Hay muchos hechos curiosos o que, por lo menos, llaman la atención. Entre ellos, solo basta considerar dos que pueden invertir el orden de las cosas, tal como lo hemos visto hasta hoy. Primero, que se trata de un video cuya publicación no tiene una intención distinta a la de afectar el resultado electoral. Y más precisamente busca incidir a favor del candidato Santos, pues trata de demostrar que Zuluaga comanda a la “derecha que está tratando de sabotear el proceso de La Habana”.
Y segundo, que el contenido del video pareciera poner a Zuluaga, muy cerca de infringir el Código Penal (Art. 463) que castiga con penas de 4 a 12 años, a quien “indebidamente obtenga, emplee o revele secretos político, económico o militar relacionado con la seguridad del Estado”. Y digo que lo pone muy cerca, porque a pesar de que las intervenciones del candidato en el video, están más relacionadas sobre la evolución de la campaña, el hecho de que no cuestione el uso de información “de inteligencia” ilegalmente obtenida, ni prevenga a sus empleados sobre los riesgos de ese uso o lo haya denunciado ante las autoridades, pareciera señalar que está de acuerdo con su empleo en la campaña.
Es evidente que este episodio pone en tela de juicio la talla presidencial de Zuluaga. O por lo menos de su dimensión como hombre de Estado ¿Como se presta a discutir temas tan delicados con un personaje como Sepúlveda? ¿Acaso no lo habían contratado para garantizar la seguridad de los correos electrónicos y de las comunicaciones de la campaña y del candidato mismo? ¿O en realidad estaba trabajando en temas de seguridad nacional?
Mientras se establece si la información a la que alude Sepúlveda, efectivamente hace referencia a un “secreto relacionado con la seguridad del Estado” (y mientras salen otras pruebas de reuniones), lo que si se puede decir es que el video revela bien que el talante de Zuluaga es el de la cultura del atajo. Que junto con Hoyos creyeron que con el Hacker se les había “aparecido la virgen” y como cualquier avivato trató de aprovechar la oportunidad, para ver cómo desprestigiaba a Santos. Pero de ahí a decir que Zuluaga había gestado y estaba conduciendo una estrategia para acabar con el proceso de paz, hay mucha distancia.
A Zuluaga le faltó inteligencia para entender que con semejantes “análisis estratégicos” le estaban tendiendo una trampa en la que cayó sin atenuantes. Porque lo que si queda en evidencia con el video, es que su campaña estaba infiltrada. ¿Cómo explicar que amigos del Hacker grababan la reunión con el candidato para el que trabajaban? ¿Qué se trataba de un “seguro” que estaba tomando un exsocio para cobrar una deuda?
Lo cierto es que la grabación (y también las fotos publicadas) se produjeron sin el permiso del candidato. La persona encargada de grabar (y seguramente, tomar las fotos) estaba ubicada en un punto en el que Zuluaga no podía notar que lo estaban grabando o fotografiando. Y tuvo el cuidado de tomar las fotos siguiendo el patrón de lo que los expertos llaman “plano de ubicación”, en el que se podía observar claramente que Sepúlveda y Zuluaga si estaban reunidos.
Esto significa que todo lo ocurrido fue una operación de profesionales y muy bien planificada. Primero, porque aunque pudieran tener la capacidad técnica, el haber utilizado para la grabación equipos mucho más sofisticados que un celular, habría despertado sospechas. Y segundo, porque se aseguraron que los personajes escogidos pudiesen ganar la credibilidad de los engañados (haber trabajado con JJ Rendón y el gobierno Santos), pero que al quedar expuestos al país aparecieran como pequeños traficantes de “información reservada”.
La otra cuestión que queda clara, es que de todo este episodio hay solo un beneficiario: Juan Manuel Santos, el más inmediato rival de Zuluaga en las encuestas. ¿A quien interesaba mostrar al candidato del uribismo como la cabeza de un sector radical en contra de las negociaciones de la Habana? ¿Quién buscaba poner carne y huesos a los enemigos de la paz? ¿Quién está diciendo que con estas elecciones se está jugando la guerra o la paz?
Lo que suceda el 25 de mayo próximo, será crucial para el futuro del debate. Si la intención de voto por Zuluaga se mantiene, la discusión terminará en la veracidad de un testigo que por no estar conforme se dedico a grabar a su enemigo. Pero, si como consecuencia de las filtraciones cae la intención de voto por el candidato uribista, ganará espacio la hipótesis de que la campaña si estaba infiltrada y que todo era un montaje. Allí todas las miradas apuntarían a los amigos o a la campaña de Santos. ¿Qué sucedería si se comprueba que todo resultó de una Operación Jaque(r) pero en el terreno electoral? Como en la versión original, habrá que esperar mucho tiempo para saber en realidad lo que sucedió.
Por ahora, como dice la Silla Vacía, lo que queda es que “Zuluaga perdió su fama de decente”. Y en la defensa que hizo en Hora 20 de sus actuaciones, también perdió la fama que lo precedía de hombre inteligente. Si gana, su gobernabilidad va a quedar muy limitada. Va a consumir sus 4 años, intentando probar su inocencia. Pero si es Santos el ganador y luego se comprueba que efectivamente su gente tuvo responsabilidad en la infiltración, le va a ocurrir algo similar.
La guerra sucia en el corto plazo seguramente producirá que unos colombianos cambien su decisión de votar por un candidato. Pero en el mediano y largo plazo le está haciendo un daño irreparable a la institucionalidad gubernamental en el país. Va a dejar sin legitimidad, ni piso político al próximo presidente de los colombianos.