OPINIÓN

La salida indigna de Santos

Cuál es el momento actual de la nación y la sociedad, en medio de principios minimizados, instituciones burladas, una democracia golpeada y un pueblo irrespetado.

Viviana Manrique Zuluaga, Viviana Manrique Zuluaga
14 de enero de 2014

Cuando un gobernante pronuncia argumentos o conclusiones de Estado, se presume que representa e interpreta la voluntad de la mayoría. Para el caso del presidente Santos, sus frases han sido en general desafortunadas y alineadas con una minoría, durante sus años de gobierno. Lo que nos genera dolor y tristeza a los electores. Si pensamos más allá y en medio del proceso de paz en que nos encontramos, pensaríamos que se requiere de mayor reflexión, consideración y menos trivialidad para interpretar y representar la voluntad de un pueblo.

Es por esto que he tomado tan sólo dos frases pronunciadas por nuestro presidente en los últimos días, que me dejan dudas y me obligan a reflexionar sobre el momento en que nos encontramos como nación y como sociedad, en medio de principios minimizados, instituciones burladas, una democracia golpeada y un pueblo irrespetado. La llamada “mermelada” de este gobierno no deja sino cuestionamientos y arrepentimiento respecto al gobierno y el Congreso que elegimos en el 2010, esto hace parte de lo que se podría definir como indignidad. 

Cuando respecto al proceso de La Habana afirma el presidente Santos que “nadie está sometiendo a la contraparte a que se arrodille y se rinda, estamos dando una salida digna, que es como terminan todos los conflictos”. Quedan varias reflexiones después de leerla y releerla con atención:

  1. ¿Cuál es el concepto de dignidad de Santos, negociar los intereses superiores de la nación?
  2. ¿La dignidad es dejar que a los criminales no se les aplique la ley y a los demás ciudadanos si? ¿Qué pasa con las penas contenidas en el código penal, que pasa con las órdenes de captura y extradiciones de los voceros de las FARC en La Habana. Hay tantas excepciones que el imperio de la ley desaparece?
  3. ¿La dignidad se traduce en que los colombianos que queremos aportar al país a través de la política debemos realizar campaña, cumplir los requerimientos del Consejo Nacional Electoral y de la Registraduria, mientras los guerrilleros de las FARC quedan exentos de los requisitos electorales?
  4. ¿La dignidad es que el narcotráfico y todos sus efectos, que nos ha marcado mundialmente por más de 50 años, hoy se reduce en pocos meses de discusión con legalización de la droga y reservas campesinas? ¿De premio a los guerrilleros y de castigo a los colombianos de bien que han sido víctimas de este flagelo?
  5. ¿La dignidad es cuando se negocia sin dejación ni entrega de armas, con treguas que se incumplen todo el tiempo y con hostilidades a la sociedad civil. Donde queda el valor de la vida del ciudadano, del campesino, del policía, del militar?, en medio de este proceso de paz la vida vale menos?


Estas ideas y reflexiones me dejan un sinsabor que sugiere que este proceso encierra un vuelco a la institucionalidad y a los principios de nuestro Estado de derecho, un gobierno que  con la idea de hacer un proceso de paz cede ante cualquier petición o interés de los guerrilleros de las FARC.

Que aun cuando incumplen todo acuerdo en materia de hostilidades se continua en la mesa, los ciudadanos no entendemos eso, preferimos reglas claras, acuerdos públicos y una mano fuerte del gobierno y nuestro presidente, muchos extrañamos “la mano fuerte y el corazón grande” de Álvaro Uribe.

Otra frase de nuestro presidente Santos, “Colombia quiere la paz porque esta aburrida de la guerra”, todos queremos la paz como seremos humanos, pero no porque nos aburra la guerra (que trivialidad), sino porque queremos tranquilidad, calidad de vida,  vivir con nuestras familias, cumplir nuestros sueños. No queremos sufrir, no queremos ver a nuestros seres queridos morir día tras día, ser desplazados, perder nuestra tierra, mientras las FARC se broncean en un yate en La Habana, aludiendo que tienen “derecho a descansar” y gozando de todo tipo de privilegios.

El problema no está en el deseo de la paz, está en la manera como los seres humanos la logramos. Los grandes procesos de paz han tenido características y realidades propias que los han caracterizado conforme a su historia y a sus particularidades. Cada proceso se diferencia de los demás por su contexto y detalles. La paz no se reduce a salir del conflicto de cualquier manera, es solucionar los problemas, las diferencias, pero con equilibrio y contrapesos.

La dignidad de una nación no está en llegar a la paz superando un conflicto, ganarse el premio nobel de paz y pasar la página, es mas allá, está en lograr la paz en medio del respeto a los nacionales y a sus principios políticos. Para el caso colombiano, la dignidad se debe referir al respeto a nuestra democracia, a nuestras instituciones, a la justicia, al imperio de la ley, a nuestra historia. 

La dignidad nacional implica tener el valor de decir no, de levantarse de la mesa sin temor a fracasar, de levantarse defendiendo los principios y valores superiores, de exigir con autoridad, de poner al pueblo por encima de intereses electorales. Cuando el amor a la patria de un gobernante se sobrepone a sus intereses personales. 

Como decía Jose Martí “vale más un minuto de pie que una vida de rodillas”. Nuestro país vale más que un proceso de paz improvisado, con acuerdos ocultos, con intereses electorales, con instituciones cuestionadas. Tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo el próximo 9 de marzo, para no avergonzarnos de nuestros gobernantes, tenemos los hechos sobre la mesa solo debemos decidir con nuestro voto. 

Los colombianos valemos más, tenemos derechos y queremos que se le dé dignidad y no trivialidad a nuestra patria. Una dignidad real y no la que se pretende en La Habana. Debemos recuperar nuestras instituciones, acabar con la corrupción y hacer respetar la ley con equidad, sin excepciones. Gobernantes que representen nuestro pueblo colombiano.

En Twitter: @vmanriquezul

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