SEXUALIDAD

¿Ver mucho porno puede causar impotencia?

El auge de la pornografía en internet ha generado consecuencias insospechadas en los más jóvenes. Una de ellas es la incapacidad sexual.

16 de marzo de 2019
Desde los 11 años, en promedio, un niño está expuesto a contenido sexual explícito en internet. Mientras tanto, 96 por ciento de los jóvenes adultos promueven o aceptan la pornografía. | Foto: 123RF

Con solo escribir la palabra “porno” en internet, los jóvenes hoy tienen a su disposición cualquer cantidad de videos. Y aunque verlo de manera ocasional no es malo, muchos estudios han llegado a la conclusión de que realizar esta actividad en exceso podría afectar el desempeño sexual.

La razón: el porno condiciona a los hombres jóvenes a vivir el sexo de una manera irreal. Gary Wilson, anatomista y fisiólogo, ganó fama por su libro y charla TED Your Brain on Porn. Según Wilson, el porno deja una impresión tan fuerte y duradera en el cerebro que usarlo de forma habitual para obtener placer hace que las neuronas asocien la excitación directamente con la pornografía.

Usarlo en exceso puede cambiar las vías neuronales del cerebro y causar adicción, cambios hormonales y hasta disfunción sexual

Esto implica un problema real porque cuando el muchacho experimenta un encuentro sexual real, no se excita suficientemente. Por eso, corre el riesgo de sentirse más inseguro respecto a cumplir las expectativas.

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Los autores de un estudio publicado en 2011 por la revista estadounidense Psychology Today confirmaron la tesis de Wilson. Para ellos, mucho estímulo pornográfico produce una sobreestimulación de dopamina en el cerebro.

“Con cada nueva emoción o ‘pico de dopamina’, el cerebro distorsiona su capacidad de responder a las señales del placer. Eso significa que una persona necesitará experiencias cada vez más extremas para excitarse”, explican.

Es un hecho que cada vez los niños tienen acceso a contenido sexual explícito desde más temprana edad

En pocas palabras, usarlo en exceso puede cambiar las vías neuronales del cerebro y causar adicción, cambios hormonales y hasta disfunción sexual.

Un trabajo realizado en Holanda, en 2016, concluyó que mientras que a principios de siglo solo el 2 por ciento de los pacientes con disfunción eréctil tenían menos de 40 años, la cifra aumentó a 25 por ciento en 2010.

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Si bien el exceso los altera a todos, sus consecuencias afectan sobre todo a los más jóvenes. Es un hecho que cada vez los niños tienen acceso a contenido sexual explícito desde más temprana edad. Y como rara vez alguien los educa sobre el tema, se enfrentan a esa ola de información prácticamente solos.

Un estudio publicado en International Journal of Developmental and Educational Phychology en 2018 evidenció el problema: 90 por ciento de los niños y 70 por ciento de las niñas, entre 13 y 14 años, aseguraron haber visto porno al menos una vez en el año. Y un 35 por ciento dijo haberlo visto “demasiadas veces como para contarlas”.

Para Claudia Gutiérrez, psicóloga y sexóloga de la Universidad Nacional, esta realidad se replica en todo el mundo. “Aunque las palabras, fotos y videos eróticos han existido desde siempre, internet los masificó de una forma sin precedentes”, explica.

90 por ciento de los niños y 70 por ciento de las niñas, entre 13 y 14 años, aseguraron haber visto porno al menos una vez en el año

Más allá de los expertos, los propios jóvenes ya hablan del tema. En internet, por ejemplo, existen movimientos y foros en línea en los que muchos cuentan sus experiencias de disfunción eréctil inducidas por la pornografía.

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Un ejemplo es la iniciativa NoFap, en la que decenas de hombres comparten su lucha por dejar de usarlo para excitarse. Reboot Nation, creada por el estadounidense Gabe Deem, ofrece otro ejemplo. Allí el joven relata no solo cómo no sentía placer al tener relaciones sexuales con mujeres que le gustaban: solo lo excitaba la pornografía.

La solución no es dejar el porno, sino hablar del tema. Pero muy pocos padres y médicos están dispuestos a hacerlo. Los estudios demuestran que hablar de ello tiene sus recompensas.

Los jóvenes deben entender que estos contenidos no reflejan la realidad, sino que existen solo para sobreestimular su excitación sexual.