OPINIÓN

Quién gana y quién pierde

Comenzar la tercera fase en medio de la campaña electoral será un gran anuncio para el país. En cambio, la prolongación de la segunda fase entrañará graves riesgos para la paz.

León Valencia, León Valencia
11 de mayo de 2013

¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde el inicio del proceso de paz? ¿Es poco o es mucho? ¿Cuándo debería terminar esta segunda fase? ¿Cuánto tiempo podría demorar la tercera fase? ¿Quién gana y quién pierde si la segunda fase no termina antes de las elecciones de 2014? Son las preguntas que campean sobre las negociaciones de La Habana. 

Alrededor de estos interrogantes hay una inocultable tensión. En cada conversación que he tenido con gente cercana al gobierno o a las Farc en los últimos días salta el tema. 

Los contactos se iniciaron en septiembre de 2010, un mes después de la posesión del presidente Santos. La fase exploratoria arrancó el 23 de febrero de 2012 en La Habana y culminó con el acuerdo general el 26 de agosto. La segunda fase tiene ya ocho meses. En poco tiempo estaremos cumpliendo tres años de diálogo. No es mucho para un conflicto de 50 años, dirán algunos. Es una eternidad dada la necesidad y la ansiedad que tiene el país de poner fin a la guerra, dirán otros. Un ejemplo: en El Salvador en dos años cerraron con éxito la segunda fase de la paz.

Pero una reflexión sobre el esquema de negociación adoptado quizás arroje luces para un manejo del tiempo que satisfaga al país, alivie las tensiones entre las partes y conjure una crisis imponderable del proceso de paz en los días cruciales de la campaña electoral. 

Ojo a esto señores de las Farc. En las negociaciones de paz del M-19, el EPL, la CRS y otros grupos, al comenzar los años noventa del siglo pasado, no hubo tercera fase. Las organizaciones guerrilleras dejaban sus territorios y se alejaban de su entorno social, se concentraban con sus armas en un sitio y allí adelantaban las conversaciones y concluían el acuerdo. Salían inmediatamente para Bogotá a la acción política. El proceso de paz había terminado. 

No es el caso en estas negociaciones. Cuando el presidente Santos y Timochenko le pongan la firma al compromiso de terminar la guerra y de realizar algunos cambios políticos y sociales, cuando el país vea esa potente imagen, apenas estará comenzando la paz. Los frentes guerrilleros tendrán las armas en las manos, estarán en sus territorios y conservarán los nexos con los grupos sociales que los han apoyado. 

En ese momento se dará la largada a la refrendación ciudadana de los acuerdos, al cese bilateral de las hostilidades, a la desmovilización de los efectivos y a la dejación de las armas. También se echarán a andar las reformas acordadas. Se entiende, además, que esta vez la región y el municipio serán el escenario de este proceso. Tendremos, sin duda, una tercera fase larga y dispendiosa para sentar las bases de una paz estable y duradera.

Comenzar la tercera fase en medio de la campaña electoral será un gran anuncio para el país. Un ambiente favorable para la contienda política. En cambio la prolongación de la segunda fase y la persistencia de las hostilidades entrañarán graves riesgos para la paz. Cada diferencia en la mesa y cada incidente armado serán utilizados por los enemigos de las negociaciones. Las fuerzas oscuras, que no son pocas, podrían urdir tenebrosas acciones para impedir que avance la reconciliación. Pierden Santos y las Farc, gana Uribe. 

Con el cierre de la segunda fase antes de terminar 2013 gana Santos, no hay duda. Pero también ganan las Farc, que podrían convertirse directa o indirectamente en protagonistas de las elecciones de 2014. Gana el país que tendría elecciones más tranquilas. Pierden y de manera ostensible Uribe y quienes se oponen a las negociaciones de La Habana.

Esto implicaría un cambio en la lógica de las conversaciones. Hasta el momento las partes llegan a la mesa con sus posiciones y en el intercambio empiezan a ceder y a buscar puntos de acuerdo. En adelante deberían llegar a las reuniones con fórmulas de conciliación, con propuestas que tengan en cuenta los puntos de vista de la contraparte. Cada delegación haría un gran esfuerzo por fuera de la mesa para acortar las distancias. 

Nota. Con la liberación inmediata del canadiense Jernoc Wobert y la declinación del secuestro, el ELN abriría las puertas de la negociación, tal como lo hicieron las Farc.

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