LA EMINENCIA GRIS

Gustavo Vasco, filántropo y empresario con pasado comunista, es el hombre de confianza del presidente Barco.

22 de septiembre de 1986

Aunque son apenas las siete de la mañana, tres teléfonos repican al mismo tiempo en la oficina del segundo piso de esta amplia casa, rodeada de árboles en una calle cerrada de la carrera octava con 91 en el norte de Bogotá. Por lo menos dos de las llamadas son de larga distancia. El hombre que detrás de un convencional escritorio oscuro y de madera responde las llamadas, no se desespera. Ni siquiera cuando le informan que en el primer piso hay ya varias personas esperando. En medio de un ambiente sobrio donde nada falta y tampoco nada sobra: un cuadro aquí, una escultura allá y el sabor intelectual de los libros que se notan frencuentemente consultados, transcurren las primeras horas de una jornada sin tregua. Por momentos se escucha al fondo el sonido de un piano.
Canoso, recién bañado, la prensa ya leída, Gustavo Vasco, con 60 años recién cumplidos, se dispone a atender su primera cita: un desayuno con arepa incluida, que revela su ancestro paisa. A pesar de ser un día común y corriente de trabajo, Vasco no usa corbata, sino un suéter que sólo deja al descubierto el cuello de una camisa siempre a rayas. En tono persuasivo, fuerte pero amable,imparte instrucciones por un teléfono y luego solicita información por otro. Es parte de una rutina que, en los últimos tiempos, se ha vuelto más intensa. Y no es para menos. Apenas diez días después de la posesión de uno de sus mejores amigos como Presidente de la República, Vasco, que había permanecido en la sombra durante la campaña se ha vuelto noticia. Pero no por un nombramiento en un cargo importante, sino porque algunos de los más importantes columnistas del país lo han señalado como la eminencia gris del nuevo gobierno. Como tal, no podía escapar a conceptos encontrados. Mientras D'Artagnan, desde la página editorial de El Tiempo, se refiere a él como "el poder real detrás del trono" y lo muestra como descomplicado, sencillo y discreto, Antonio Caballero, desde El Espectador, en pocas pero venenosas líneas, cuestiona que un hombre sin una responsabilidad concreta en el gobierno, esté mandando el país desde la calle 91.
Sin embargo, hay quienes sostienen que no es la única figura detrás del presidente Virgilio Barco. Nombres como los de Enrique Peñalosa, Juan José Turbay y Mario Latorre se mencionan también en el mismo sentido. Pero la verdad, es que ninguno como Vasco está tan cerca del nuevo mandatario.

EL PODER DEL ACCESO
¿En qué radica el poder que unánimemente se le atribuye? La respuesta es más sencilla de lo que parece. Como lo ha podido comprobar el país durante muchos años, Barco es un hombre hermético, distante, de pocas palabras y quizás uno de las figuras más inaccesibles que ha llegado a la Presidencia. Sin embargo, Vasco logró, desde que lo conoció a principios de los años 60, un grado de confianza que le permitió ese acceso en el cual radica hoy su incuestionable poder. Pero esa confianza sola no es suficiente. Barco encontró en él, como lo han encontrado personajes tan disímiles como Fanny Mikey y Julio Mario Santodomingo, a un extraordinario consejero. En términos generales, Vasco es un hombre que escucha, agarra los problemas al vuelo, los desmenuza, hace las veces de abogado del diablo, y como se decía del viejo Rockefeller, ve siempre adelante de los otros y a la vuelta de la esquina. Esa capacidad de ver lo que nadie ve ha sido en los negocios, lo mismo que en la política -y según algunos de sus amigos también en el amor-, la cualidad que le convierte en fuente obligada de consulta. En el caso específico del gobierno de Barco, quienes lo conocen aseguran que Vasco "es un tipo que tiene en la cabeza lo que debe ser un gobierno ideal, con las prioridades claramente establecidas y el olfato para descubrir los talones de Aquiles".
Sin embargo, teniendo en cuenta muchas experiencias del pasado, tener tanto poder sobre el poder a veces resulta peligroso y, por lo general, impopular (ver recuadro). La imagen que en la historia han proyectado las eminencias grises como personas que en muchas oportunidades aprovecharon su posición para beneficio personal o para hacer daño a los enemigos, ha determinado que el concepto "eminencia gris" contenga una carga negativa. Sin embargo, el caso de Vasco parece salirse de la norma. Amigos y enemigos del gobierno que conocen a Vasco, coinciden en señalar como algo positivo su cercanía al Presidente. "A diferencia de otros hombres que han ejercido su influencia en mandatarios anteriores, Vasco es un hombre ponderado y sin rencores".
Y es que, en realidad, el meollo del asunto del poder detrás del trono no radica en resolver si es bueno o malo que alguien sea tan poderoso, sino en si ese alguien es persona equilibrada y prudente.

LA HOJA DE VIDA
¿Pero quién es realmente este hombre que a lo largo de muchos años ha convencido a tirios y troyanos?
Nacido en Caldas, Antioquia, en 1926, Vasco es el hijo de un negociante que, en sociedad con sus hermanos, estableció almacenes de ropa en Caldas, La Estrella y, finalmente, Medellín. En la capital antioqueña se educó con los jesuitas en el mismo colegio San Ignacio del que, años antes, se había graduado Mariano Ospina Pérez. En el año 1943 viajó a Bogotá y se instaló en las residencias de la Universidad Nacional como estudiante de la facultad de Derecho. Poco después abandonó las residencias cuando su padre se vino a la capital y montó su siempre próspero almacén en el costado de la Plaza de Bolívar donde hoy queda el Palacio de Justicia,y que no escapó a los incendios que consumieron el centro de la ciudad el 9 de abril de 1948.
Como muchos intelectuales de la época y sin haber terminado su carrera de Derecho, Vasco decidió un año después abandonar el pais tras el sueño parisino. Después de un viaje en barco y tras una prolongada escala en La Habana, llegó al Viejo Continente. Con una desvencijada maleta por todo capital y sin saber una palabra de francés, se bajó del tren en la Gare de Lyon y se hospedó en un hotel que, para entonces, ya había sido "tomado" por colombianos. Después de seguir un acelerado curso de francés, ingresó al legendario instituto de estudios políticos de París (Science-Po), donde lo picó "el gusanillo del antifascismo izquierdoso de la Francia de post-guerra". Su mejor amigo entonces era el poeta Jorge Gaitán Durán, en cuya compañía conoció a una pareja de estudiantes brasileras, hijas de inmigrantes rusos que se habían instalado en Río de Janeiro desde 1915, Dina y Sylvia Moscovitz. Dos años después, Jorge se casaría con Dina y Gustavo con Sylvia. Para ese momento, Vasco era ya un comunista convencido que vendía L'Humanité, el periódico del PC francés, y se movía en el círculo de los intelectuales latinoamericanos que habían encontrado en París la capital de la bohemia y el exilio.
Sylvia, a su vez, era una adelantada estudiante de música, también militante comunista, que años antes se había graduado de odontologa en Río de Janeiro, carrera que había dejado para trasladarse a la "ciudad luz" , después de ganar una beca que le permitía hacer parte del exclusivo grupo de alumnos de canto de la famosa Irene Joaquim. En una época inolvidable, llego a alternar con Pablo Neruda en un café concierto, en donde el famoso poeta chileno recitaba sus versos y ella cantaba a Brahms y Schubert.
A finales del 1951, Vasco y su esposa viajaron a Colombia. Eran los duros años de la dictadura de Laureano Gómez. Su regreso a la facultad de Derecho para terminar sus estudios, estuvo marcado por una activa militancia política en el Partido Comunista, en cuyo seno Vasco fue ganando fama como redactor de manifiestos y eficiente pega-carteles. Bajo la dictadura del general Rojas Pinilla, fue encarcelado en dos oportunidades, una de ellas en La Picota durante seis meses, mientras nacía Mauricio, el menor de sus tres hijos. Por esa época se hicieron famosos los graffittis que pedían en los muros de Bogotá "Libertad para Vasco" (ver recuadro). Su segundo arresto duró sólo dos meses y terminó el mismo 10 de mayo, cuando la Junta Militar derrocó a Rojas Pinilla. Al salir de la cárcel, Vasco empezó a trabajar como abogado y profesor de Derecho Internacional en la Universidad Libre, iniciando una carrera de catedrático que habría de durar más de dos años. Su compañero de bufete era un prestigioso abogado penalista de la época, actual embajador en Costa Rica, Gil Miller Puyo Jaramillo, casado con su única hermana, Lucía.

LA BOHEMIA
Hacia 1960, la casa de los Vasco en la carrera 12, entre calles 24 y 26, se había convertido en el centro de la actividad intelectual y bohemia de la capital. En fiestas interminables para las cuales daba lo mismo un lunes que un sábado, se bebía, se discutía, se bailaba y se flirteaba. Fanny Mikey, quien había llegado a Colombia en 1959, recuerda que "en su casa estaba siempre toda la gente que valía la pena ver: el periodista de moda, el pintor de moda y también la prostituta de moda". De esa época data su fama de filántropo y de mecenas, protector de los Enrique Buenaventura, las Delia Zapata y Leonor Gonzalez Mina, los Ramírez Villamizar y tanta gente que estaba comenzando a revolucionar el mundo artístico de Colombia. Años después, serviria de garante de todas las operaciones crediticias que permitieron crear el Teatro Nacional.
Paralelamente, crecia su prestigio de abogado. A mediados de los 60 y después de haber dejado atrás su militancia comunista y de haberse convertido con Alvaro Uribe Rueda y Francisco Zuleta en uno de los intelectuales de línea dura del MRL, se vinculó como abogado asesor a Petroquímica del Atlántico, una de las más importantes empresas del Grupo Santodomingo. En este carga se hizo fuerte en un tema que muchos no saben que domina: la cuestión energética. Eso explica su presencia, años después y por largo tiempo, en la Comisión Nacional de Energía. Poco a poco, y tal vez sin darse cuenta, Vasco fue culminando un proceso que siguieron muchos intelectuales de su generación en esa época: de la ortodoxa posición comunista a una actitud más moderada, pero siempre democrática y antifascista.
Su carrera en el Grupo Santodomingo y su amistad con Julio Mario, lo condujeron a posiciones cada vez más importantes, primero como miembro de la junta directiva de Bavaria y en 1975 como presidente de la Nacional de Seguros.
En 1980, y a raíz de la compra del Banco Comercial Antioqueño por parte del Grupo Santodomingo, fue encargado de lo que, según Augusto López, actual hombre fuerte de Santodomingo y presidente de Bavaria, era una de las misiones más difíciles en la historia de este conglomerado empresarial: sacar a flote a Colseguros, compañía que, pese a su imagen de solidez, atravesaba por una seria crisis financiera. Todo esto hizo que se recibiera con sorpresa en el mundo de los negocios su retiro del Grupo a principios de 1982. La verdad es que un enfrentamiento personal con el entonces hombre fuerte del Grupo, Carlos Cure, lo llevó a tomar la decisión de abandonar los círculos empresariales y volver a la academia. Sin embargo, no lo hizo como profesor, sino como estudiante. Viajó a Atlanta, donde reside su hija mayor, y emprendió con entusiasmo y bajo el lema de "nunca es tarde", la tarea de aprender inglés.

EL EMBARQUE
Antes de obterner la visa para viajar a los Estados Unidos, tuvo que borrar la última huella de su antigua "matrícula roja". Su nombre aparecía en la lista negra del gobierno norteamericano debido a su pasado comunista. Según algunos, en esto fue fundamental la intervención del entonces embajador de Colombia en Washington, Virgilio Barco.
Vasco lo había conocido en 1958, cuando el político nortesantandereano estaba a punto de convertirse en uno de los ministros más jóvenes del primer gobierno del Frente Nacional. Fue el escultor Eduardo Ramírez Villamizar, nortesantandereano también, quien los presentó durante una reunión en su casa. Desde entonces, la relación Barco-Vasco habría de estrecharse cada vez más, a tal punto que Vasco participó de cerca en las actividades políticas de Barco y cuando la alcaldía del "cuando toca toca", a fines de los 60, era identificado ya como uno de los hombres del burgomaestre.
Vasco, quien nunca ha sido funcionario público, ha estado siempre al lado del actual presidente, desempeñando su legendario papel de consejero. No sólo en la frustrada precandidatura del 81, sino en la triunfante campaña del 86. En ésta, estuvo a cargo del debate electoral en Bogotá, que llevó a cabo de manera muy técnica, con computador, ficheros de cada dirigente y mucha presencia en barrios donde hasta hace poco todavía no se habian borrado del todo los viejos graffittis de "Libertad para Vasco". El éxito de esta campaña, los 800 mil votos en las presidenciales en Bogotá y Cundinamarca, no fueron otra cosa que la confirmación de su excelente trabajo que muchos llaman "la gerencia de la campaña" en esta zona del país.
En medio de todas estas actividades que han marcado su vida, Vasco siempre ha encontrado tiempo para hacer lo que más le gusta: leer. Leer de todo, pero por "gomas". Cuando le da por un tema, lee cuanto libro encuentra al respecto, hasta que lo agota. Por eso no es raro oírlo hablar con propiedad sobre temas tan disimiles como la informática y la ópera. Su pasión por la música es igualmente conocida, aparte de haber sido permanentemente alentada por su esposa, quien a lo largo de los últimos 25 años se ha desempeñado como profesora privada y del Conservatorio de la Nacional. En este terreno, Vasco también es víctima de las obsesiones, que van desde largas temporadas dedicadas a la música sinfónica, hasta pasiones más recientes como el gusto por Astor Piazzolla.
Una pasión menos culta quizá, pero no por ello menos pasión, es el fútbol. Juniorista desde la época en que su trabajo en Petroquímica del Atlántico lo obligaba a viajar semanalmente a Barranquilla, ha asistido a los dos mundiales que se han celebrado en México. Recuerdan quienes lo acompañaban esa tarde, que fue el primer espectador en ponerse de pie como un resorte y gritar: "¡Es mano, es mano!, ante el famoso gol que Maradona le anotó al arquero inglés Shilton durante el último mundial en junio pasado.
Sin embargo, sus reacciones no son siempre tan automáticas. Su sello característico es la tranquilidad para enfrentar hasta el más grave de los problemas. En medio de una acalorada discusión, siempre aparece su calma. Durante el cuatrienio que apenas comienza y que seguramente no estará exento de mar picado y algunas tempestades, es probable que en las alturas del poder, la ecuanimidad de la nueva eminencia gris tenga que ponerse a prueba en más de una oportunidad.

"LIBERTAD PARA VASCO"
Los viejos camaradas del Partido Comunista colombiano no se ponen de acuerdo sobre la fecha del ingreso de Gustavo Vasco a esa agrupación política. Unos aseguran que Vasco hizo sus pinitos en la Juventud Comunista antes de viajar a París en 1949, pero otros sostienen que esos primeros contactos con el PC, como estudiante de derecho de la Universidad Nacional, fueron apenas esporádicos y que su verdadera militancia sólo se inició a su regreso de Francia en 1952.
En lo que todos están de acuerdo es en que Vasco nunca tuvo un cargo importante en el partido, aunque se convirtió en muy buen amigo del eterno secretario general, Gilberto Vieira, quien veía "madera" en ese muchacho. Hay quienes sostienen además que durante algunos meses en Bucaramanga, llegó a ser el "número 2" del para esa época disidente del PC, Luis Morantes, más conocido hoy como Jacobo Arenas.
Entre las anécdotas de esos primeros años de militancia, Nicolás Buenaventura recuerda que una vez, después de un arresto de algunos días, Vasco, quien era un hombre más bien serio y muy ortodoxo, hizo gala de su sentido del humor, después de que su madre le dijera: "Mijo, lo más triste es que te estén endilgando que recibes el oro de Moscú" a lo que Vasco respondió: "Lo más triste no es que me lo endilguen, sino que no sea cierto". Los compañeros de entonces no estaban acostumbrados a estas salidas humorísticas. Lo recuerdan como alguien dogmático y sectario, lo que llamaban "un cuadrado", que citaba a reuniones a las 7 de la mañana y que dedicaba las 24 horas del día a la militancia. Lejos aun de la bohemia que habría de protagonizar en la Bogotá de principios de los 60, Vasco era poco amigo de las fiestas desenfrenadas, como una a la que asistió en casa de Buenaventura en Cali y de la que se retiró muy disgustado y con la amenaza de que se proponía informarle a la dirección del partido.
Al terminar la dictadura de Rojas Pinilla y quedar Vasco libre de su segundo y último gran arresto, estaba naciendo el Frente Nacional y con él, los que estaban a favor y los que estaban en contra de la fórmula bipartidista. Por esos años, Vasco se convirtió en colaborador del periódico La Calle, donde trataba temas internacionales.
La Calle era el órgano del Movimiento Revolucionario Liberal que fue el escalón definitivo para el retiro de Vasco del PC. El "muchacho con madera" que había estado largo tiempo al lado Vieira, comenzó entonces a buscar otros rumbos, aunque la leyenda del famoso preso comunista de la dictadura había quedado ya para la historia.

DE NEFERTITI A BERNARDO RAMIREZ
¿En qué se parece José López Rega, ex policía de tránsito de Buenos Aires y ministro de Bienestar Social de la Argentina en los años sesenta, a la bella Nefertiti, madre y esposa del faraón egipcio Akenatón en el siglo XIV antes de Cristo? ¿En la finura de sus rasgos, que en el caso de Nefertiti se puede observar en la maravillosa cabeza esculpida del Museo de Berlín y en el de López Rega en las fotografías policiales de los extraditados del FBI? No. Se parecen los dos en que son iguales a un tercero: un fraile dominico de origen español que vivió en París en el siglo XVIII y se llamó el padre José.
El padre José era el confesor y consejero del poderoso cardenal Richelieu primer ministro de Francia. Richelieu era, por su rango y el color de sus ornamentos cardenalicios, "La eminencia roja". Al padre José, por su oculto poder y el color de su hábito frailuno, lo llamaban "La eminencia gris". Nefertiti y López Rega, por la influencia secreta y decisiva que ejercían ambos sobre las respectivas cabezas oficiales de sus regímenes -el faraón Akenatón, y el presidente Juan Domingo Perón- eran también eminencias grises. Y como ellos, ha habido muchos otros a lo largo de la historia: el prefecto Sejano para el emperador Tiberio, Alcuino para Carlomagno, Cecil para Isabel I de Inglaterra, Gabrielle d'Estrées para Enrique IV de Francia, el conde Ciano para Mussolini, Harry Hopkins para Franklin Delano Roosevelt y hasta Henry Kissinger para Richard Nixon.
De estas "eminencias grises" o "validos", "favoritos", "poderes detrás del trono" o "monarcas sin corona", como también se les apoda, hay varios ejemplos en Colombia, aunque no siempre nuestros presidentes han optado por asesorarse de un "padre José" que les contrarreste el aislamiento y les ofrezca sus consejos en los momentos más críticos del gobierno.

LA SOLEDAD DEL PODER
Los dos Lleras y López Michelsen prefirieron gobernar solos. Se sabe, por ejemplo, que Alberto Lleras no tuvo eminencias grises, pero que tenía un consejero a nivel particular, su íntimo amigo Eduardo Jaramillo Vallejo, no para que lo asesorara en asuntos públicos, sino privados. Por ejemplo, en cómo invertir su cesantía, y en qué propiedad raíz comprar. Se sabe también que con su esposa, Berta Puga, comentaba bastante los asuntos del gobierno, pero que ella lo escuchaba, más como una confidente, que como una consejera política. Lo mismo puede afirmarse de Cecilia de la Fuente, esposa del ex presidente Carlos Lleras. El Mandatario permitía que la primera dama le dijera cosas y le tocara ciertos temas que les estaban vedados a todos los demás. Pero los comentarios de su esposa, que él recibía "sonriendo y con cierto aire de amor en la mirada", según versiones de testigos consultados por SEMANA, jamás lo hacían cambiar de conducta ni lo influían para nombrar o desnombrar a alguien en el gobierno, como es función primordial de toda eminencia gris.
Como Carlos Lleras, Alfonso López Michelsen tenía la tendencia a decidir todo él mismo. Su mejor amigo y confidente fue su canciller Indalecio Liévano Aguirre, aunque, más que influir sobre el Presidente, era más bien este último quien influía sobre su canciller, según versiones de otros integrantes del gobierno de la época. Otro amigo muy cercano de López fue un particular, Carlos Pérez Norsagaray, en quien tenía tanta confianza que le encomendó papeles claves aunque no oficiales en la diplomacia, y especialmente en las relaciones con Panamá, Venezuela y Cuba.

LAS EMINENCIAS CRIOLLAS
De nuestros presidentes contemporáneos, el primero que estuvo evidentemente asesorado por una eminencia gris, en toda la dimensión pólítica del padre José; fue Misael Pastrana Borrero. El personaje en cuestión fue Rafael Naranjo Villegas, quien había sido incondicional de Pastrana desde la misma campaña presidencial, y a quien este una vez en ejercicio de la Presidencia designó como secretario General de la misma.
Rafael Naranjo combinaba una abnegación total con el ejercicio del derecho de analizar y glosar los decretos del gobierno, hasta el punto de que humorísticamente llegó a afirmarse que "se sentaba sobre ellos" y no dejaba que salieran hasta después de haberlos leído minuciosamente e introducido los cambios que consideraba del caso.
Exagerado o no, sí se sabe con certeza que Rafael Naranjo llegó a inspirar muchas de las determinaciones políticas de la administración Pastraria, por lo que se afirma que, más que una secretaría, Naranjo ejerció una vicepresidencia. "Lo revisaba todo" contó a SEMANA un testigo. "Y especialmente los viáticos de los ministros en el exterior, a ver en qué era que se gastaban la plata del gobierno". Naranjo falleció recientemente, y debido a sus grandes diferencias con el gobierno de Belisario Betancur, que él se encargó de hacer públicas, se distanció durante sus últimos años de su entrañable amigo del pasado, el ex presidente Pastrana.
En el cuatrienio del ex presidente Turbay el papel de eminencia gris fue desempeñado por su propia hija, Diana Turbay. Aunque muchos de sus antecesores tuvieron a sus hijos como secretarios privados -por ejemplo López y Guillermo León Valencia, que tuvo a dos de ellos- nunca antes la secretaría privada de un Presidente había cobrado la dimensión que tuvo bajo Diana Turbay.
Podría decirse que fue la persona más cercana que tuvo el presidente Turbay en el gobierno, pero no sólo en su condición de hija, sino de íntima colaboradora. Eso le costó una gran impopularidad, hasta el punto de que ella, en compañía de la jefe de prensa, Martha Montoya, y de la esposa de Jorge Mario Eastman, eran apodadas "El triángulo de las Bermudas".
Testigos de la época señalan que Diana era como un buldozer en Palacio. Una "camelladora de jornada continua". Mientras el Presidente se encargaba de las decisiones relacionadas con la política macro, la cabeza del rodaje administrativo era su hija.
Una llamada de Diana Turbay era una llamada del propio Presidente, para cualquier funcionario del gobierno. Terminó casándose con su colega de al lado, el secretario económico de la Presidencia. De su gran poder de aquella época queda un barrio que lleva su nombre, construido por el urbanizador y político liberal Guerrero Estrada, durante el cuatrienio de su padre.

EL CASO RAMIREZ
Pero sin duda alguna, y aunque no fue el primero ni sería el último, la eminencia gris por excelencia ha sido Bernardo Ramírez durante el gobierno de Belisario Betancur. Identificado como tal a los pocos días de iniciado aquel cuatrienio, a Ramírez no sólo se le atribuyeron la paternidad de los recursos, el idioma, el estilo, los ademanes y hasta el caminada del nuevo Presidente, sino que se le llegó a apodar el "Goebbels" del gobierno por su habilidad para promover el nuevo estilo y las ideas que comenzaba a poner en vigencia Betancur.
Aunque Ramirez, el mejor amigo del nuevo Presidente, había sido muy claro en afirmar en alguna entrevista que "nunca fui político y nunca lo seré" -lo que es característica de cualquier padre José que de verdad lo sea- aceptó que Belisario lo designara ministro de Comunicaciones, cargo en el que protagonizó famosos enfrentamientos con la radio y las programadoras de televisión.
De profesión publicista, Bernardo Ramírez fue, sin lugar a dudas, una activa eminencia gris para Belisario Betancur, no sólo durante su campaña presidencial sino en el aspecto promocional de la primera parte de su administración. Participó en las conversaciones iniciales con las FARC y el M-19, y se sabe que en aquellas ocasiones llevó la voz cantante en nombre del presidente Betancur.
Su melena a lo Einstein y sus gafas trotskistas terminaron viajando a Londres, donde Ramírez fue nombrado embajador antes de haber completado dos años de su ministerio. En los "avisperos" que armó como ministro de Comunicaciones, había roto una regla de oro de toda eminencia gris: la de permanecer siempre a la sombra, e impedir que la publicidad la obligue a cobrar vida política propia.