OPINIÓN

Oferta ambiental del posconflicto

En un país de naturaleza desbordante que recibió la visita de los más destacados naturalistas europeos del siglo XIX, hoy se abre nuevamente la puerta a estudiosos de la biodiversidad tropical andina. Grupos y asociaciones de avistadores de aves del siglo XXI empiezan a compartir sus hallazgos en redes sociales, comentando sobre especies nuevas u otras que se creían extintas.

Margarita Pacheco M., Margarita Pacheco M.
12 de octubre de 2017

El posconflicto representa una oportunidad de recuperar la ciencia para la ciudadanía, fuera de la academia, de las aulas y laboratorios. Socializar el conocimiento debe ser parte de la estrategia de capacitación y reincorporación de excombatientes y comunidades locales para que sean parte activa de la conservación frente a la deforestación. Esto ya está sucediendo en varios municipios y provincias donde entidades públicas e iniciativas privadas están adelantando el análisis de su patrimonio natural, identificando qué hay y en el  estado en que se encuentra. En este enfoque de investigación-acción participativa, interactúan comunidades y expertos, se aprende haciendo y se intercambian conocimientos de los unos y los otros.

Capacitar en el estudio de la oferta ambiental de cada región es la base para generar nuevos oficios, mercados verdes, programas de turismo de naturaleza y paisaje, emprendimientos para jóvenes campesinos y excombatientes, conocedores del medio rural. Esta oferta ambiental suma horizontes a la implementación del punto 1 del Acuerdo Final de Paz, que la Corte Constitucional acaba de reconocer en el Acto Legislativo 02 de 2017 al brindar estabilidad y seguridad jurídica a la Reforma Rural Integral. Con este acto se permitirá seguir cambiando el atraso rural por eco-aldeas atractivas para jóvenes familias campesinas educadas y conectadas con su tierra y con el planeta.

El blindaje también se sostiene con compromisos adquiridos entre el Estado y la cooperación internacional, en especial con la Unión Europea, los gobiernos de Noruega y Alemania y Naciones Unidas. Las estrategias de aprovechamiento de la  oferta ambiental del posconflicto deberán desarrollarse a la misma velocidad que  los “Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación”. Es allí donde el estudio de la oferta ambiental es más qué oportuna.

Uno de los grupos ciudadanos que podría contribuir al estudio de esta oferta es la del “gremio” de ornitólogos, observadores de aves y mariposas. Esos grupos, con binóculo en mano y teleobjetivo, podrían constituirse en pares para la formación de guías locales, guardaparques, colaboradores locales en la investigación científica, enseñar el uso de cartografía para controlar cambios en usos del suelo y sistematizar la información sobre especies endémicas y migratorias de su territorio.

Este sueño de intercambio de saberes para la conservación, se puede ver trunco si sigue la deforestación al ritmo que va en departamentos como en Caquetá, Guaviare, Putumayo, y en zonas rurales cercanas a ciudades intermedias, como Ibagué. En esas áreas rurales donde ya se puede transitar, la dinámica de tumbar “monte” se está repitiendo, como en la época de la colonización antioqueña, victimizando especies vivas del bosque.

Cómo hacerle comprender a las mafias deforestadoras, cocaleras y mineras, que ese hábitat boscoso que mandan talar constituye la base para el cambio de paradigma en el campo. Se trata de una oferta ambiental que tiene el país para acoger un turismo de naturaleza nacional e internacional, con dinámicas propias en cada región, gracias a iniciativas de municipios y ciudadanía.   

En la zona cafetera, Calarcá, Armenia, Manizales, Pereira, Cali, Medellín y Bogotá, tienen grupos de ornitólogos, jardin botánico, mariposario y rutas de avistamiento de aves, con distinto nivel de desarrollo. El “Risaralda Bird Festival 2018” que será en Pereira del 15-19 de marzo, anunciado durante el 3er Festival de Aves, ‘Ibagué Biodiversa, Alas por la Paz‘ sigue nutriendo la red nacional de avistadores de aves. El municipio de Ibagué en su celebración de 467 de la fundación y Cortolima, invitaron a la república de Indonesia, a compartir esta nueva experiencia regional. El archipiélago del sur este asiático, rico en especies de aves, empieza a compartir lecciones para reducir la deforestación y a convivir con el volcán municipal el Machín, el cual está activo y es de alto riesgo. La zona rural del municipio, que estuvo vedada por el conflicto, se convierte hoy en un codiciado paisaje de bosques de palma de cera, volcán activo con aguas termales, y una oferta excepcional para observadores de aves de alta montaña.

Organizaciones invitadas al festival como WWF, la Asociación Wayúu de Aviturismo del Santuario de Fauna y Flora los Flamencos en Camarones, La Guajira,  la Asociación Tolimense de Ornitología, Proaves, el Festival de Medellín Capital de las Aves y representantes de la Red de Jardines Botánicos, constituyen un “gremio de pajarólogos” y botánicos que buscan compartir sus descubrimientos con las poblaciones locales. Iniciativas privadas como la consolidación del Mariposario del Tolima, trabaja en asocio con la Universidad de Ibagué y otros grupos cívicos para la identificación de la biodiversidad local.

El Mariposario a cielo abierto, asesorado por el Mariposario del Quindío, se convierte en un Laboratorio de Biodiversidad Urbana, bajo la dirección de María Victoria Vila, quien lanzó el BioBlitz Colombia, un evento asociado a otros de nivel internacional, donde grupos de científicos realizan un premuestreo de especies locales, en asocio con estudiantes y profesores de universidades regionales. Este es uno de los ejemplos donde la ciencia se acerca al ciudadano, se aprende a valorar lo que se tiene y se decide conservar para compartir.

Experiencias municipales se suman a otras como la expedición Colombia Bio en el Chocó, Amazonia y Orinoquia. El municipio de Belén de los Andaquíes en el piedemonte del Caquetá, tomó el liderazgo de declarar diez Parques Municipales Naturales, convirtiéndose así en el primer municipio verde de Colombia. Por estar ubicado en la transición andino-amazónica, no solo protege el agua del Caquetá sino que pone en evidencia, gracias a la alianza con el Instituto de Investigaciones Científicas SINCHI, Colciencias, la Universidad Nacional de Colombia, Museo de Investigación Zoologica de Koening de Alemania, Fundacion Tierra Viva, que los habitantes de Belén, víctimas del conflicto armado, ya pueden estudiar su municipio y diseñar sus estrategias de conservación y turismo de naturaleza. En un área estudiada de 26.000 hectáreas se encontraron 47 nuevas especies para la ciencia. Es un ejemplo de cómo hacer que poblaciones de zonas de gran biodiversidad no opten por la deforestación y la ampliación de la frontera agropecuaria, sino por crear una agenda local de conservación.

La Expedición Colombia Bio en la serranía del Darién, adelantó también un trabajo con el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico–IIAP, Colciencias, la Universidad Tecnológica del Chocó, la Universidad de Antioquia, el Instituto Humboldt y otras entidades y comunidades locales. Bio Chocó  estudió el cerro del Tatarcuna y allí se documentaron 273 especies de plantas, 35 de peces, 28 de anfibios, 25 de reptiles, 90 de aves, 15 de mamíferos y 52 de mariposas.  Aún falta consolidar los resultados y realizar análisis para determinar si algunas de estas son especies nuevas. Se trata de otro paraíso para los avistadores de aves, en asocio con las comunidades chocoanas.

El trabajo de científicos  con las comunidades negras, indígenas y grupos étnicos, es fundamental para el desarrollo de las expediciones y para la futura capacitación y  reincorporación de excombatientes. En la Expedición Bio Vichada que se llevó a cabo en Marandúa, Puerto Carreño, con Colciencias, el Instituto Alexander von Humboldt, la Fuerza Aérea Colombiana, la Fundación Orinoquia Diversa FOB, la Sociedad para la Conservación de Vida silvestre en Colombia WCS, Corporinoquía y un grupo comunitario, se realizaron muestreos en 20 puntos; ríos, sabanas, lagunas, caños, bosques de rebalse, morichales y madreviejas,  que anteriormente eran de difícil acceso por ser zonas en conflicto. Allí se documentaron 10 grupos biológicos, se registraron 50 especies de escarabajos, 200 de plantas, 30 de mamíferos, 190 de aves, 9 de anfibios, 17 de réptiles, 150 de peces, 60 de macro-invertebrados, 3 de esponjas y 52 de hongos.

Esta dinámica de estudio y observación de flora y fauna deberá seguir creciendo.  En el Sumapaz los mismos campesinos ya no permiten la cacería ni las quemas, reconocen que si bien en el pasado cometieron errores de colonización, hoy se tiene que evitar modificar el hábitat que nutre su universo natural, el que presta servicios ambientales a las ciudades. Ya terminó la época de la caza con cauchera y no se escuchan disparos indiscriminados ni a aves migratorias ni a las personas. Remansos y paisajes conservados para el disfrute del turismo de naturaleza constituyen una de las grandes ofertas ambientales del posconflicto.

"En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al Sol y a la Luna y a la Tierra y a la lluvia que la moja."

EDUARDO GALEANO

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