BIENESTAR

La felicidad llega después de los cincuenta

La satisfacción con la vida mejora ostensiblemente después del medio siglo, pero para llegar allá hay que vivir algunos años miserables. Un reciente libro explica por qué la felicidad tiene forma de U.

16 de junio de 2018
Las tristezas que aparecen en la edad mediana

Si usted tiene menos de 50 años y se siente abatido, inconforme y estresado, no se preocupe. Según la ciencia así se debe sentir. Es el efecto de la curva de la felicidad, que según numerosos estudios internacionales sucede en todo el mundo, en hombres y mujeres, y sin importar el estado civil, la educación o la situación laboral. Según Jonathan Rauch, escritor y miembro del prestigioso Instituto Brookings, este fenómeno muestra que, al contrario de lo que muchos piensan, los seres humanos están programados para ser más felices a partir de esa edad. Pero no solo eso. La década anterior a ella es un hueco negro en el que es mucho más difícil sentirse satisfecho y agradecido. “No es un efecto de circunstancias como el matrimonio, el sueldo, el trabajo, la salud o cosas así, pues aun cuando se controlan esas variables, la insatisfacción aparece. Es más bien un efecto del envejecimiento, al parecer una respuesta evolutiva ante la vida”, dice a SEMANA Rauch, quien acaba de publicar el libro The Happiness Curve.

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Se le llama la curva de la felicidad porque a los 20 años, el punto de partida de muchos, todo es optimismo. Pero de ahí en adelante comienza un descenso progresivo hasta llegar, a mitad de camino, a una década de gran insatisfacción entre los 40 y 49 años. En 1965, el psicoanalista canadiense Elliot Jacques acuñó el término crisis de la edad mediana para describir la tristeza que aparece alrededor de esta etapa, pero Rauch dice que es un término incorrecto porque sugiere algo inusitado, disruptivo y anormal. Por eso prefiere llamarlo el desplome de la edad mediana, ya que “es muy gradual, por lo general muy poco perturbador, totalmente normal e incluso saludable. La mayoría logra salir airosa de esta etapa porque es parte de una transición”. A partir de los 50 empieza un ascenso hacia la etapa más dichosa de la vida. Como resulta irónico que llegue cuando el cuerpo ya no está en óptimas condiciones, los expertos lo llaman la paradoja del envejecimiento.

Cuando Rauch cumplió 40 años, vivió en carne propia la experiencia y también tocó el fondo del abismo de la U que dibujan los economistas en el plano cartesiano. Tenía una carrera como periodista en una gran revista, vivía una excelente relación con el hombre que amaba y aun así se sentía en medio de una turbulencia, pensando constantemente en todo lo que no había logrado hasta entonces. Cuando cumplió 50 y tenía circunstancias reales para estar muy triste –perdió su trabajo, sus padres murieron, su negoció quebró–, esa nube de insatisfacción se esfumó.

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Su caso se ha registrado en muchos estudios. La Oficina de Estadísticas de Gran Bretaña hizo un sondeo con 300.000 personas entre 2014 y 2015, en el cual les preguntó qué tan satisfechos se encontraban con la vida. Los resultados mostraron que la mayor felicidad estaba en los extremos, es decir, en los 20 y 65 años, y la menor a los 49. Otra investigación hecha en 37 países por David Blanchflower, profesor de economía del Darthmouth College, en Estados Unidos, encontró la misma respuesta en U cuando preguntó a los participantes de su estudio qué tan felices o infelices se sentían al considerar la vida en general. Otro estudio hecho en Gran Bretaña mostró que el momento más bajo de la vida llegaba a los 49 años, cuando el estrés y la ansiedad alcanzaban mayores niveles. En la encuesta mundial de Gallup, el 99 por ciento de la población adulta en el mundo entre 2010 y 2012 también documentó ese fenómeno.

En la mayoría de los trabajos la U aparece en forma consistente: la satisfacción se viene cuesta abajo a partir de los 30 años, alcanza su menor nivel al final de los 40 y a principios de los 50, y vuelve hacia arriba a partir de ese momento, hasta alcanzar su máximo pico a los 70 años. Luego se nivela y experimenta un pequeño declinar hacia el cumpleaños 80. Según la evidencia, el efecto de la U en su punto más bajo equivale a un tercio del impacto que tiene en la felicidad el desempleo. Es una cifra importante si se tiene en cuenta que quedar sin trabajo es el factor que más roba felicidad a los seres humanos. Por eso no es raro que cuando Arthur Stone, psicólogo investigador de la Universidad del Sur de California, pregunta a la gente entre 50 y 60 años sobre si quisieran volver a ser jóvenes, la gran mayoría contesta con un rotundo no.

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La edad es un factor crucial en la satisfacción frente a la vida y la razón podría estar asociada a factores biológicos, pues se ha podido observar que también sucede en el reino animal. Según estudios sobre el bienestar de 336 chimpancés y 172 orangutanes hecho en varios zoológicos, estos también responden a la curva de la felicidad. Aunque no pueden manifestar su descontento, sus cuidadores señalan que estos simios aparecen más introvertidos, compiten menos y dejan de controlar su comportamiento en la edad equivalente a los 45-49 años de los humanos.

Aunque la peor época de la vida coincide con la lucha por ascender en las ambiciones profesionales, criar a los hijos y cuidar a los padres ya envejecidos, para los expertos este fenómeno se da más por condicionamientos biológicos entre los que sobresale el llamado error de predicción. Esto es un sesgo de optimismo por el cual a la hora de vislumbrar el futuro la mayoría tiende a sobreestimarlo. Gracias a esto, sin embargo, la humanidad en sus años mozos persigue sueños e ideales imposibles. En esa etapa la gente busca objetivos, y cuando no los encuentra o se ajusta a ellos, se mueve hacia otros. Es parte de lo que los expertos llaman la adaptación hedónica que predice que los humanos volverán a su nivel de felicidad aun después de haber logrado sus metas más ansiadas. Según Rauch, es un motor evolutivo que empuja a los más jóvenes a trabajar duro, tomar riesgos y luchar mientras puedan aparearse sin dificultad.

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Los neuropsicólogos señalan que si la vida no estuviera diseñada así y los jóvenes no pensaran que las cosas pueden mejorar, simplemente se quedarían cruzados de brazos. Cuando avanzan en el tiempo, la sensación de que la felicidad es escurridiza lleva al ser humano a sentirse miserable. Eso sucede entre los 40 y 50 años cuando la mente cierra la brecha entre la expectativa y la realidad. También es una etapa necesaria, dice Rauch. “Necesitamos estos años de descontento para reiniciar y volvernos a organizar antes de movernos a la siguiente fase”. Luego, en los 50 la mayoría califica la vida con un puntaje más alto de lo que había predicho cinco años antes porque esperan menos y aprecian más. “Pasan de tener objetivos menos materiales hacia conexiones más profundas con quienes más queremos y eso genera más bienestar que cualquier cosa”, dice el autor. En esta etapa la gente recalibra las aspiraciones, establece prioridades, se compara menos con los demás y vive más el aquí y el ahora sin obsesionarse con el pasado.

Otros expertos opinan que la gente tiende a ser más feliz y sabia al final de la vida para ayudar a la crianza de los nietos y así mejorar las posibilidades de supervivencia de su linaje, lo que se conoce como la hipótesis de los abuelos.

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El libro de Rauch presenta el imperativo de planear la vida de acuerdo a estos hallazgos, pues a la luz de la evidencia no tiene sentido seguir subestimando la vejez y glorificando la juventud. Rauch lo llama un ambiente U amigable en el que la gente sea consciente a los 49 de que lo mejor está por llegar. Este mensaje es crucial ahora, cuando la gente está recibiendo un bono de dos décadas extra de existencia, que al mismo tiempo son los años más felices. Por otro lado, Rauch considera importante reeducar a la gente para que vea los años tomentosos de la edad mediana como algo normal que traerá al final una gran recompensa. “Aguante ahí. Esto se compone. La vida comienza a los 50”, dice.

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