OPINIÓN ON-LINE
Periodismo, paz y más
Es bueno preguntarse por la forma como el periodismo puede contribuir ya no a narrar la guerra ni a cubrir el proceso de paz, sino a dar un paso más allá: conectar a un país que no se conoce.
Mucho se ha hablado sobre el papel de los medios de comunicación en las guerras, donde la primera víctima es la verdad y, la segunda, con frecuencia, el mensajero. Es más, me atrevo a decir que el periodismo ha sido una de las profesiones más violentadas a lo largo del conflicto colombiano.
El Centro Nacional de Memoria Histórica tiene datos recientes: entre 1977 y 2015 fueron asesinados 152 periodistas; el año pasado había 100 con medidas de protección por parte del Estado. Sobre esa cuerda floja, bajo fuego cruzado, más de uno ha tenido que ejercer y sobrevivir a su propio oficio.
El rol de los medios de comunicación es fundamental para el posconflicto, para los cambios en una sociedad. Así lo dijo esta semana Eamon Gilmore, enviado especial de la UE para la paz en Colombia y quien conoce bien el tema como responsable de la implementación de los acuerdos en Irlanda del Norte y de promover la reconciliación en su país.
En la misma línea está la Universidad para la Paz (ONU), que en 2013 publicó el documento “Twenty Years of Peacebuilding Media in Conflict, Strategic Framework”, en el cual recoge e identifica puntos coincidentes entre casos particulares –Bosnia, Afganistán, Irlanda, Liberia y más- donde se ha trabajado conscientemente en los medios para la Construcción de Paz. Además de interesante, el detalle está en que no limita a los “medios de comunicación” a la prensa, radio, tv y páginas de noticias de internet; tiene una mirada mucho más amplia sobre los espacios de comunicación clave para la reconciliación. En sentido similar, Peace Journalism dice que los medios de comunicación deben poner más atención a las historias de paz y desarrollos del posconflicto que al cubrimiento regular del conflicto. Es decir, un cambio de foco. En fin… literatura, ejemplos y herramientas hay. ¿Cómo aplicarlas a nuestro caso?
La experiencia me ha mostrado que la mejor forma es la que sea más incluyente: con todos los periodistas o comunicadores o content managers o jefes de prensa o como quieran llamarlos: todos aquellos de los cuales dependa recoger/dar buena información, a tiempo, sustentada, transparente. Y en todos los soportes: papel, digital, radio, multimedia, video, boletines impresos a dos tintas o full color. Porque el mundo del periodismo tiende a trazar una línea entre los que “sí son” y los demás, y en esa medida los talleres sobre contexto, ética, conflicto y paz, cubrimiento electoral, inversión pública o sencillamente redacción, quedan fuera del alcance de muchos que tienen labores de prensa y comunicación.
Localmente, organizaciones como Consejo de Redacción, FLIP, FNPI y el proyecto Antonio Nariño, entre otras, han aportado al tema con reflexión, herramientas y espacios de difusión para el cubrimiento del conflicto, el proceso de paz y los acuerdos. Pero creo que el enfoque “periodístico”, solo para periodistas en medios de comunicación, puede ser limitado en este contexto. Hay una cantidad de comunicadores sociales/periodistas que deben transitar entre vendedor de publicidad para tener espacio en el noticiero de la emisora local, reencauchador de noticias, reportero raso, promotor de eventos o redactor de comunicados oficiales.
Sería interesante, por ejemplo, que la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano diseñe talleres o seminarios para formar a los jefes de prensa de entidades que tienen el deber –como servidores públicos y ya no como jefes de prensa del candidato- de entregar información a todos los medios de comunicación por igual, enfocada en los temas institucionales más que en pulirle la imagen al jefe. Porque la información oficial bien hecha y oportuna hace parte de las fuentes que nutren al periodismo, ayuda a comprender lo que sucede (porque los periodistas tampoco somos sabelotodo), además de ser un derecho ciudadano y un elemento clave en un sistema democrático.
Un proceso de construcción de paz, en especial pensando en las zonas de consolidación, involucra no solo a los medios de comunicación locales (usualmente sin muchos recursos, inestables y marcados por la violencia), sino también la forma como los gobiernos rinden cuentas, comparten la información y despolitizan el acceso de los opositores a su gestión. Y pasa igualmente por la forma como las fuerzas armadas dan la información, facilitan el acceso o se refieren al “enemigo” una vez amistado, en ese lenguaje que Jaime Garzón caricaturizó tan bien con su “quemando central”.
Con la perspectiva del posconflicto, es bueno preguntarse por la forma como el periodismo puede contribuir ya no a narrar la guerra ni a cubrir el proceso de paz, sino a dar un paso más allá: conectar a un país que no se conoce, que requiere puentes para comprender al otro, que lleva más de 50 años viviendo con una retórica de discriminación y rótulos que ha sido obsoleta desde siempre y será muy contraproducente si de verdad queremos componer tanta comunicación rota.
Punto aparte: Hay que reconocer que el periodismo de televisión sabe hacer el show. En general y en particular el Noticiero RCN en el seguimiento hecho a la entrega de las ayudas para los guajiros. Estaba trabajando, con la tv de fondo para oír las noticias, cuando arranca una música tipo marcha triunfal que me sorprendió y lo logró: se robó mi atención. Pero también se ganó mi rechazo.
Entre las frases dichas por las enviadas especiales –como si estuvieran en un reality de Caracol en la Alta Guajira - anoté perlas como: “Esta es una fecha que cambia la historia de Puerto López”, “SOS Guajira le cambia el rostro a la gente”, “les pinta una sonrisa”, “la solidaridad de miles de colombianos que les llega por primera vez…” (¿por última?), “inundados de ayuda”… y una mano de lugares comunes de reinado de las donaciones, más al servicio de la promoción del canal que al de la información para el televidente.
Narraban que las caravanas habían encontrado niños de bajo peso… ¿Es que esperaban algo distinto cuando no es un secreto el drama humano que padece la zona? Todo grandilocuente, por lo que termina banalizado: hoy la Alta Guajira, maña Nariño, antier Cúcuta. La Patrulla Aérea, la Cruz Roja y los miles de colombianos que han donado y quienes no van de paso sino que la luchan todos los días, merecen más: seriedad.