¿Para qué sirve la oposición política?

Se trata de uno de los grandes signos de madurez política de la democracia, asegura Piedad Córdoba.

Semana
17 de octubre de 2004

Es común que mucha gente se pregunte para qué sirve la oposición. Más aún en momentos como el que vive hoy Colombia, cuando el Presidente goza de gran popularidad.

En ambientes como este muchos sectores piensan que la oposición es solo ganas de atravesarse en el camino del que está haciendo las cosas bien. Oponerse es estorbar, obstaculizar.

Pero no. La oposición es uno de los grandes signos de madurez política de la democracia. Mientras más garantías tenga la oposición, mayores posibilidades de acertar tiene el sistema, porque en lugar de un criterio solitario se pueden sopesar varias posiciones antes de llegar a una conclusión más elaborada. La oposición cumple frente al gobierno la función que tienen los debates en el Congreso, expresión por excelencia de la democracia.

A las mejores decisiones se llega por la deliberación, no por la imposición. El unanimismo nunca ha sido buen consejero y de ahí al autoritarismo solo hay un paso.

Una de las grandes innovaciones de la Carta del 91 fue la de darle rango constitucional a los partidos políticos y rodear de garantías su funcionamiento, especialmente cuando no participan en el gobierno. Así como el partido (o la coalición de partidos) que obtiene la mayoría en las elecciones tiene todo el derecho a desarrollar su plan de gobierno, los partidos minoritarios tienen derecho a criticar los programas y las decisiones oficiales y a plantear alternativas.

Esas garantías constitucionales a la oposición adquieren mayor relevancia hoy, cuando se discute la reelección presidencial. De aprobarse la reelección -y todo indica que así será- se requiere que quien ejerce el poder no utilice los bienes y servicios del Estado para su beneficio personal, y que ofrezca a sus contradictores la oportunidad real de llevar al electorado sus propias propuestas.

Gobierno y oposición son dos extremos de un mismo proceso político, representantes ambos de un mandante común, la sociedad civil, destinataria final de sus actuaciones. Por eso debe ser tan condenable el abuso del poder como el ejercicio de una oposición mezquina que solo busque satisfacer intereses personalistas.

Al fin de cuentas, los partidos de oposición son solo canales de expresión de la inconformidad de la comunidad. Su tarea es mostrar la inconveniencia de las decisiones del gobierno, manifestar el descontento de la sociedad ante tales decisiones y defender las conquistas sociales frente a las arbitrariedades del poder.

Esa función crítica se hizo patente durante el trámite y votación del referendo.

La oposición le planteó al país que detrás del supuesto propósito de erradicar la corrupción y la politiquería se escondía la intención de corregir el desequilibrio de las finanzas públicas a costa de los ingresos de los más pobres. A pesar del entusiasmo inicial, durante la campaña electoral la opinión pública se fue formando la idea de que el dichoso referendo no era el remedio para todos sus males y por eso, a pesar de los elevados índices de popularidad del Presidente, no aprobó en las urnas su propuesta. Prueba evidente de que la oposición es valiosa y que el respaldo de los ciudadanos al gobierno no es ciego.

Como esa ha habido otras manifestaciones del valor de la oposición. Por ejemplo, las críticas a las medidas de orden público: conmoción interior, zonas de rehabilitación, estatuto antiterrorista, facultades de policía judicial a las autoridades militares, entre otras. La oposición expresó su desacuerdo con el recorte de los derechos y libertades que estas medidas suponían, no como una negación del inmenso valor que para la sociedad tienen la tranquilidad y la seguridad, sino planteando que estas no se pueden conseguir a cualquier precio. Las decisiones judiciales posteriores que invalidaron aquellas medidas han venido a demostrar que las críticas de la oposición no eran injustas o arbitrarias.

Igual ha sucedido con las reformas laboral, pensional y tributaria

No es serio que el gobierno proponga una nueva reforma tributaria cada año (lo que demuestra gran improvisación), o que disminuya las cargas laborales de los empresarios argumentando que pretende disminuir el desempleo (resultado que no se ha visto), o que proponga recortar los beneficios de los pensionados diciendo que estos son los causantes del desequilibrio fiscal, cuando el Estado es el principal responsable del marchitamiento del sistema pensional solidario al no pagar sus obligaciones como aportante.

No tiene presentación que cuando más de 29 millones de colombianos están en la pobreza, cuando aumenta el desempleo y, al mismo tiempo, las ganancias de las grandes empresas alcanzan niveles nunca antes vistos, se busque dizque ampliar la base tributaria a través del impuesto al consumo. El IVA es el impuesto más regresivo porque lo pagan todos los consumidores por igual, cualquiera sea su ingreso. Pero para el gobierno es más cómodo aumentar el IVA -porque es más fácil recaudarlo- que controlar la evasión del impuesto de renta. Es la ley del menor esfuerzo. ¡Cómo será de regresiva la propuesta que hasta los congresistas amigos del gobierno han dicho que no la aprobarán! Por eso cuando la oposición les dice esto a los ciudadanos no está entorpeciendo la tarea del gobierno sino tratando de evitar una decisión que los perjudica.

La oposición no cumpliría con su deber si no dijera oportunamente estas cosas. Y un régimen que se precie de ser democrático y pluralista tiene que ofrecerle las mayores garantías para que siga cumpliendo esa función.

La oposición es útil porque canaliza la opinión pública y, al mismo tiempo, forma opinión.

*www.piedadcordoba.net