MUNDO
La asombrosa historia de la chica que se prostituía en 40 clubes de España
Aunque ha ido sanando todo lo que pasó duerme con una lámpara encendida porque a veces se despierta con ansiedad y ataques de pánico
Desde los 18 hasta los 23 años, la rumana Amelia Tiganus ejerció la prostitución en España, en más de 40 clubes. Nació en una familia de clase media, tradicional y nunca le faltaron las comodidades básicas para vivir. Tenía el sueño de tener una familia pero a los 13 años la violaron y todo cambió para ella: “Supe que jamás volvería a ser una buena mujer y me cargaron con el peso de la culpa: "¿Y esa qué hacía allí? ¿Vestida así? ¿Sola?", relató la joven a Verne.
El abuso siguió y sentía que su “no” no servía para nada. Un día pensó que ya se había convertido en una “puta” y por eso prefirió empoderarse y tratar a sus abusadores como colegas.
“A los 17 años me acostaba con facilidad con cualquier hombre que se me cruzara en el camino. El modelo a seguir que teníamos las malas mujeres que aún vivíamos en Rumanía eran las prostitutas que tenían poder a través del dinero”, dijo la chica al medio español.
Un chico le presentó a un proxeneta que la ayudaría a ser prostituta. Como aun no era mayor de edad permaneció encerrada un año en un piso donde tenía que acostarse con todos los hombres, sino lo hacía significaba que no era lo bastante buena para ese oficio y no merecía la oportunidad de salir del país.
Tras superar la prueba viajó a España. Según cuenta Tiganus ir a ese lugar fue muy difícil porque tenía que competir con otras chicas para ganarse al cliente: “Intentábamos ser la más puta entre las putas para conseguir privilegios y reconocimientos”.
El proxeneta le recordaba que apenas pagara la deuda por ser contratada le pagaría el 50 % de las ganancias. En ese momento sintió que ya no tenía fuerzas para seguir.
Luego apareció una pequeña luz de esperanza. Un amigo le dijo que iría a España y que le gustaría formar una familia con ella. Eso la motivó. Así que trabajó, ahorró y alquiló un piso y preparó todo para que él pudiera ir a España. “¡Parecía un hogar! – dijo la joven - Estaba muy, muy feliz porque lo había conseguido. Tiré, sin pensármelo un segundo, toda la ropa y los zapatos de puta”.
El joven fue a visitarla y todo era un idilio hasta que ninguno de los dos conseguía trabajo. Entonces su novio le dijo que la única opción que tenían era que ella volviera al club.
Entonces volvió a su antigua vida con mucho dolor. Según narró Tiganus sus clientes más jóvenes iban en manada, con motivo de alguna celebración. “Exigen sexo duro como en las películas porno pero a precio muy bajo”.
Luego están los de entre 35 y 55 los que buscan demostrar su potencia sexual y los piensan que hacen una obra de caridad al ayudar a estas chicas.
También están los solitarios, que suelen pagar mucho dinero para salir del club e ir a su casa o a un hotel. “Al menos dos chicas no volvieron después de alguna de estas salidas. A veces pienso en ellas y me pregunto qué les pasó”, dijo.
Su novio la abandonó cuando ella decidió no volver a ese mundo. Luego encontró un trabajo como camarera de un restaurante. “Todo me resultaba extraño. La luz del día, la gente, las voces de las personas, las risas. Tuve que readaptarme a la vida normal después de cinco años de vivir bajo las luces rojas de neón”.
El feminismo -y en concreto la plataforma Feminicidio.net, en la que participa, y su directora y Graciela Atencio la ayudaron a entender que su historia era la de muchas mujeres y eso la ayudó a liberarse de la vergüenza.
Luego conoció a su un hombre con el que aprendió a tener relaciones igualitarias, respetuosas y no violentas y se casaron. Aunque ha ido sanando todo lo que pasó duerme con una lámpara encendida porque a veces se despierta con ansiedad y ataques de pánico: “En la oscuridad no sé si estoy pasando por una violación, si estoy en un club de carretera, si estoy frente a la muerte que se ve cuando sabes que la única manera de escapar es quedarte quieta”.