ANIVERSARIO

Misión Voager, 40 años del embajador interestelar

Dos naves del tamaño de un carro lanzadas al espacio en 1977. Su trabajo de exploración ha sido clave para conocer el vecindario de la Tierra.

9 de septiembre de 2017

Cada 175 años Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno se alinean al mismo lado del sol, de tal modo que una nave lanzada en el momento correcto podría usar la fuerza gravitacional del primero para llegar al segundo, luego la del segundo para el tercero y así sucesivamente. Esto acortaría en dos tercios la distancia y haría la misión menos costosa. Gary Flandro, entonces estudiante de doctorado en Caltech, encontró en 1965 esa ventana de oportunidad difícil de rechazar para una nación como Estados Unidos, cuyo programa espacial apenas comenzaba y pronto pondría al primer humano en la luna.

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En septiembre 5 de 1977 la Nasa lanzó la nave Voyager 1 y de ese modo marcó el inicio de una exploración que resultó mucho más rica y larga de lo pensado. Junto con su hermana gemela, Voyager 2, lanzada el 20 de agosto del mismo año, el Voyager es el objeto hecho por el hombre que ha llegado más lejos y también la nave más longeva de todas. Aún hoy, a pesar de su distancia de la Tierra (21.000 millones de kilómetros), continúa enviando datos que alimentan el conocimiento del sistema solar. “Muy pocas misiones se pueden comparar con los logros de Voyager durante estas cuatro décadas”, dice Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la dirección de misiones científicas de la Nasa.

Cuando se pensaba que solo había volcanes en la Tierra, las naves fotografiaron ocho en Io, la luna de Júpiter. Se creía que la atmósfera terrestre era particular por tener mucho hidrógeno pero Voyager descubrió que Titán, la luna de Saturno, tiene una similar. También determinó que Europa, otra luna de Júpiter, podría albergar un océano debajo de su corteza de hielo, algo que posteriores misiones han confirmado. Además de todo este conocimiento, las dos naves tomaron imágenes de gran valor para la ciencia. Solo de Júpiter enviaron a la Tierra 33.000 fotografías.

De estas, tal vez la más popular es una tomada por petición de Carl Sagan en 1990 cuando Voyager 1 se encontraba a 6.000 millones de kilómetros de su hogar. La icónica imagen dio origen al título de su libro Pale Blue Dot. Como dijo a SEMANA Adriana Ocampo, geóloga planetaria de la Nasa, “esa perspectiva ha sido el regalo más grande que hemos tenido de esa exploración porque nos muestra lo insignificantes que somos dentro de este sistema solar y dentro de esta galaxia. Somos apenas un puntito”.

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Esa fue la última foto que tomó la misión, pero las dos naves hoy continúan activas enviando datos sobre la heliosfera, la burbuja creada por los vientos solares en el sistema planetario que actúa para estos astros como un escudo contra la radiación. Llegar a la postrimería del sistema solar, donde la heliosfera se encuentra con el espacio interestelar, es comparable con lo que significó el descubrimiento del océano Pacifico para los europeos hace más de 500 años. Voyager está nutriendo a los científicos de esa información novedosa para la humanidad.

El viaje de Voyager 1 y 2 está lejos de terminar. Los expertos dicen que las naves tendrán energía para enviar datos por una década más, cuando se agote su combustible. En 2030 la Nasa tiene planeado terminar la misión y con ello se retirarán por fin los científicos que entregaron toda su vida profesional a este proyecto. Muchos de ellos rechazaron mejores puestos e incluso su jubilación por seguir a Voyager. Enrique Medina, quien entró al grupo en 1986, aún vive pendiente de las sondas y, a sus 68 años, señala que no la cambia por nada. “No abandonaré a Voyager sino cuando ella deje de existir; o hasta que yo deje de existir”, dijo recientemente al diario The New York Times. Será más lo segundo que lo primero, pues aun cuando se les acabe la energía, las sondas seguirán navegando el cosmos a la misma velocidad de hoy, completando una vuelta a la Vía Láctea cada 225 millones de años. En ese sentido serán un día el único vestigio de la civilización humana.