VICKY EN SEMANA
Miguel Uribe recuerda a Diana Turbay: “Me pregunto qué sentiría mi mamá cuando la secuestraron y no me volvió a ver”
“Me pregunto qué sentiría mi mamá cuando la secuestraron y no me volvió a ver”, aseguró el hijo de la mujer que terminó asesinada por los narcotraficantes.
Miguel Uribe, excandidato a la Alcaldía de Bogotá, habló con Vicky en Semana. Durante un apartado de la entrevista, que tenía como propósito hablar de la controversia suscitada en el uribismo por la posibilidad de que sea él, y no la senadora María Fernanda Cabal, la cabeza de lista al Senado por el Centro Democrático en el año 2022, habló de su rol de padre. De paso, recordó a su madre, la abogada y periodista Diana Turbay, que fue asesinada por el narcotráfico el 25 de enero de 1991.
“No solamente cambio pañales, sino que me encanta cambiarle pañales a mi hijo. Parte de esta experiencia es poder disfrutar con mi bebé Alejandro. ¿Sabe qué pienso cada que estoy con mi bebé? Lo que sentía mi mamá conmigo. Y yo me desprendo de mi bebé horas, a veces días, y me enloquezco. Me pregunto qué sentiría mi mamá cuando la secuestraron y no me volvió a ver”, aseguró Miguel Uribe.
“Es muy difícil vivir sin mamá, es muy difícil crecer sin mamá. Lo triste también es que en Colombia muchos crecemos sin papá o sin mamá. Es una herida que no se va a poder curar y por lo menos pienso, siempre, que a mi hijo no le falta nada de lo que a me faltó. Es una forma de reparar. Nunca le va a faltar lo que a mi me faltó”, agregó.
De acuerdo con Miguel Uribe, su hijo tiene “tres hermanas que lo adoran” y por eso él siente que debe seguir trabajando en política colombiana para que no nazcan más niños sin padres o madres por cuenta de acciones violentas.
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Diana Turbay
En un desafortunado intento de rescate por parte del ejército, el 25 de enero de 1991, fue asesinada Diana Turbay, que se encontraba privada de su libertad desde el 30 de agosto de 1990, en una finca ubicada en Copacabana, Antioquia. Aunque todavía hay muchas cosas por aclarar sobre las circunstancias en que ella perdió la vida, la versión oficial dice que recibió un tiro por la espalda cuando, en un intento por huir de la Policía, ella y el camarógrafo Richard Becerra corrían por una zona boscosa custodiados por los secuestradores.
“Me hirieron, me mataron”, fueron las palabras que ella dijo momentos antes de que un helicóptero de la policía la recogiera para trasladarla al Hospital General de Medellín, en donde murió en la tarde de ese fatídico día. El asesinato conmocionó al país. Diana se sumaba a la larga lista de colombianos que entre 1989 y 1991 habían perdido la vida en medio de la guerra total que los narcotraficantes, encabezados por Pablo Escobar, le habían declarado al Estado colombiano.
Fue un periodo oscuro y doloroso en el que país nadó en la sangre de las víctimas de masacres y asesinatos, la violencia alcanzó picos inimaginables y la ciudadanía vivó amedrentada por las bombas. También fue una época en la que el periodismo andaba con una lápida a sus espaldas. Desenmascarar a los narcotraficantes, revelar la manera cómo sobornaban y corrompían a funcionarios del Estado era ganarse un tiquete al exilio o al más allá.
El secuestro de Diana Turbay y posterior asesinato ocurre en medio de un contexto en el que los narcotraficantes, que en esa época se hacían llamar Los Extraditables, presionaban para que el Estado colombiano derogara la extradición por vía administrativa, que un año atrás (el 18 de agosto de 1989) el presidente Virgilio Barco había firmado, la misma fecha en que asesinaron a Luis Carlos Galán. En los meses siguientes, Los Extraditables secuestraron a Maruja Pachón, esposa de Galán, y a Francisco Santos.
El calvario de Diana Turbay comenzó el 30 de agosto de 1990. Días antes había recibido la propuesta de entrevistar a ‘El Cura’ Pérez, entonces líder del ELN. Cómo lo indicó en su momento revista SEMANA, los presuntos contactos de este grupo guerrillero habían comenzado a inicios de 1990. “SEMANA ha podido establecer que, a comienzos del año, llegaron a la oficina de Diana en Hoy por Hoy dos personas, un hombre y una mujer, que se identificaron como pertenecientes a ese grupo subversivo. Le ofrecieron la posibilidad de establecer contacto con Manuel Pérez, el cura guerrillero, el número uno del movimiento. El viaje podía durar 15 o 20 días. Diana respondió negativamente: ‘No puedo ir a un viaje tan largo. Tengan en cuenta que soy mamá y esposa. Es difícil que yo vaya en esas condiciones’, les dijo en ese momento. Poco tiempo después tuvo la oportunidad de hablar con César Gaviria, entonces presidente electo, a quien le contó sobre esa primera conversación. ‘No me parece que deba ir’, le dijo Gaviria, tal vez pensando en la posibilidad de nuevos contactos, y ahí quedaron las cosas”, escribió un reporteo de la revista en la edición del 15 de octubre de 1990.
En julio, las mismas dos personas volvieron a acercarse a las oficinas de la revista Hoy por Hoy, de la que Diana era directora. En esta ocasión, los supuestos guerrilleros del ELN le dijeron que el viaje solo duraría cinco días. Ella aceptó y reunió un equipo conformado por Juan Vita, el editor de Hoy por Hoy, y Azucena Liévano, jefe de redacción del Noticiero Criptón, del que Diana era accionista. Los tres partieron en dos taxis a las 5:00 p. m. del 30 de agosto, acompañados del periodista Hero Buss y los camarógrafos Orlando Acevedo y Richard Becerra. Desde ese momento no se volvió a saber nada de ellos.
La confirmación de la desaparición de Diana y sus compañeros la reveló una semana después cuando El Nuevo Siglo tituló: “Desaparecida hija del expresidente Turbay.” Desde ese momento hasta finales de octubre el paradero de ella fue un misterio, y todos los representantes del Estado exigieron al ELN liberarla. Sin embargo, los organismos de seguridad empezaron a tener dudas y al pasar los días comenzó a barajarse la hipótesis de que los captores en realidad eran los narcotraficantes del Cartel de Medellín; según la revista SEMANA, Pablo Escobar “habría utilizado una célula del ELN para secuestrarla”. Una teoría que no era traída de los cabellos porque, de acuerdo “con informaciones recibidas por los organismos de seguridad, habría una alianza entre Pablo Escobar y algunas fracciones del ELN que le prestan servicios de seguridad”.
A inicios de octubre el ELN, por intermedio de miembros del secretariado de las FARC, aseguró no haber concertado una entrevista con Diana ni tenerla en su poder. Algunos no creyeron estas declaraciones y pensaron que todo era parte de un show de la agrupación guerrillera para sacar réditos políticos y mediáticos. Las dudas se despejaron el 30 de octubre cuando en un comunicado, Los Extraditables asumieron la responsabilidad.
Casi un mes después, comenzaron las liberaciones de los periodistas, el 26 de noviembre recuperó su libertad Juan Vita. Le siguieron: el alemán Hero Buss, el 12 de diciembre; Azucena Liévano, el 14 de diciembre; y Orlando Acevedo, el 18 de diciembre. Continuaron en cautiverio Diana y Becerra, pero aun así había un ambiente optimista. Muchos creían que esas liberaciones daban la seguridad de que a Diana no le iba suceder nada y que algún tipo de negociación entre Los Extraditables iba darse. También muchos creían que, teniendo en cuenta el accionar de Escobar, el Gobierno no intentaría hacer un rescate militar, ya que eso sería una sentencia de muerte para los dos secuestrados.
Durante los tres meses y medio del secuestro, Azucena se convirtió en compañera y confidente de Diana. Ella recuerda que antes de la retención su relación era netamente laboral. “Pero el secuestro me permitió conocerla más a fondo. Una persona con muchos sentimientos. Compartimos muchas cosas. Se convirtió en mi madre prácticamente en ese momento. En cada una de las circunstancias que vivimos, se volvió muy amiga y ese momento permitió conocer gran parte de nuestra vida y conocernos profundamente. A pesar de que fue una situación muy complicada, la vida me dio la oportunidad de conocerla desde otro punto de vista”, le dijo a SEMANA. El optimismo frente a una liberación de Diana acabó el 25 de enero con su asesinato.