No creo que alguna persona dude que el principal tema de la campaña electoral que se avecina será la paz o su contracara la guerra. Los precandidatos del uribismo se han encargado de recordarle al país el asunto a través de sus vallas y de sus copiosas declaraciones. Será una encarnizada batalla entre quienes buscan una salida negociada para el conflicto armado y quienes piensan que el camino es la derrota y la rendición de las guerrillas.
Vislumbro tres escenarios y quisiera que los lectores se pusieran a pensar si son estos o si hay más y cuál de los que describo puede ser el más probable.
Primer escenario: en noviembre o diciembre se firma el acuerdo entre las Farc y el gobierno y se inicia la tercera fase de la paz. Las negociaciones con el ELN han saltado a la segunda fase. Se inicia el cese al fuego bilateral y se establece una metodología y un cronograma para el desarme y la desmovilización. Se convoca al pueblo para la refrendación de los acuerdos. Se genera un ambiente favorable para las reformas sociales y políticas acordadas y el gobierno central, en asocio con los mandatarios regionales y locales, pone en marcha un plan para realizar este propósito. La protesta social se canaliza a través de una fluida concertación nacional y regional.
En esta situación Santos tiene la iniciativa en el debate y grandes posibilidades para triunfar. El uribismo queda a la defensiva realizando una dura y frontal crítica a los acuerdos alcanzados, disputando a brazo partido la opinión pública, buscando una mayoría por el ‘No’ a la hora de la refrendación de lo convenido en La Habana. Las guerrillas entran al escenario electoral y las izquierdas reciben un gran impulso para intentar la unidad y buscar el paso a la segunda vuelta desplazando al Centro Democrático.
Segundo escenario: los negociadores de La Habana llegan a la campaña electoral sin un acuerdo para cerrar la segunda fase de la paz. No obstante, en la mesa hay buen ambiente y hay puntos de la agenda debidamente convenidos.
Las conversaciones con el ELN están empezando. Las partes deciden entonces firmar lo que ya ha sido acordado. Anunciar al país la suspensión de las negociaciones hasta que la campaña culmine y sea elegido el nuevo mandatario de los colombianos. Y en este contexto la guerrilla decreta un cese unilateral de las hostilidades o simplemente reduce las acciones sin hacer pública la decisión. El énfasis de la insurgencia se concentra en la promoción de la protesta social y en la divulgación de las ambiciosas propuestas que han llevado a la mesa de conversaciones.
Es un ambiente incierto en el que Santos se esforzará para mantener la ilusión de la paz y la reconciliación y el uribismo hablará una y otra vez del fracaso de La Habana y anunciará un replanteamiento de las negociaciones y una vuelta a la solución militar como principal objetivo de los colombianos. Una tercería que se desmarca de la izquierda radical y ofrece un candidato y un discurso de centro crece y tiene posibilidades en la disputa presidencial.
Tercer escenario: las negociaciones de paz de La Habana se han enredado y no se vislumbra a corto plazo una solución para las divergencias entre las partes. Las conversaciones con el ELN no despegan. Al tiempo la protesta social ha crecido y las confrontaciones militares han aumentado. Las negociaciones se suspenden indefinidamente.
El uribismo pasa a la ofensiva. Reclama el triunfo. Señala que Santos se ha equivocado al creer en la voluntad de las guerrillas y al traicionar la seguridad democrática. Santos intenta un plan B: lanza una ofensiva militar contra la guerrilla, endurece su actitud frente a la protesta social y decide auspiciar a otro candidato de sus filas para encarar la campaña.
Las posiciones extremas son las protagonistas de la coyuntura. Los episodios de violencia aumentan y son aprovechados por uno y otro extremo para incentivar la guerra. La posibilidad de retomar las negociaciones de paz se aleja. El Centro Democrático se alza con una gran bancada parlamentaria y su candidato disputa con posibilidades de éxito la Presidencia del país. Las fuerzas radicales y extraparlamentarias crecen y vuelven a la fatal ilusión del triunfo militar.