ARQUEOLOGÍA
Colombia necesita más arqueólogos
En medio del debate sobre aumentar el número de programas de arqueología, los investigadores dedicados al tema buscan ampliar sus horizontes e incursionar en campos antes reservados a otras disciplinas.
Un personaje al estilo de Indiana Jones que se interna en los lugares más hostiles del mundo en busca de templos monumentales y tumbas llenas de tesoros. Esa es la imagen que muchas personas tienen de un arqueólogo, aunque, en la vida real, la ciencia que practica va mucho más allá de ese estereotipo creado en Hollywood.
De hecho, no es raro ver a los arqueólogos en laboratorios analizando objetos con microscopios o recreando modelos 3D con sofisticados programas de computación. Tampoco extraña que ellos monten sus campamentos en las ciudades de Inglaterra donde comenzó la Revolución Industrial o en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en busca de herramientas, balas y demás objetos que ayuden a comprender mejor esos momentos históricos.
La tradición arqueológica colombiana se remonta a 100 años atrás, cuando Konrad Theodor Preuss hizo las primeras excavaciones científicas en San Agustín. Desde ese momento comenzó un proceso de difusión y profesionalización de esta ciencia que ha dejado importantes trabajos como los realizados por Gerardo Reichel-Dolmatoff y su esposa Alicia Dussán en el Caribe y los Andes, Gonzalo Correal y Thomas van der Hammen en la región del Tequendama, Clemencia Plazas y Ana María Falchetti en el valle del río San Jorge, entre otros.
También en ese lapso los arqueólogos han realizado importantes descubrimientos como los vestigios más antiguos de cerámica en Suramérica en San Jacinto, Bolívar, los complejos sistemas de riego de la cultura zenú, y la Ciudad Perdida en la Sierra Nevada de Santa Marta. A su vez, han surgido instituciones y promulgado leyes para proteger el patrimonio arqueológico de Colombia.
Sin embargo, a pesar de esta tradición y de que la riqueza cultural no solo existe en los asentamientos prehispánicos sino en las haciendas y caminos coloniales, en los campos de batalla de las guerras civiles y en las ciudades, en el país solo existe una carrera de pregrado en arqueología creada en 2008. México, Perú y Brasil tienen 11, 7 y 6 respectivamente.
El hecho de que no haya más facultades se debe a un profundo debate sobre su independencia científica. José Luis Socarrás Pimienta, director del programa de arqueología de la Universidad Externado, lo resume así: “En Colombia hay una tradición disciplinar que ve la arqueología muy enraizada con la antropología y sus defensores consideran un sacrilegio separar ambos campos de estudio; ellos consideran que formar arqueólogos es preparar profesionales en excavación y nada más”.
Al debate también se suma una cierta desconfianza contra los profesionales que realizan arqueología de preservación en las obras de infraestructura y en los proyectos mineros. De acuerdo con la Ley 1185 de 2008, para que estos tengan luz verde deben contar con un plan de manejo arqueológico de las zonas a ser intervenidas. En este sentido “muchos colegas consideran que nosotros somos personas al servicio de las grandes mineras y que promovemos la destrucción y el saqueo del patrimonio arqueológico del país”, afirma Socarrás.
Sin embargo, Juan Manuel Díaz, coordinador de arqueología del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), explica que las excavaciones arqueológicas preventivas “no solo han servido para preservar ese patrimonio, sino que en algunos casos han generado nuevo conocimiento”.
Más allá de este debate, lo cierto es que esta ciencia se está expandiendo cada vez más en el país. La Universidad Externado ha incursionado en la arqueología de patrimonio sumergido, la Universidad Nacional ha llevado a cabo excavaciones en el campo de la Batalla de Boyacá y el Icanh está financiando investigaciones en la Amazonia, zona que no había sido prioritaria para los arqueólogos. Por eso los expertos hacen un llamado para que las universidades fortalezcan la investigación arqueológica y que el gobierno destine más recursos. Más aun en momentos en que, según Díaz, “la firma de un acuerdo de paz con las Farc podría permitir que investigadores ingresen a zonas ricas arqueológicamente, que antes estaban vedadas por cuestiones de orden público”.