OBITUARIO
El pensamiento de Rodrigo Lara hoy
Tras 25 años del asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, Semana.com recuerda algunos de sus discursos en los que denunció la corrupción en las instituciones del Estado y la influencia de las mafias en el país.
Rodrigo Lara Bonilla nació en Neiva, Huila, el 13 de julio de 1946 y fue asesinado en Bogotá el 30 de abril de 1984. Fue un político destacado por enfrentar la corrupción y denunciar los embates de las mafias al Estado, mientras integrantes de la clase política se dejaban seducir por el coqueteo del narcotráfico. Junto a Luis Carlos Galán defendió la moral pública como único baluarte para salvar las instituciones del crimen organizado y el narcotráfico, amenazas que desde entonces se cernían sobre la política. Su valentía le costó la muerte a manos de sicarios del cartel de Medellín, dirigidos por Pablo Escobar.
Aquí reproducimos algunos apartes de sus discursos pronunciados entre 1979 y 1984 extraídos del artículo 25 años del magnicidio de Rodrigo Lara Bonilla, escrito por la Corporación Viva la Ciudadanía. Muchas de estas expresiones hoy continúan vigentes:
“La democracia no se defiende violando los derechos humanos”, dijo durante un discurso cuando era Senador de la República. Lara se refería a las frecuentes denuncias que recibía de la corrupción al interior de la Fuerza Pública, que en aras de la persecución de la subversión desapareció y asesinó personas en razón de sus posturas ideológicas.
“Ese argumento de la guerra sucia, señores ministros, que surgió en el cono sur para justificar oprobiosas dictaduras, es algo que no se puede argumentar en el país, donde decimos tener una democracia”, dijo para recordarle a los representantes de las instituciones del Estado que Colombia tenía una larga tradición democrática y que no podía renunciar a ella.
“La guerra sucia que la aplique Pinochet, que la aplique el señor Videla, pero no un gobierno liberal en Colombia”, agregó.
Sentenció en otro aparte de su valeroso discurso: “El país debe conocer la realidad de ciertos capitanes que creyeron que la amnistía patrimonial significaba el olvido de los delitos que sus titulares cometieron para lograr formar sus fantásticas torturas, están equivocados, y no es con certificados de buena conducta obtenidos fraudulentamente o gracias a la impunidad, como podrán ocultar su pasado y presente delictivo ante un país moralmente digno y respetable”.
Ante las críticas que recibió de parte del gobierno de Julio César Turbay por sus duros pronunciamientos, dijo:
“Este no es un debate contra las fuerzas armadas, es un debate en defensa de la Constitución y de las leyes, es un debate para defender los principios más claros del liberalismo, es un debate para prevenir sobre lo que puede sobrevenirle a Colombia”.
Y luego ante las posturas laxas de miembros de su partido, del cual ya había críticas por sus relaciones con el narcotráfico y con grupos paramilitares, increpó:
“Si hay quienes creen que no es liberal la postura de quienes reclamamos el respeto por los derechos humanos, es porque mi partido desafortunadamente está viviendo un difícil momento de caos ideológico, de flaquezas morales que le han hecho perder el rumbo histórico.”
En 1981 se preguntó al comienzo de un discurso: “¿Se logrará la paz en Colombia mientras la política dependa de una manera tan sensible del dinero? (…) Dinero de los grupos económicos, de las mafias, de la corrupción pública; dineros que, de no ser controlados drásticamente, terminaran por acabar nuestra democracias”.
La frase sigue viva pues el Legislativo, donde hay un significativo número de congresistas involucrados en el escándalo de la parapolítica, no ha mostrado voluntad de regular con firmeza la financiación de las campañas y sancionar políticamente a los partidos que dejaron ingresar aliados de grupos ilegales en sus filas.
Algunas de sus intervenciones aludían a la búsqueda de salidas democráticas a la violencia. En ellas reiteraba la necesidad de acabar con la injusticia social:
“No se acabará la delincuencia mientras subsistan las oprobiosas condiciones sociales y económicas en que se encuentran millones de compatriotas (…) niños que desde el propio vientre de madres desnutridas, antes de nacer ya están condenados a la miseria”.
Pero también, como un demócrata que era le recordó a las guerrillas que su lucha era estéril mientras intentaran imponer sus valores al resto de la sociedad a partir de las balas: “su lucha es un gasto inútil de vidas, sangre que Colombia debe procurar evitar (…) Si quieren derrotar a los partidos tradicionales, ahí están las reglas de la democracia”, les dijo.
En un momento en el que los espacios políticos estaban cerrados, y las únicas opciones políticas estaban representadas en liberales y conservadores, planteó como salida al conflicto armado la apertura de la democracia. “Yo no le tengo miedo a que la democracia colombina se abra, a que nos enseñemos a que existan fuerzas distintas a los partidos tradicionales en el juego político. Tengámosle temor si, a la subversión”.
“Soy un Ministro peligroso para sectores que están al margen de la ley”, dijo durante un debate en el Congreso, cuando llegó a esa cartera durante el gobierno del ex Presidente conservador Belisario Betancourt.
En los días que sucedieron en su nueva cartera se hizo un debate que él mismo había citado, contra los votos del narcotráfico en el Congreso.
Jairo Ortega, acusó al Lara de haber recibido dinero del narcotraficante Evaristo Porras. Esta acusación encendió la ira de Lara quien se empeñó en desenmascarar a los políticos aliados al narcotráfico. En esa ocasión le preguntó a Ortega:
“Explíqueme señor Ortega, cómo es que su suplente, Pablo Escobar, posee misteriosamente 11 aviones, 2 helicópteros, 3 hangares en el aeropuerto de Medellín, ha creado un grupo de miles de sicarios llamado el MAS y realiza millonarias donaciones en obras benéficas, cuando su único sustento legal para justificar su fortuna es un almacén de bicicletas”.
“Ustedes no me perdonan, y ni me vayan a perdonar, las denuncias que con tanta altivez y claridad he planteado durante toda mi vida pública (…) Pero, esto sí es inaudito, es inadmisible que terminen los pájaros tirándole a las escopetas”
Días después en que junto con el Coronel Jaime Ramírez Gómez de la Unidad Antinarcóticos de la Policía, allanaron el complejo de narcóticos denominado Tranquilandia que pertenecía al cartel de Medellín y estaba ubicado en los llanos del Yarí, Caquetá, fue asesinado.