OPINIÓN
La moral de las tropas
El debate del fuero vuelve a estar entonces sobre la mesa, con todos sus argumentos falaces. El primero de ellos, la manida moral de las tropas.
La Corte Constitucional tumbó esta semana la controvertida reforma que ampliaba el fuero militar por vicios en su trámite. Igualmente controvertido resultó el fallo, pues una estrecha mayoría de magistrados votó por hundirla, mientras la minoría estuvo en radical desacuerdo, como lo demostró la poco gallarda intervención del magistrado Jorge Pretelt, quien acusó a sus colegas de haberse inventado los argumentos para dejar sin piso la ley.
El debate del fuero vuelve a estar entonces sobre la mesa, con todos sus argumentos falaces. El primero de ellos, la manida moral de las tropas.
Dice el ministro Juan Carlos Pinzón que este es un golpe moral a los militares. A su posición le han hecho eco, por supuesto, las agremiaciones de militares retirados. La moral de las tropas se ha convertido en una suerte de chantaje, de lenguaje cifrado, de manera de decir que la subordinación de estas al poder civil está en entredicho si no se les dan ciertas prebendas jurídicas.
El fuero ha resultado ser una velada condición para que los militares “dejen” hacer la paz con las FARC. En virtud del miedo a que estos obstruyan el proceso, la clase política cerró filas alrededor de la reforma del fuero. Al caerse, parte de un pacto tácito, nunca dicho y nunca firmado, se está incumpliendo. Y por supuesto hay recelo sobre lo que pueda pasar en el futuro.
Y es que en Colombia a los militares se les quiere, se les respeta, pero también se les teme. Y mucho. Como todo miedo infundado, este es vago, inaprensible, apenas sugerido. ¿Qué quieren decirnos con aquello de que la moral de las tropas está golpeada? ¿Que no combatirán más? ¿Qué se podría fraguar un golpe? ¿O quieren recordarnos que cuando la moral de las tropas decae quedan sueltos los perros de la guerra sucia? ¿No es así como ha ocurrido durante los procesos de paz en el pasado?
La caída de la ampliación del fuero le da vuelo a otro argumento falaz: el de la inseguridad jurídica. El propio presidente Santos ha salido a aclarar que el fuero sigue vigente tal y como está en la Constitución, para actos de servicio. La justicia ordinaria seguirá conociendo los que no hacen parte de él, y seguramente habrá conflictos de competencia entre unas y otras, que serán resueltos de acuerdo con la jurisprudencia existente.
Sin embargo, entre un sector de los militares ha hecho carrera la idea de que los jueces y fiscales civiles son una especie de enemigo agazapado; que si se atreven a investigarlos por violar las leyes colombianas, lo hacen bajo cálculos estratégicos que benefician a sus enemigos.
Pero hay paradojas que contradicen este prejuicio. Durante décadas los crímenes cometidos por militares estuvieron en la impunidad, por inoperancia tanto de la justicia militar como de la ordinaria. En los últimos seis años eso ha cambiado y muchos de ellos terminaron presos o investigados. Y miren la casualidad: Ha sido en estos años cuando las tropas, en lugar de estar desmoralizadas, tuvieron un mejor desempeño militar contra la guerrilla. Mientras en Bogotá un puñado de generales en retiro anunciaba catástrofes porque la Fiscalía hacía su trabajo, en las selvas se libraban increíbles combates que debilitaron a la insurgencia como nunca antes. A no ser por esas tropas, que combatieron con las restricciones que les impone el sistema democrático, posiblemente no habría proceso de paz.
El argumento de la inseguridad jurídica también se cae de su peso cuando se confrontan las cifras. Ni siquiera el 1% de los militares está en la cárcel y los que tienen procesos en su contra no llegan ni al 5 %. ¿Por qué entonces el resto de las Fuerzas Armadas si puede librar la guerra bajo el ordenamiento jurídico existente?
La idea de que los militares van a la cárcel por falta de garantías o de una defensa adecuada, y no porque también han cometido excesos en una guerra larga y degradada, demuestra la poca capacidad de autocrítica que hay en el estamento castrense. Y en los civiles que los rodean.
El ministro Pinzón, por ejemplo, ha terminado por afincar a los militares en el pasado, con una glorificación acrítica, casi infantil, de su papel en la guerra. Lo que hará más tortuoso y difícil para las Fuerzas Armadas asumir un papel más proactivo en el posconflicto y en la construcción de la paz.
Coletilla: ¿En que irán las exhaustivas investigaciones sobre el atentado al periodista Ricardo Calderón, que ocurrió en mayo pasado cuando investigaba, justamente, irregularidades en una cárcel militar?