La detención de Luis Alfredo Ramos revivió la discusión sobre la parapolítica. No es para menos. Ramos era quien más posibilidades tenía de ganar la consulta interna para escoger candidato a la presidencia del Centro Democrático. Había obtenido una gran votación en las elecciones para Senado en 2002, sus listas al Congreso en 2006 fueron copiosamente votadas y obtuvo
también un gran respaldo en su triunfo a la Gobernación de Antioquia en 2007. Antes había escalado uno a uno todos los peldaños de la política, empezando por el Concejo de Sonsón, su pueblo natal.
En su defensa Ramos está siguiendo el mismo libreto de todos los parlamentarios vinculados a los procesos de la parapolítica. Al principio negó cualquier vinculación con los paramilitares; luego, cuando aparecieron testimonios de encuentros y reuniones con los jefes de las autodefensas, aceptó que alguna vez estuvo en contacto con ellos, pero en función de las negociaciones de paz, nunca para hacer pactos electorales o para tramar negocios ilegales.
Es un mal libreto. Con ese discurso han sido condenados 60 congresistas elegidos en 2002 y 2006. A la Corte Suprema de Justicia no le ha resultado difícil demostrar que no fueron reuniones aisladas, que se trató de negociaciones prolongadas por mano propia o a través de terceros para crear grupos políticos o fortalecer algunos ya existentes, para facilitar el acceso a los territorios controlados por los ilegales, para presionar a los electores, controlar registradurías y obtener cuantiosas sumas de dinero con destino a las campañas.
De esas cosas se hablará en el proceso a Luis Alfredo Ramos. La Corte Suprema de Justicia tendrá a la mano la historia de Alas-Equipo Colombia, el movimiento que agrupó a líderes de Antioquia y de la costa Atlántica, y que obtuvo grandes votaciones en las zonas de dominio del paramilitarismo bajo la conducción de Ramos y de los Araújo en el Cesar.
Podrá examinar la investigación realizada por Claudia López que hace una radiografía del comportamiento electoral atípico en diversas zonas de Antioquia, que favoreció ampliamente a esta fuerza política. Podrá mirar todas las pruebas recolectadas para condenar a otros miembros de esta organización. Es difícil que Ramos salga bien librado de este proceso.
Ahora bien, cada vez que cae a la cárcel un importante dirigente de la parapolítica quienes prohijaron o toleraron este fenómeno se rasgan las vestiduras y se desatan en acusaciones de parcialidad de la Justicia, de segundas intenciones de la Corte. Dicen que en cambio los exguerrilleros venidos a la paz gozan de grandes privilegios. No advierten que los dirigentes políticos que se asociaron con los paramilitares escogieron un camino errado al momento de los acuerdos de paz con las autodefensas. El único que se atrevió a tomar el camino adecuado fue Augusto Pineda.
Este dirigente conservador se desmovilizó con el Bloque Héroes de Granada y el diario El Colombiano lo presentó así en los días en que confesó su pertenencia a las autodefensas: “Fue jefe de debate del conservatismo en Medellín, ex viceministro de Trabajo, cercano a Equipo Colombia que dirige el senador Luis Alfredo Ramos”.
Y luego agregó: “Augusto Pineda Hoyos es tataranieto del general Anselmo Pineda, edecán del prócer José María Córdova y comandante de la guerra de los supremos en Antioquia, y miembro de una familia con vínculos históricos con el expresidente Mariano Ospina Rodríguez”.
Augusto Pineda con esos abolengos y esa historia personal se atrevió a poner la cara y accedió a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz que le daban la oportunidad de seguir con su vida social y política. Creo que lo mismo tenía que hacer el resto de líderes políticos que acompañaron a las autodefensas. Es lo que hicieron los guerrilleros del M19 y de otros grupos, y sus aliados más cercanos, a principios de los años noventa del siglo pasado, cuando firmaron un acuerdo de paz y se acogieron a las reglas de amnistía e indulto vigentes en esa época.
Pero no, los parapolíticos creyeron que iban a pasar de agache. No tuvieron el valor de defender en público lo que decían y hacían en privado. No fueron capaces de confesar su asociación con fuerzas ilegales para disputar el poder local y nacional. Ahora están pagando su cobardía.