REDES

Polémica: Lo que dijo Mindefensa sobre las redes como arma de guerra

Al titular de esa cartera, Luis Carlos Villegas, le han caído rayos y centellas por asegurar que las redes debían tener algún tipo de filtro para los delincuentes. Debate entre la censura y la seguridad.

13 de abril de 2016
Villegas criticó el uso de las redes sociales en el paro armado del 'Clan Úsuga', que intimido regiones enteras del país. | Foto: SEMANA

Días antes del inicio del paro armado decretado por las denominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia que en realidad son el ‘Clan Úsuga‘, los muros de Facebook de cientos de usuarios situados en las zonas de riesgo se llenaron con advertencias y fotos de panfletos que “anunciaban lo que podía pasar si salían a la calle durante el paro”. Hasta el momento, las autoridades no han dado con los responsables de esos apócrifos.

Los ciudadanos se tomaron bien en serio las advertencias y las calles de varios municipios advertidos estaban desiertas. Los comercios cerrados, los colegios sin clase y dependencias oficiales vacías. El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, cuando tuvo que hacer el balance de lo ocurrido, le dio mucho crédito al impacto que tuvieron las redes sociales durante este penoso paro armado.

Pero Villegas fue más allá. Soltó una frase que prendió la mecha: "Las redes sociales son armas de guerra”. Indicó, además, que "es necesario un gran debate mundial sobre la regulación de las redes sociales”. La polémica quedó instalada y como era de esperarse fueron más las voces opositoras que ligaron la propuesta del ministro con “la censura oficial”. Sin embargo, el ministro planteó una realidad: las redes se han convertido en un peligroso amplificador para los delincuentes.

Los Úsuga, por ejemplo, encontraron en las redes sociales la más efectiva y económica forma para propagar el terror. Y lo más complejo es que las propias plataformas no han podido encontrar una solución de fondo para prevenir estas prácticas. Facebook, Instagram, WhatsApp (que son el mismo conglomerado), Twitter o nuevas opciones como Snapchat tienen políticas de seguridad y métodos para bloquear cuentas, sin embargo no han podido erradicar las prácticas criminales.

El planteamiento del ministro Villegas no es errado. Por algo Twitter, acaso la plataforma más propensa al terrorismo cibernético, le declaró la guerra a las organizaciones terroristas. En febrero de 2016 anunció que suspendió 125.000 cuentas en los últimos siete meses por amenazas o promoción de actos terroristas. La mayoría de personas detrás de las cuentas estaban afiliadas o apoyaban al Estado Islámico, dijo Twitter. Hasta el ELN sufrió esta medida.

Facebook, por su parte, tiene una política estricta respecto a la suspensión de cuentas. Pero no está exento de la propagación de amenazas. ¿La razón? Los usuarios. En esta guerra, por ahora, deja como víctimas a los ciudadanos que creen todo lo que se mueve en las redes. De fondo, son los propios usuarios quienes propagan panfletos, amenazas y fotos desoladoras. Y, ante eso, es poco lo que pueden hacer las propias plataformas.

Las propias plataformas han insistido en que “no se puede escribir o mostrar cualquier cosa en sus espacios”. Sin embargo, sus métodos de control parece que han quedado obsoletos. Actualmente, un delincuente puede crear una cuenta en menos de cinco minutos, publicar un panfleto amenazante y esperar que la bola de nieve corra por cuenta propia. Las plataformas, en cambio, deben esperar a que otros perfiles denuncien al infractor, realizar una inspección y luego proceder a bloquear la cuenta. Mientras eso ocurre el daño está más que hecho.

La delgada línea

Hace una década se instaló una máxima en las redes sociales: se puede escribir cualquier cosa. Por eso fue calificada como una nueva ‘ágora de la comunicación’. Es cierto que los usuarios tienen la posibilidad de conectarse cómo nunca antes: en cuestión de segundos estrellas, gobernantes, políticos y periodistas que antes eran inalcanzables puedan tener una interacción que antes era impensada. Pero estos atributos se fueron degradando con el tiempo. La conexión se convirtió en amenaza y las opiniones ahora responden a intereses mezquinos y, muchas veces, delincuenciales.

Sin embargo, para los mismos usuarios cualquier aproximación al control de los contenidos es sinónimo de censura. Después de afirmar que “las redes sociales son armas de guerra”, al ministro Villegas le cayeron todo tipo de críticas en las mismas redes. Los principales cuestionamientos tienen que ver con que “no puede ser el gobierno quien filtre lo que se puede o no decir en redes”.

¿Hasta qué punto las autoridades pueden controlar lo que se expone en redes sociales? Es una pregunta que se hacen todo el mundo por estos días. Colombia no es ni el primer, ni el último país que enfrenta la disyuntiva entre la seguridad y la libertad de expresión. Villegas, como tantos otros dirigentes alrededor del mundo, insiste que “el control solo aplica para cuentas que amenacen la seguridad del territorio”. Sin embargo, para los usuarios no hay mayor diferenciación y todo lo que suene a control es tildado de censura.

Lo cierto es que esta es una discusión global que precisamente no pasa de ser una discusión entre usuarios y reguladores. Mientras unos pelean contra otros, los delincuentes, terroristas y piratas cibernéticos aprovechan para propagar el terror sin mayor esfuerzo, mayor inversión y mayor control. Por ahora, en la pelea entre la seguridad y la censura en internet los únicos ganadores son los malhechores.