MEDIO AMBIENTE

Los irresistibles encantos de la laguna del Tarapoto

Un mágico lugar del Amazonas donde es común ver saltando a los delfines rosados será declarado como sitio Ramsar. El objetivo: proteger sus aguas de los estragos y la codicia del hombre.

25 de diciembre de 2016
Fundación Omacha: | Foto: Archivo particular

Todos los que visitan la Amazonía se deslumbran por la inmensidad de sus aguas. La sensación de navegar y descubrir que a lo lejos nunca se acaba la selva es una de los mejores imágenes que puede llevarse un citadino de este lugar. La Laguna del Tarapoto es una postal excepcional de ese tesoro verde.

Se llega andando por el río Amazonas, más o menos de dos horas de camino desde Leticia, y después de pasar por un pueblo llamado Puerto Nariño, al que le llaman el pesebre de Colombia. Sus calles angostas y sin carros, y sus casas pintadas de colores le dieron ese apelativo a esta población de cerca de tres mil habitantes, clavada en la mitad del bosque más vasto que le queda a la humanidad.

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El Tarapoto es un refugio escondido en esa inmensidad de selva virgen. El río Amazonas avanza agreste y en un momento se parte un brazo más calmado y estrecho. Luego de unos minutos, se ve una laguna aparentemente tranquila rodeada de un cinturón de árboles majestuosos.  Las lanchas suelen parquear en la mitad de sus aguas en silencio a esperar que en cualquier momento salten a su lado los delfines rosados. Debajo de sus aguas, miles de animales se asientan escapando de las álgidas corrientes del vecino río Amazonas.  

Los humedales de Tarapoto son un ecosistema estratégico. Abarcan más de 30 lagos interconectados y alcanzan un área aproximada de 11.424 m2en época de aguas bajas. Además de ser uno de los mayores atractivos turísticos de la región, los recursos que brotan de este bioma son el medio de subsistencia y la garantía de seguridad alimentaria de las 22 comunidades indígenas Cocama, Ticuna y Yagua parte del resguardo de Ticoya.

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Después de un trabajo de más de 20 años, este complejo será declarado área Ramsar, la mayor protección que pueden tener los humedales en el planeta. Por eso, los habitantes de Puerto Nariño, Amazonas; los indígenas del resguardo de Ticoya y las organizaciones presentes en esta región están de fiesta. Aunque todavía faltan algunos estudios por realizar y pasos a seguir en el año 2017 los humedales de los lagos de Tarapoto serán Ramsar. La Fundación Omacha, el gobierno colombiano, Corpoamazonía, el Instituto Sinchi y el Fondo Mundial para la Naturaleza (o WWF por sus siglas en inglés) han estado detrás de esa apuesta.

El Tarapoto es el hogar de centenares de los más animales más emblemáticos de la selva. Es uno de los últimos relictos donde se puede encontrar al caimán negro en Colombia, una especie amenazada por la cacería y la pérdida de su hábitat. Junto con él, en los lagos se habitan los delfines rosados, los jaguares (que se han adaptado a vivir en estas zonas inundables haciendo de las partes altas de los árboles su hogar y cazando especies acuáticas, osos perezosos y caimanes), así como manatíes y nutrias que se recuperan del gran impacto que sufrieron durante la época de cacería pieles y que las llevó casi a desaparecer de la zona.

¿Qué significa que un área sea designada como Ramsar?

La Convención Ramsar, o Convención sobre los Humedales, es el más antiguo de los acuerdos ambientales intergubernamentales de la modernidad. Su nombre se deriva del lugar en donde fue firmada en el año de 1971: Ramsar, una ciudad iraní a las orillas del mar Caspio. La negociación de este acuerdo surgió debido a la pérdida y degradación de los humedales hábitat de aves migratorias con el fin de proteger las características de estos ecosistemas, y, posteriormente, su objeto se expandió a la conservación de la biodiversidad.

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Cuando un Estado designa un humedal para que sea parte de la Lista de Humedales de Importancia Internacional, conocida como Lista de Ramsar, este adquiere un nuevo estado a nivel tanto nacional como internacional. Así, se le reconoce por su gran valor no solamente para el país o países en los que está ubicado, sino para la humanidad entera.

Una vez que un humedal es incluido en la Lista, el gobierno de ese país se compromete a adoptar las medidas necesarias para que se conserven las características ecológicas de dicho ecosistema, así como a promover su uso racional. Adicionalmente, dentro de estos sitios se prohíbe la minería y los grandes monocultivos.

La particularidad en el caso de los lagos de Tarapoto es que se encuentran bajo la jurisdicción de un resguardo indígena. Frente a ello, Fernando Trujillo, director de la Fundación Omacha - que ha liderado todo este proceso desde su inicio- afirma que “Ramsar no es un área decretada sino un área designada: es un reconocimiento a nivel internacional de que estos humedales son muy importantes, pero la figura de tenencia de tierra no cambia. Sigue siendo un resguardo indígena inajenable, los indígenas siguen teniendo toda la potestad de manejo de las tierras y lo que se hace es que se articula un plan de manejo con ellos para los lagos.” Actualmente, hay 2.247 sitios Ramsar en el mundo, de los cuales seis se encuentran en Colombia.

¿Cómo fue todo el proceso?

Para que un humedal sea declarado como Ramsar debe cumplir ciertos requisitos. Entre ellos, ser sustento de especies vulnerables o en peligro, de 20.000 o más aves acuáticas o del 1% de los animales que dependen del humedal, así como también ser fuente de alimentación importante para peces, entre otros.

El inicio de esta historia se remonta 20 años atrás. “En 1995 empezamos a ver qué figura podíamos darle a esos lagos para protegerlos. Hicimos un plan de manejo para Tarapoto en el 2005 con la Universidad Nacional, la Fundación Omacha y Corpoamazonía que se articulara con el plan de vida del resguardo”, comenta Fernando Trujillo.

Para el año 2000, María Rivera, actual Secretaria para las Américas de la Convención Ramsar, visitó Tarapoto y, en palabras de Trujillo, “le vio mucho potencial”. Desde entonces, también con la colaboración de WWF y el gobierno colombiano, se realizaron evaluaciones y caracterizaciones biológicas, junto con talleres y todo el proceso social necesario con las comunidades.

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“La primera vez que fuimos a hablar con el resguardo fue en el 2012 y la gente dijo ‘se articula muy bien con nuestro plan de vida, ¿dónde firmamos?’”, cuenta Trujillo. “Ahí les explicamos con el Ministerio de Ambiente y WWF que era un proceso en el que toda la comunidad tenía que estar informada sobre qué era un sitio Ramsar, cuáles eran las limitaciones, y empezamos un proceso largo que ha sido difícil porque las comunidades indígenas tienen miedo de que esto sea como un parque nacional: que pongan guardaparques, que saquen a los indígenas y no los dejen pescar ni cultivar. Hay muchos tabúes alrededor de la figura Ramsar”, agrega.

¿Qué sigue ahora?

El último paso que se dio fue una consulta previa y se llevó a cabo el Congreso Wone: reunión cuyo nombre corresponde al del árbol sagrado de los indígenas ticuna y que es la máxima instancia para la toma de decisiones de estas comunidades. Allí, más de 350 indígenas escucharon y deliberaron sobre este sitio Ramsar, y decidieron si avalaban la figura. Con ellos, lideraron la asamblea los ministerios del Interior y de Ambiente y estuvieron presentes WWF, la Fundación Omacha, Corpoamazonia y el Instituto Sinchi.

Ahora, sigue la protocolización. El Gobierno colombiano debe enviar la ficha técnica de los humedales a Ramsar y, con base en esto, el presidente Juan Manuel Santos debe solicitar la designación. Si bien podría tardar siete meses, las organizaciones que han intervenido guardan la esperanza de que para el 02 de febrero del 2017, día mundial de lo humedales, ya se haya avanzado un poco más en el proceso.

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“Es una satisfacción muy grande. Después de 30 años veo que se consolida un proceso que puede llegar a conservar estos lagos, a los delfines, a estos ecosistemas acuáticos a los que les dan tan duro”, dice alegremente Trujillo. “Sitio Ramsar en Tarapoto nos da la oportunidad de hacer un proyecto piloto donde podamos manejar con las comunidades indígenas un territorio de una manera adecuada. Hay una oportunidad de oro de hacer algo bien importante, en un área que no está muy impactada pero que ya muestra señales de agotamiento de recursos”, añade.

Por: María Paula Castro 
*Fotos: Fundación Omacha