¿VERRACO O BERRACO?

Semana
20 de junio de 1988

La otra noche, en el noticiero de la televisión, presentaron una entrevista con un hombre emprendedor, pintoresco y locuaz, de camisa negra y corbata blanca, que acababa de ser nombrado inspector de policía en una vereda del Risaralda. Tal vez por su carácter resuelto, por propaganda turística o por el nombre de la localidad donde vive, el nuevo funcionario resolvió tomar para si el calificativo de "El Verraco de Guacas".
Quién dijo miedo: salir el ciudadano en los televisores, y armarse de inmediato un polvorín de implicaciones ortográficas y geográficas, fue una sola revolución. En seguida, cuando aún la pantalla de vidrio estaba caliente, se encendió como rescoldo una vieja y apasionante discusión colombiana que enfrenta a dos bandos irreconciliables. Resucitaron los partidarios de escribir verraco y los defensores de berraco.
Les ruego no reirse y ponerle seriedad al asunto, porque en este país de violentos la diferencia entre una b y otra v puede provocar una guerra civil. Por motivos menos importantes se soliviantaba cada quince días en Popayán, cuando amanecía con el hígado revuelto, mi general Tomás Cipriano de Mosquera.
La polémica que se armó con la palabreja no es nada si se le compara con la airada reacción de los antioqueños. El orgullo regional saltó en pedazos. Rodrigo un amigo mío que vive en Medellín, intelectual aficionado a las lecturas antiguas, me llamó por teléfono con la voz temblorosa por la cólera.
-Lo grave -me dijo Rodrigo- no es si se escribe con la letra larga o la corta. Lo imperdonable es que se dejen engañar los periodistas. Guaca, que no lleva s al final, no es ese pueblo cercano a Pereira, sino una pequeña ciudad de Antioquia.
A mí me dio la impresión, en vista de la gravedad del problema, de que Rodrigo estaba a punto de convocar de nuevo las huestes incontenibles de la República Independiente de Antioquia, para proclamar el federalismo y recuperar su honor mancillado. Después supe que la población paisa que hoy se llama Heliconia era Guaca en la antiguedad. Y no sólo reclaman, barbera en mano y escapulario al cuello, la paternidad del verraco de la historia, sino que, además, sostienen que del nombre de su tierra se origina otra palabra. Dicen que fueron sus habitantes los primeros en dedicarse a saquear entierros y tesoros indígenas, convirtiéndose en pioneros de una actividad que hoy todo el país conoce, precisamente, con el nombre de guaquería
Bueno: allá ellos con su conflicto regional. Mientras se ponen de acuerdo los paisas de uno y otro departamento, yo voy a volver sobre el gravísimo y sesudo problema de la ortografía. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, lisa y llanamente, se limita a decir que verraco, con v, proviene del latin "verres" y es el cerdo padre. Ni una palabra más. Sospecho que los casposos académicos, tan ecuánimes siempre, no quieren meterse en la pelotera colombiana. Sensata decisión.
Quise saber lo que dice sobre el particular Mario Alario Di Filippo, en su formidable "Lexicón de Colombianismos", pero lo único que logré fue descubrir que alguien se robó el libro de mi escritorio. Ni siquiera sé dónde puedo comprarlo. Que le haga buen provecho al berraco que se lo llevó.
El silencio del diccionario sobre el particular confirma que verraco o berraco es un término típicamente colombiano en el sentido que aquí le damos, tan amplio y tan útil: el mejor, el as, el superior, el furioso, lo increíble, lo fascinante, o cualquier otra cosa que uno quiera decir, incluyendo el aumentativo berraquísimo y los derivados como emberracado o berraquera.
Yo creo, hablando acá en la cocina, que alguien debe proponer la inclusión de la palabra en la reforma constitucional que se está discutiendo. Hace muchos años, en un paraje costeño situado en medio del mar embravecido -o emberracado, en fin-, más allá de Cartagena, por donde viájaban las lanchas que nos llevaban de San Bernardo del Viento al colegio, se hablaba de "El Berraco de Tigua", un marinero que era capaz de capear los temporales que arrasaban esteros y cantiles.
¿Cuál fue primero: el berraco de Guaca, el berraco de Guacas o el berraco de Tigua? Me limito a hacer la pregunta. La respuesta que la busque otro porque esa pelea no me la gano yo. Dios me libre de un paisa emberracado. O verriondo. Pero esa es harina de otro costal.
Finalmente: ustedes habrán notado que, a pesar de que todavía no ha sido dirimido el conflicto, yo prefiero escribir "berraco", en el sentido colombiano de la expresión, en vez de "verraco", aunque la Academia diga lo que le dé la gana. Lo hago por una razón muy sencilla: porque una palabra tan berraca no se puede escribir con una "v" corta...

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