,5 por ciento, para ser exactos. Así las cosas, ¿puede estar revestido de legitimidad un presidente elegido por apenas el 30,5 por ciento de los electores potenciales?
Para la siguiente votación presidencial (junio de 2014) el margen de abstención se redujo al 60 por ciento y Santos se quitó el sambenito de haber sido elegido por una mayoría uribista. Pero la abstención sigue siendo lo más repudiable del sistema electoral, mucho más que el repudio que María Jimena pudiera sentir frente al voto obligatorio, el cual se propone solamente para las tres próximas elecciones y con propósito “pedagógico”, así a la columnista le moleste este término y el proyecto en general le parezca “un adefesio”.
Lo más grave, dice Duzán, es que el voto obligatorio “nos dejará a los ciudadanos sin la posibilidad de utilizar la abstención como una protesta ante esta realidad tan apabullante”. Es aquí donde uno tiene la impresión de que ese día (o noche) se le fueron las luces, porque uno no se explica que respalde y avale como opción válida el abstencionismo, siendo que es ahí donde reside la madre de todos los males del actual sistema electoral, pues son quienes no votan los que con su desidia contribuyen a la elección de los políticos corruptos.
Más adelante dice la Duzán que “el voto obligatorio no va a hacer desaparecer la apatía frente a esta clase política que ha demostrado su incapacidad por (sic) seducir al electorado a través de las ideas y de los principios”. Eso puede ser cierto, pero hay un efecto positivo que la columnista soslaya –no sabemos si adrede- y es que el voto obligatorio fortalece el voto en blanco.
Mucha gente en acto de protesta cometerá la imbecilidad de rayar o dañar el tarjetón, pero habrá los más inteligentes que manifiesten su rechazo a la obligatoriedad mediante el voto en blanco, el cual traduce “no hay por quién votar”. Así, podría incluso ocurrir que en la primera elección con voto obligatorio triunfara esta opción y por tanto ‘obligara’ a barajar de nuevo, pues los candidatos que fueran objeto de ese repudio colectivo no se podrían presentar en la siguiente contienda. ¿Será que esta ‘obligatoriedad’ sí es del agrado de María Jimena, o tampoco?
Ahora bien, ¿qué puede haber de malo en que se asuma no como una opción sino como un deber el voto, del mismo modo que estamos obligados a cumplir con el deber de pagar impuestos? Colombia vivió durante 16 años (una generación entera) bajo un Frente Nacional en el que cada cuatro años se rotaban el poder los partidos Liberal y Conservador, con distribución equitativa de ministerios, contratos y burocracia. Esto trajo como consecuencia que la gente se hastió de la política, porque de antemano se sabía quién iba a ganar. Y como carambola en billar, condujo a los aberrantes niveles de abstención que hoy les pavimentan el camino a los clanes políticos que en muchas regiones operan como mafias y se hacen elegir con un número bajísimo y ‘amarrado’ de electores.
Dice también María Jimena que “el voto obligatorio nos forzaría a votar por unos partidos que cada vez nos representan menos”. Eso tampoco se le entiende. ¿Acaso estamos en los tiempos de la Unión Soviética, cuando solo se podía votar por los candidatos de un único partido? Y menos sentido tiene cuando sale con que “de pasar esta propuesta se terminaría cuestionando al ciudadano que no vota”, como si hubiera que premiarlo por ser cómplice de los corruptos con su indiferencia. A Colombia ya no la rigen los dos partidos tradicionales que antaño se repartían la marrana. Hoy hay opciones de todos los colores y tendencias, y no es descalificando al Polo Democrático ni ignorando a la Alianza Verde y otras alternativas como se le tuerce el pescuezo a la realidad para dibujar un repertorio electoral sombrío.
La prioridad del momento es derrotar la abstención, así sea por decreto. A grandes males, grandes remedios. Ya después se verá qué hacer con la plata que el Estado paga por la reposición de cada voto, o con cualquier otra arandela que se le quiera agregar o resolver. Lo importante es que por fin sepamos quiénes son los que las verdaderas mayorías quieren que los gobiernen, y sin descartar –como ya se dijo atrás- que en acto de protesta colectiva gane el voto en blanco, en cuyo caso habría un legítimo triunfador: la democracia.
¿Por qué algo tan simple de entender se convierte en “un adefesio” para María Jimena Duzán, ah?
DE REMATE: El uribismo está a favor del voto obligatorio porque espera arrastrar mucho voto de opinión a favor de su caudillo, pero el tiro les puede salir por la culata, pues el pedestal ha comenzado a mostrar el cobre y la oxidación del metal parece irreversible.
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