Retrato de un oportunista
Resulta inexplicable que ahora cuando la justicia se acerca a las respuestas en el caso del palacio de justicia, Petro quiera sacarle kilometraje politico a la investigación.
Dos Petros habitan en Gustavo. Uno es capaz de hacer valerosas denuncias como senador, de jugarse la vida enfrentando sólo con su palabra a la mafia que se ha tomado la política, de investigar rigurosamente los abusos del poder. El otro se alía con los que acaba de denunciar, traiciona a quienes le creen y entrega el pensamiento por un voto.
La última manifestación del oportunismo de Petro, tuvo lugar hace apenas unos días.
En un curioso malabar, el candidato del Polo quiso pasar de victimario a víctima en el caso del Palacio de Justicia. Buscó apropiarse por raponazo de la causa de las familias que 25 años después siguen buscando la verdad de unos hechos que empezaron con la toma criminal de la sede judicial por parte del M-19, de cuya dirección nacional hacía parte Petro.
Gustavo Petro estaba preso cuando sucedieron esos hechos, es verdad. Su responsabilidad judicial se extinguió gracias a una amnistía que en buena hora permitió la reinserción de ese grupo guerrillero, pero su responsabilidad política sigue vigente.
Por eso resulta inexplicable que ahora, cuando la justicia por fin se acerca a respuestas en los casos de los asesinados magistrados Carlos Horacio Urán y Manuel Gaona Cruz, Petro quiera sacarle kilometraje político a la investigación.
Sin el menor rubor, Petro quiere apropiarse de esas víctimas.
Su nueva estrategia quedó en evidencia en una noticia publicada por El Espectador: "Para el hoy candidato presidencial y ex insurgente del EME, Gustavo Petro, resulta sospechoso que dos hombres que mostraron compromiso con ciertas reivindicaciones sociales y que fueron maestros suyos en la Universidad Externado, como Gaona y Urán, hayan terminado muertos en idénticas condiciones, iguales a las del ex comandante guerrillero Andrés Almarales".
Horas después de la publicación, la viuda de Urán rectificó a Petro en un correo electrónico, que hasta ahora no ha reseñado la prensa. La profesora Ana María Bidegaín, señaló: "¿Por qué son todos tan mentirosos, siempre buscando sacar ventajas a su favor? Carlos Horacio nunca enseñó en el Externado y no creo que se cruzara con Petro. Enseñó en la Universidad de Antioquia y en la Javeriana".
Petro no ha dicho una palabra al respecto. Confía en que nadie haya percibido su mentira oportuna para cambiar el foco de atención, en época electoral.
Con mentiras similares, Petro ha justificado alianzas suyas con sectores oscuros para poner un comisionado de televisión o un magistrado del Consejo Nacional Electoral, o para elegir a Alejandro Ordóñez como Procurador General de la Nación.
Con cinismo Petro argumentó su apoyo a Ordóñez: "Yo no puedo señalar a alguien por ser católico. Yo entré a la izquierda por admiración a San Francisco de Asís. Eso sería irme en contra de la diversidad y el pluralismo que defiende la izquierda democrática"
En contra de lo que sostiene Petro, y el propio Procurador, nadie le reclama a Ordóñez por su catolicismo. Sino por ser un fanático quemalibros que usa su cargo para proteger a los peces gordos del uribismo y perseguir a sus contradictores.
Las razones de Petro no fueron de diversidad y pluralismo, causas que mal puede encarnar alguien como Ordóñez. Lo que Gustavo Petro realmente buscaba era una cuota burocrática, que consiguió.
Como cualquier Cáceres, Petro tiene su hombre en la Procuraduría.
Se trata de Diego Bravo Borda, procurador segundo delegado ante el Consejo de Estado. Un político que trató de ser candidato liberal a la Gobernación de Cundinamarca y terminó hace dos años como representante de una facción del Polo Democrático en la carrera por la Personería de Bogotá, que ganó el inefable Francisco Rojas Birry.
Por cierto, Bravo, quien en 2007 en un escrito a El Tiempo defiende ardorosamente a Petro, vio frustrada su aspiración a la Personería cuando un periodista descubrió que -por irregularidades en una licitación- había sido multado por la Procuraduría, institución a la que hoy representa.