ANÁLISIS

Las lecciones del caso Carlos Mira

El locutor tuvo que renunciar a su cargo en La Mega Medellín después del escándalo generado por publicar un video contra una mujer en condición de discapacidad. Lo ocurrido deja reflexiones.

William Rincón, periodista de Semana.com
30 de enero de 2016
Carlos Mira dejó de ser el director de la emisora La Mega Medellín. | Foto: Archivo particular.

El caso de Carlos Mira, ahora exdirector de la emisora La Mega Medellín, mostró despiadadamente las virulentas caras de las redes sociales. Las acciones de Mira son inexcusables. Sin ningún miramiento, publicó un video en Facebook e Instagram en el que se mofaba de una mujer que tenía una notoria discapacidad física. Ni en la más oscura de sus pesadillas habría podido visualizar la tragedia que se propició.

La mujer que grabó y ultrajó en sus perfiles de Facebook e Instagram se llama Ana María Zapata. Tiene 22 años y vive con una discapacidad. Ana María tiene una enfermedad conocida como el síndrome de Marfan. Esta discapacidad hace que su movilidad esté reducida. Ella misma tuvo que ver de primera mano la publicación. La mujer que caminaba con dificultad en esa corta secuencia, era ella.

Ana María Zapata tuvo que leer al menos 200 comentarios de todo calibre sobre su condición. Un día, así de improvisto, era la protagonista de uno de esos miles de videos protagonizados por desconocidos del que todo el mundo se burla. La joven habló valientemente con Fucisa.co. “Fue muy difícil para mí porque tanto mi familia como las personas que me rodean han tratado de demostrarme que puedo tener una vida completamente normal a pesar de todas las dificultades en las que he estado”, contó. 

Lo que siguió fue la configuración de una tormenta perfecta. Ana María tuvo la fuerza y valentía de informar el abuso al que fue sometida. Su denuncia tuvo más fuerza que la burla inicial y la indignación masiva, como ya se volvió usual, se tomó las redes sociales. El conducto ya es conocido: el agresor recibe una andanada de críticas, insultos y, como también es usual en Colombia, amenazas de muerte. Todo termina con una renuncia o un despido. En este caso, Carlos Mira dejó su cargo en La Mega Medellín, tras dos días de presiones.

Pero la parábola no terminó ahí. El episodio de Carlos Mira y Ana María Zapata abrió un boquete en la minada moral de las redes sociales. Quedó expuesto el lado oscuro, violento y virulento de las redes.

Andrés Laverde, director de contenido digital de Señal Colombia, expone un punto tan sensible como omitido. “Lo ocurrido expuso una doble moral reinante. Si ella no hubiese dicho nada sobre su enfermedad, todavía estarían compartiendo el video que publicó Mira”, expresó.

No le falta razón. Mientras que el video corto estuvo publicado en las redes del ahora exdirector fue comentado por más de 200 usuarios. La publicación en Facebook alcanzó más de 1.200 ‘Me gusta’ y 4.500 reproducciones.

¿Qué pasa con esta cantidad de personas que están del otro lado de la pantalla y no tienen enfado en comentar o compartir un contenido denigrante? La propia Ana María señaló que “muchos comentarios eran más hirientes que la propia publicación”.

Leonardo Gómez Jiménez, experto en comunicación digital, acepta que hay cierta una hipocresía que rodea lo ocurrido. “El usuario común, detrás de una pantalla, se sube al tren de lo que está de moda. El punto es que no hay límites en las publicaciones. Pero ahora que no hay filtro, cualquiera publica lo que sea por ganar un ‘Me gusta’ o un retuit. No hay una conciencia ni respeto por el otro”, explicó Gómez.

Ese frenético afán por un ‘me gusta’ terminó por distorsionar el concepto de la libertad de expresión. Lo ocurrido con Carlos Mira mostró la punta de iceberg que más temprano que tarde colisionará en la estructura de la sociedad. De fondo, todo este entramado mostró que una publicación en redes sociales pude destruir la reputación o la vida de una persona, no el ámbito virtual, en la vida real. Como afirma Mauricio Jaramillo, conocedor de estos temas, “muchos aún creen que como están detrás de un teclado, no pueden dañar ‘de verdad‘.”

¿Qué hacer?

No es nuevo decir que las redes sociales se salieron de control. Las legislaciones se quedaron cortas ante los alcances de estas herramientas. Las publicaciones denigrantes, peligrosas y hasta amenazantes se volvieron parte del paisaje y todos los usuarios tienen que encomendarse al cielo para no terminar en la palestra virtual por cuenta de un video publicado por una figura pública o una foto privada que se filtra.

Ante esto, el periodista argentino Jorge Lanata entregó una máxima en el Hay Festival de Cartagena, “las redes en sí no tienen moral. Son los usuarios los que utilizan las plataformas para bien o para mal”. Por su parte la abogada, Heidy Balanta, experta en este tipo de legislaciones, recordó que, “en temas de redes sociales y todas las acciones que se generan entorno a esto, nada está dicho. “Hay una línea muy gris, y en la mayoría de países, se enfrentan a este reto actual, si es regular o no las redes sociales, claramente estoy a favor de la segunda”.

Así mismo, Mauricio Jaramillo señaló que la Policía Nacional y organizaciones como Red Papaz están trabajando para endurecer las normas, pero no tienen dientes. “Pero los jueces no tienen ni idea de este mundo (y si se metieran, lo harían peor)”.

Agregó además, que las plataformas tiene una alta cuota de responsabilidad. “Hay que exigirles mucho más, para que den prioridad a la seguridad, la privacidad y la integridad de sus usuarios. Han mejorado, pero aún falta mucho”.

Al final hay que recurrir a consignas conocidas. Es necesario que haya una mayor educación entre los usuarios de redes sociales. En medio de tantas zonas grises y conceptos no regulados, no queda otra alternativa que abogar para que las personas que utilizan estas plataformas entiendan que no es suficiente con prepararse para no dejarse matonear en redes sociales, también es indispensable que se eduquen para no ser victimarios, como lo fueron Carlos Mira y los miles de usuarios que viralizaron las imágenes.

Los dignatarios franceses tenían una máxima durante la época dorada del Renacimiento. “La libertad de expresión no es decir lo quiera, es decir lo que debe”. Siglos después ésta consigna puede acomodarse en una época hipermediática donde las redes sociales se convirtieron en termómetro de la moral y el comportamiento de las sociedades y sobre todo de sus figuras públicas.