“Imagínese lo que pasa: Santos llevó a La Habana a unos guerrilleros a vivir en los mejores hoteles”, le dijo un comensal nacional a un extranjero en un restaurante en Bogotá el día de elecciones en desarrollo de una conversación que giraba alrededor del tema electoral y de por qué había que votar por el candidato del Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga.
Así, de boca en boca, se transmiten las impresiones sobre el proceso de paz que adelanta el gobierno nacional con la guerrilla de las Farc en la isla caribeña. En esa cadena de conversaciones lo que muchas veces queda claro es la mala información que posee el ciudadano del común para referirse a uno de los asuntos de mayor trascendencia en la agenda del país durante los últimos años.
¿Qué tipo de información habrá recibido el comensal para afirmar que los negociadores de las Farc están en los mejores hoteles de La Habana? ¿Cómo se está enterando del proceso de paz con la organización guerrillera? ¿Está recibiendo los datos correctos? No cabe duda que parte del éxito del proceso de paz radica en saberlo comunicar y en eso el gobierno de Juan Manuel Santos y los subversivos han perdido más de dos años.
Un día después de ser reelegido, el mandatario colombiano aseveró a diversos medios de prensa que "uno de los objetivos de mi gobierno a partir de este momento es hacer mucha más pedagogía sobre la paz, sobre los beneficios de la paz". A las Farc no se les escucha hablar del tema y, a mi juicio, también tiene que contribuir en este asunto.
Habrá que observar cómo el presidente Santos adopta estrategias eficaces para concretar su propósito, el cual, insisto, se debió promover desde el inicio de los diálogos en Oslo, Noruega, y no más de dos años después, cuando han hecho más efecto entre amplios sectores ciudadanos los trinos de la derecha recalcitrante a favor de la continuidad de la guerra que la búsqueda de la salida negociada, así se hayan ganado las elecciones.
En el preámbulo del Acta de Constitución de la Unesco, aprobada en Londres el 16 de noviembre de 1945, se lee que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Por tal razón, cualquier iniciativa pedagógica gubernamental debe arrancar de ese presupuesto.
¿Pero cuál serían, digamos, los puntos esenciales de esa cartilla que debe seguirse para instruir de una mejor manera a los colombianos en el proceso de paz con las Farc, y en poco tiempo con el Eln? Ofrezco algunos puntos que considero pertinentes en la adopción y puesta en marcha de esa pedagogía de la que habla el Presidente de la República, con el ánimo de generar un proyecto de construcción colectiva.
Lo primero es explicar por qué se está negociando con la guerrilla. Son millones de colombianos lo que creen que se debe al sometimiento del gobierno nacional a los intereses de la insurgencia y. más allá de eso, a los intereses de la izquierda internacional, representados hoy en América Latina por el gobierno de Venezuela. Nada más erróneo, sin embargo, ciudadanos del común así lo expresan y lo reproducen en sus charlas cotidianas, lo que va generando cadenas de desinformación nocivas para el proceso.
Lo segundo a explicar es la agenda acordada entre el gobierno y las Farc, y la que se vaya a desarrollar con el Eln así como sus alcances. Si bien es clara y desde el principio se ha dicho que no se discutirá nada por fuera de ella, ha hecho carrera la idea que en La Habana se están discutiendo otros temas que pondrían en riesgo la estabilidad económica del país, al punto que se considera que se instauraría “el comunismo”, un asunto ya superado en el mundo y dadas las actuales condiciones, prácticamente inviable, pero la gente así lo cree, y poco se ha hecho por modificar esa idea.
Lo tercero a explicar es que los acuerdos que se logren con la insurgencia obviamente introducirán algunos cambios al diseño que país que hoy tenemos plasmado en la Constitución Política de 1991. Es claro que una vez se firme el fin del conflicto con las Farc y el Eln, el documento contendrá unas tareas que si bien estarán en cabeza del gobierno nacional, comprometerá a todas las ramas del poder público y tendrá sus efectos en todos los sectores sociales, económicos y políticos. Un acuerdo bien logrado podrá hacer de Colombia un mejor país.
En la estrategia pedagógica que se diseñe es clave superar los titulares de prensa y no pensar que con ruedas de prensa, entrevistas y declaraciones fragmentadas, se explica un proceso de paz con las guerrillas, nutrido de matices ideológicos y con grandes afectaciones en los últimos 50 años. Tampoco se logra solamente con comerciales, así sean muy bien producidos. No puede olvidarse que los detractores de las conversaciones de paz también diseñarán sus propios mecanismos de difusión para distorsionar sus alcances y evitar su concreción. La oposición no duerme, menos cuando ha sido derrotada en las urnas.
Los mecanismos pedagógicos que tendrá que diseñar el gobierno nacional, y en los que se deben involucrar necesariamente las guerrillas, tienen que ser más directos y se deben aplicar casi que persona a persona, en las escuelas, los colegios, las universidades, las empresas, los centros comunitarios, las iglesias, el espacio público. Se debe actuar localmente, para lograr mayores efectos. En la complementariedad de las actuaciones, estará el éxito de las estrategias.
Gran parte de la población colombiana ha padecido la guerra insurgente, por tanto tiene en su mente las secuelas que genera tanta belicosidad y eso no se modifica con un comercial en televisión, por muy bien producido que haya sido, ni con un discurso, por muy emotivo que sea. La pedagogía de la paz es más que eso, es más que la voluntad de un presidente reelecto.
Insisto, ya se perdieron más de dos años y se dejaron crecer falsos imaginarios que juegan en contra del proceso de paz. No se puede seguir en ese error por más tiempo.
*En Twitter: jdrestrepoe
Periodista y docente universitario.