OPINIÓN

La crisis de Ucrania y el pulso de las potencias

Tras la crisis política de Ucrania, ni a Europa ni a Rusia no les conviene una “guerra” energética.

José E. Mosquera, José E. Mosquera
16 de abril de 2014

Los vínculos históricos, políticos, étnicos y culturales entre Rusia y Ucrania van más allá de los trazados fronterizos dado que Kiev la capital de Ucrania fue la primera capital del imperio ruso en el siglo X. De hecho, más de un tercio de la población ucraniana es rusa y habla ruso. 

La configuración política de Ucrania como Estado ha sido ancestralmente frágil debido a las profundas diferencias étnicas y culturales entre sus pobladores. En efecto, han sido frecuentes los movimientos nacionalistas separatistas. Por esas razones y otras de índoles políticas y comerciales desde la caída del imperio soviético, las regiones del este y el sur han mantenido nexos muy estrechos con Rusia. Entre tanto las regiones del oeste son más proclives a mantener vínculos con Europa. 

La proclamación por parte de fuerzas prorrusas de la República Popular de Donetsk en el este del país no es un movimiento aislado, sino que hace parte del libreto de los intereses estratégicos del Kremlin desde la caída del régimen soviético, en todos los países que formaron parte de su imperio.

Ahora desde la desintegración de la URSS, EE. UU. y sus aliados de la UE han pretendido que Ucrania forme parte de la OTAN con el fin de convertir su territorio en un cinturón de seguridad para la defensa de sus intereses en Asia.

Para EE. UU. y sus aliados de la OTAN, Ucrania es un territorio clave en el tablero geopolítico de las disputas por el control de los recursos energéticos del Cáucaso, el Mar Negro y  en general en Asia. En cambio para Moscú hace parte de su zona estratégica de defensa. Por eso desde que llegó al poder Vladimir Putin, su política exterior se ha orientado a devolverle a Rusia su estatus de potencia que  tuvo en el siglo XX y a contener hasta cierto punto los avances de la OTAN sobre sus territorios estratégicos y Ucrania es uno de ellos.

Por los intereses estratégicos de Rusia, EE. UU. y la UE, Ucrania en los últimos años se ha convertido en teatro de sus disputas internacionales y en un Estado fraccionado entre los Partidos y líderes políticos prooccidentales que reciben apoyo de EE. UU. y de la UE y los prorrusos que reciben respaldo de Moscú. 

Europa y Rusia no quieren perder la torta del mercado de 45 millones de consumidores ucranianos. En consecuencia, la mitad de los ucranianos apoyan el ingreso a la OTAN y la firma de un TLC con la UE., pero la otra mitad se opone y aboga mantener sus vínculos con Moscú y, sobre todo una unión aduanera

Por las rivalidades de EE.UU, la UE y Moscú por el control del territorio ucraniano, Ucrania es un país que está al borde de una guerra civil y en bancarrota. Según el FMI para su rescate económico necesita por lo menos 35 mil millones de dólares.
Su crisis política ha puesto sobre el tapete de la geopolítica mundial un lío energético de marca mayor, la vulnerabilidad energética de Europa.  Es claro que tanto a la UE como a Rusia no les conviene entrar en una “guerra” energética por el suministro de gas. 

De allí se desprenden las tímidas movidas de Europa con respecto a las sanciones que quiere Washington imponerle a Rusia, tras la agudización del conflicto con Ucrania por la anexión de Crimea y el apoyo a los movimientos separatistas ucranianos.

El comercio entre EE. UU. y Rusia es de 38.100 millones de dólares anuales, mientras que entre el de la UE y Moscú es de 330.000 millones de dólares al año, la UE es el principal socio comercial de Moscú y los rusos son a la vez el cuarto mercado para los europeos. 

Rusia suministra el 27 % del uranio que necesita la UE y enriquece el 41 % del uranio europeo. Además, Europa importa de Rusia el 48% del petrolero y el gas que consume y el 76% de las exportaciones rusas de estos hidrocarburos van a Europa. Entonces, la suspensión del suministro de petróleo y gas por parte de Rusia a Europa, significaría para la economía rusa perder el 54 % de los ingresos por exportaciones que representan el 47 % del presupuesto federal ruso.  Pese a la dependencia energética de Europa de Rusia, el 80 % de las inversiones extranjeras en Rusia son europeas, las cuales representan más del 4 % del PIB ruso. En conclusión: la dependencia entre rusos y europeos es mutua.

En Twitter: @j15mosquera
jemosquera@une.net.co

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