OPINIÓN
Penas sustitutas para Uribe
No en vano es un líder colombiano importante, y sería infame entregarlo a las fauces de la Corte Penal Internacional para que pague sus supuestos crímenes, presuntamente cometidos –dios mediante, no- por culpa de la de guerra.
Esto es Colombia: en una misma semana entró en vilo la JEP; la Policía persiguió a los vendedores de empanadas y la Corte Suprema avaló el proceso contra Álvaro Uribe. Desde entonces imagino mezclas aleatorias con esos tres elementos: por ejemplo, que la JEP se salva, la corte condena a Uribe, y alguien –puede ser Edward Rodríguez- le lleva empanadas los domingos. O que Duque manda a freír espárragos a la JEP, Uribe manda a freír empanadas a los vendedores y estos se acogen a la JEP a cambio de contar la verdad
(que las empanadas prácticamente no tienen carne) y de comprometerse con la no repetición. De sus clientes, al menos.
A esas tres novedades se sumaron otras, porque Colombia es una imparable convulsión de noticias insólitas. El ministro de Defensa aboga para flexibilizar el porte de armas en lo que él llama “hombres de bien”, sin precisar de manera exacta qué es un hombre de bien: ¿un uribista?, ¿alguien que no vende empanadas en la calle?, ¿el general Rito Alejo del Río, por ejemplo?, ¿es el hombre de bien la versión madura del buen muchacho, la versión en tránsito del funcionario impoluto?
Más noticias: el congresista Edward Rodríguez amenaza con un proyecto de ley para acabar con la libertad de cátedra, con el pretexto de que no se deben politizar las clases: o más bien de que se deben politizar, pero a favor de los “hombres de bien”: ¿cómo podría aterrizarse la idea?, ¿cada salón tendría un emisario del Gobierno que vigile lo que dice el maestro?, ¿podrían asignar a Ernesto Macías las aulas de bachillerato, en ese caso? Se imagina uno la escena del salón:
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—Como estábamos viendo la vez pasada, el libertador Bolívar…
—Perdone, profesor…
—Dígame, señor Emisario del Gobierno.
—Si no le molesta, libertador solo hemos tenido uno, el doctor Uribe....
—¿Entonces?
—Entonces refiérase a Simón Bolívar de otra manera...
—Bien: como estábamos viendo en la clase pasada, la patria se fundó cuando Simón Bolívar…
—Profesor...
—¿Sí, emisario?
—En estricto orden, la Patria se fundó en el año 2002.
Más noticias: el presidente Duque celebra que haya una red de cooperantes de 800.000 personas, reclutadas vaya uno a saber de qué manera: tiemblen, pues, los vendedores de empanadas: ya no tendrán cómo esconderse.
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Y por si no fueran noticias suficientes, ante la demora de Iván Duque por sancionar la JEP, el vicefiscal de la Corte Penal Internacional John Stewart advierte que no permitir ese marco legal podría “constituir un revés y tendríamos que considerar sus implicaciones”.
Yo lo leí como una amenaza: “Si hunden la JEP, entrará la Corte Penal Internacional, ya no otorgando penas sustitutas, sino penas de verdad”.
El asunto me preocupa, no por los miembros de las Farc, allá ellos, sino por el propio doctor Uribe.
No en vano es un líder colombiano importante, y sería infame entregarlo a las fauces de la Corte Penal Internacional para que pague sus supuestos crímenes, presuntamente cometidos –dios mediante, no- por culpa de la de guerra.
Sí. Reconozco que he tenido mis reparos frente a su persistente gestión política. Pero imaginarlo como un reo internacional, de enterizo color naranja mientras rinde cuentas en un estrado internacional, ofende mi propia dignidad. No en vano es un líder colombiano importante, y sería infame entregarlo a las fauces de la Corte Penal Internacional para que pague sus supuestos crímenes, presuntamente cometidos –dios mediante, no- por culpa de la de guerra. Porque no hablamos de crímenes pasionales de la época en que le robó el corazón a Clarita López, bandido, según confesó ella misma hace unos años: ah, pareja romántica, Romeo y Julieta de ideologías opuestas que paseaban observando atardecer mientras él explicaba la teoría de los tres huevitos y ella se sentía incómoda, porque suponía eran insinuaciones. No. Hablamos de crímenes de guerra (en caso de que se hayan cometido, naturalmente: dios mediante, no).
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Yo sé que a veces produce desazón pertenecer a un país que flexibiliza el uso y porte de armas, y restringe el uso y porte de empanadas: seríamos felices del modo contrario. Pero suceda lo que suceda, me niego a abandonar a Uribe ante la Corte Penal.
Por eso propongo, no solo que el presidente Duque firme cuanto antes la JEP, sino que el senador Uribe se someta a ella de inmediato, y pueda obtener los beneficios de la justicia transicional, en caso de que sea hallado responsable de algún delito. Dios mediante, no. Es una concesión a cambio de doblar la página del pasado. Que se le asignen penas sustitutas como asistir a cocteles bogotanos; restringir el uso del Twitter; usar zapatos; tomar aguardiente; aplazar el gustico; pronunciar la C de Farc; obligarlo a seguir la cuenta de Instagram de Juan Manuel Santos, para que observe con envidia su plácido retiro de abuelito.
Y, ya en caso extremo, someterlo a vender empanadas en la calle, para que pague de verdad: que las prepare con carnitas, con huesitos, con tres huevitos; que las ofrezca a la salida de los colegios, a los verificadores del Gobierno. Y que cruce los dedos para que no lo delate ninguno de los 800.000 informantes.
Esto es Colombia. A este ritmo de noticias insólitas duraremos lo que Ernesto Macías en el bachillerato. Dios mediante, no.