VANIDAD

Enfermos por el cuerpo

La obsesión por el ejercicio y los alimentos sanos está generando trastornos que cada vez más preocupan a médicos y sicólogos.

20 de febrero de 2010

Si usted es de los obsesivos que sólo consumen productos orgánicos o de los que pasan horas en el gimnasio y a pesar de las extenuantes rutinas siente que su cuerpo no está bien, tenga cuidado, puede estar convirtiéndose en un ortoréxico o vigoréxico en potencia. Estos términos médicos describen a personas que llevan algunos hábitos comúnmente aceptados como sanos, a un extremo insospechado que incluso llevan a exponer la salud.

Los actuales estereotipos de belleza hacen que las mujeres sean más proclives a la ortorexia, que sin ser considerada una enfermedad mental, sí es un trastorno alimenticio. A diferencia de la anorexia o la bulimia, la principal

preocupación de los ortoréxicos no es la cantidad de comida sino la calidad. Se trata de una obsesión enfermiza por comer productos saludables y por lo general prefieren alimentos orgánicos que no contengan preservantes ni herbicidas. Algunos, incluso, prefieren pasar hambre antes que comer algo que no sea sano. Otros tienen dietas definidas como los 'crudívoros', que sólo toman alimentos crudos o los 'frutívoros', que sólo comen frutas y verduras.

De acuerdo con Claudia Contreras, de la Asociación Colombiana de Nutrición Clínica, el problema es cuando la persona adopta dietas restrictivas, obsesionadas por la cantidad de nutrientes de lo que consume, y prescinde de sustancias básicas para la salud. La carencia de ciertas comidas puede traducirse en anemia, agotamiento por falta de vitaminas, pérdida de masa ósea o mayor riesgo de infecciones, en el caso de quienes comen alimentos crudos.

La preocupación es que tras este tipo de trastornos alimenticios, realmente se esconda un problema sicológico. Para Carmen Elvira Navia, directora del centro de atención sicológica de la Universidad Nacional, los ortoréxicos mantienen de forma inconsciente un temor a la enfermedad o al deterioro. Además, la mayoría experimenta sentimientos de culpa cuando se aparta de sus dietas. "Quieren sentirse puros, sanos y naturales a toda costa", dijo a SEMANA Jennifer Naidich, sicóloga clínica de Hofstra University. "La persona sufre, pasa gran cantidad de su tiempo pensando en lo que va a comer y se distancia de la familia y de los amigos", agrega.

Para Cynthia Bulik, directora del programa de desorden alimenticio de la Universidad de Carolina del Norte, este comportamiento compulsivo-obsesivo es el primer paso para trastornos más graves como la anorexia. "Esto plantea problemas en el diagnóstico, ya que al no estar clasificada como enfermedad, no existe tratamiento", comenta Bulik.

Aunque aún no existen cifras sobre la incidencia de estos trastornos en la población, las consecuencias tanto físicas como sicológicas están llamando cada vez más la atención de los especialistas.

Por su parte, los hombres, presionados por la idea de un cuerpo perfecto son más proclives a la vigorexia. De acuerdo con Felipe Daza, gerente de servicios médicos del club deportivo BodyTech, esta clase de trastorno también se le conoce como dismorfia corporal, en el que la persona se siente insatisfecha con su cuerpo y se ve constantemente delgado ante el espejo. Según él, esto lleva a que las personas realicen prácticas deportivas en forma continua y extrema. Por lo general acuden al gimnasio todos los días, pero siempre se ven enclenques y nunca están contentos con sus músculos.

Realizar ejercicio de forma desmedida y compulsiva, como sucede con los vigoréxicos, trae serias consecuencias. Según Daza, por lo general llega un momento en el que sufren accidentes osteomusculares, como desgarros o rompimiento de tendones. Así mismo, tienen más facilidad para desarrollar problemas de artrosis, osteoporosis, sufrir hernias o problemas de columna. Lo grave es que muchos continúan entrenando porque consideran que como se trata de ejercicio no están incurriendo en nada malo. Además, la mayoría de personas que suspenden su rutina experimentan depresión e irritabilidad, que sólo se alivian mediante el ejercicio, convirtiéndose así en un círculo vicioso.

Fernando Lizcano, presidente de la Asociación Colombiana de Endocrinología, explicó a SEMANA que la dependencia se crea porque el ejercicio físico produce secreción de hormonas como las endorfinas, que generan una sensación de placer, "al igual que con los narcóticos, el organismo crea una tolerancia a estas hormonas, por lo que cada vez requiere más cantidad y, por ende, la intensidad del ejercicio es mayor". De allí que algunos especialistas hayan comparado a los vigoréxicos con los adictos a las drogas.

Al igual que con la ortorexia, el ejercicio puede ser la expresión de problemas mentales de base. La sicóloga Navia considera que "los vigoréxicos, por lo general, son personas con baja autoestima, introvertidos, asociales, que se caracterizan por mirarse continuamente en el espejo y evalúan constantemente su peso". Para ella, tanto la ortorexia como la vigorexia son conductas desadaptadas donde la persona se aísla de los demás y centra su vida en el ejercicio o la comida.

De la mano de la vanidad, cada día aparecen nuevas dependencias como estas. Una encuesta publicada en Psychology Today y realizada en Estados Unidos a 30.000 personas reveló que el 93 por ciento de las mujeres y el 82 por ciento de los hombres interrogados están preocupados por su apariencia y trabajan para mejorarla. Los expertos coinciden que estas nuevas 'adicciones' se deben principalmente a las presiones tanto de la sociedad como de los medios de comunicación, que han creado un modelo de belleza. Y lo que es peor, las personas luchan ciegamente por seguir este prototipo y tener la aprobación de los demás.