Entrevista

“El matrimonio no es natural”

Un reciente libro escudriña en la ciencia detrás del comportamiento sexual de hombres y mujeres. Su autor, Tom Whipple, habló con SEMANA.COM sobre cómo la biología sigue definiendo el juego de la atracción.

4 de abril de 2018
| Foto: Tom Whipple

SEMANA: La mayoría cree que hombres y mujeres son iguales en materia de sexo y que su comportamiento diferenciado se da por la forma en que han sido socializados. ¿Qué encontró en su investigación?

Tom Whipple: Existe una idea, o más bien una esperanza, creo, de que no existen diferencias psicológicas entre hombres y mujeres. Puedo entender por qué la gente quisiera que las cosas fueran así. Ha habido muchos charlatanes que han hecho declaraciones acerca de las grandes diferencias entre los sexos que podría, por ejemplo, explicar por qué los hombres deberían tener los mejores puestos de trabajo. Muchos de estos pronunciamientos no tienen sentido y las diferencias psicológicas entre ambos es muy pequeña. Como sociedad hemos buscado, consciente o inconscientemente, minimizar aquellas diferencias que aún existen, con frecuencia con las mejores motivaciones. Sin embargo, pienso que al menos en lo que respecta al sexo, la idea de que ambos géneros son exactamente iguales pero socializados de forma diferente es difícil de sostener. La razón más sencilla es que las mujeres se embarazan y los hombres no.

SEMANA: ¿Por qué el hecho de que la mujer tenga los hijos hace el sexo diferente para ambos?

T.W.: Si el prospecto de quedar embarazada no hace la sexualidad un negocio riesgoso no estoy seguro qué otra cosa pueda hacerlo. La teoría de la evolución predice que el sexo que más invierte en la reproducción lo pensará (el sexo) mucho más y con más cuidado. Y eso es lo que encontramos en estudio tras estudio: los hombres son más propensos al sexo casual y más inclinados a tener muchas parejas sexuales en su vida. Esto es una verdad en todas las culturas, en diferentes momentos de la historia y aún en Tinder, donde los hombres tienden a deslizar el dedo indiscriminadamente mientras que las mujeres tienden a escoger. Otra manera de mirarlo: un hombre puede tener en teoría 1.000 hijos en su vida con muy poco esfuerzo y algunos emperadores lo hicieron. Una mujer puede tener 30 máximo, con mucho esfuerzo, y ese esfuerzo probablemente la mataría. Si la evolución no hubiera actuado para controlar esa diferencia, no funcionaría.

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SEMANA: ¿Cuál es la diferencia más sorprendente entre ambos desde su punto de vista?

T.W.: Bueno, la más clara diferencia es que el sexo es menos complicado para el hombre. Ellos pueden tener el lujo de preocuparse menos por tenerlo y buscarlo más. Pero eso no significa que las mujeres se queden sentadas esperando castas a escoger un marido. La mayor ventaja del hombre en el sexo es que viene con menos costo. La de la mujer es que siempre están seguras de que el hijo es de ellas. Eso significa que pueden dejar a los hombres dudando sobre de quién es el niño. Esto es probablemente explica por qué el sistema patriarcal crea un doble estándar en donde las mujeres son castigadas por ser promiscuas, pero los hombres son algunas veces elogiados por serlo. Es probablemente también por qué en algunas culturas las mujeres son encerradas o amarradas. Y, por cierto, los sondeos genéticos consistentemente muestran que en occidente 1 de cada 30 bebés no es hijo de la persona que cree ser el padre. Hay evidencia en sociedades donde existe el matrimonio que ese dato es aún más alto. Las mujeres secretamente escogen los genes que realmente quieren mientras mantienen a sus esposos en la oscuridad.

SEMANA: ¿Por qué las mujeres hacen eso?

T.W.: Una de las investigaciones más sorprendentes que encontré es de científicos que creen que el comportamiento de la mujer cambia cuando ellas son más fértiles, para tomar ventaja de ese momento. Ellas se ven más atraídas hacia el tipo de hombre masculino y fuerte con buenos genes que podrían pasarse a su hijo. En otros momentos del mes, las mujeres cambian sus preferencias hacia el tipo de individuo que podría ser un buen papá y se queda en casa (posiblemente criando un hijo que no es suyo). Pero esta investigación es la más joven de las que vi y puede no ser tan robusta como los científicos creen.

SEMANA: Si las mujeres son más meticulosas a la hora de escoger, ¿por qué son infieles?

T.W: Lo que muestra la investigación es que las mujeres no son castas. De hecho, todos los hombres poseen la prueba de ello. El tamaño de los testículos es una buena medida para observar la promiscuidad de las mujeres. Los gorilas controlan sus harems de hembras gorilas y tienen testículos pequeños. Los chimpancés son muy promiscuos y los machos tiene sus bolas grandes. de manera que pueden producir tanto semen como sea posible con la esperanza de que algún espermatozoide logre ganarle al de otro chimpancé. Las bolas de los humanos están en medio de estos dos. No somos tan promiscuos como los chimpancés. pero tampoco somos como los gorilas.

SEMANA: Por qué es importante saber que estas diferencias existen. Usted menciona que escribió el libro antes del movimiento #metoo y del escándalo de Weinstein.  A la luz de la ciencia, ¿cómo se ve este episodio?

T.W.: Yo creo que para diagnosticar una enfermedad debe haber una causa. Y pienso que esto va más allá de #metoo. ¿Ha pensado por ejemplo en una sociedad donde existieran mujeres suicidas con bombas motivadas por la promesa de que encontrar a 40 hombres vírgenes esperando por ellas en el cielo? El sexo mueve a la sociedad en muchas maneras, y los hombres y las mujeres actúan diferente frentan a él. Nunca voy a probar si esa diferencia viene de la naturaleza, pero cuando esa diferencia refleja en forma precisa lo que se espera de lo que sabemos de la biología, entonces ese parece el diagnóstico más simple. Pero eso no significa que estemos destinados a ser de esta manera.

Los humanos son brillantes porque su cultura es muy fuerte. Podemos cambiar las cosas, tenemos leyes, normas y cultura. No tengo una solución fácil, pero creo que encontrar una involucra encontrar correctamente la causa. Y eso no puede comenzar por negar la naturaleza humana.


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SEMANA: ¿Cuál fue el hallazgo más sorprendente que encontró en este año de investigación?

T.W.: Fueron dos diferentes misterios de la evolución, pero de alguna manera relacionados: la menopausia y la homosexualidad. Ambos son un acertijo. ¿Por qué la evolución produce gente que no se reproduce? En ambos casos, las explicaciones argumentan que tanto hombres homosexuales como mujeres post menopáusicas se reproducen de cierta manera. Ellas lo hacen a través de sus familiares (que también, obviamente, contienen altas proporciones de su ADN). Al estudiar las sociedades antiguas, como la de Samoa, donde la homosexualidad es un tercer sexo, con una responsabilidad para cuidar a la familia, y en las tribus de cazadores y recolectores, donde los bebés con una abuela viven más, los científicos han argumentado que tener un hijo gay hombre o una abuela significa que las familias van a sobrevivir mejor a la adversidad. Lo sorprendente es que investigaciones recientes han encontrado un mecanismo para mostrar que mientras más hijos tiene una madre, más probable será que nazca uno gay. Mientras más necesidad hay de tener un tío homosexual que ayude, lo más probable es que éste aparezca. Es una investigación en una etapa especulativa, pero es fascinante.

SEMANA: ¿Qué encontró sobre el homosexualismo en el pasado?

T.W.: En particular disfruté analizar las visiones históricas de la homosexualidad. En la época victoriana en Gran Bretaña se tenían a los pájaros como un ideal de la monogamia cristiana. Luego, los primeros exploradores fueron a la Antártida y reportaron sobre el comportamiento de los pingüinos, que hacen absolutamente todo, incluso tener relaciones homosexuales. Uno escribió: “ningún crimen es demasiado bajo para estos pingüinos”.

SEMANA: ¿Hay algo en lo que hombres y mujeres si se comporten igual en términos de sexualidad?

T.W.: ¡A ambos nos gusta! Mas seriamente, hay fuerte evidencia de que como sociedad hemos usado normas culturales para forzarnos a tener relaciones más equitativas. El matrimonio entre un hombre y una mujer no es natural. En la mayoría de sociedades cazadoras recolectoras, hay alguna forma de poligamia. El problema con la poligamia es que no es buena para la sociedad. A las esposas no les gusta, los niños obtienen menos atención. Aún más, los esposos no se benefician: hay un gran estudio del mundo islámico que muestra que los esposos con más de una mujer tienden a sufrir más infartos. A quienes les va más mal son aquellos hombres jóvenes sin esposa, pues son quienes más matan, roban y son antisociales. A las sociedades que han establecido el matrimonio entre un hombre y una mujer les ha ido mejor y han prevalecido. Esto es un ejemplo de por qué no es un asunto de naturaleza versus el ambiente, sino de los dos juntos.

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