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10 razones por las cuales la leche materna es perfecta y la teta es la reina
Es alimento, es consuelo, es vínculo, es puro amor líquido. Dar el pecho salva vidas, asegura la mejor nutrición para nuestros hijos y protege la salud de las madres. En honor a la Semana Mundial de la Lactancia Materna, acá hay 10 motivos para celebrar la teta.
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1. Es gratis
La verdad es que tomar la decisión de tener un hijo es costosa. Entre pañales, ropa, cunas, jardines, colegios y universidades, y todo lo demás, procrear es un acto que le pega duro al bolsillo. Si a eso se le suma el costo de las fórmulas de leche para bebés, la cosa se complica aún más. Por supuesto que hay casos en que estas salvan vidas, ayudan a madres que no logran lactancias exitosas, y sin duda es una bendición que la ciencia haya avanzado lo suficiente como para que existan. Pero no nos digamos mentiras. Dar teta es la opción más económica de todas. Lo que se necesita es que la mamá se cuide, se alimente bien y se hidrate mucho, y voilà, la leche está servida. Así a la administración Trump no le parezca tan chévere que la lactancia no promueva la industria farmacológica, la realidad es que el costo es cercano a cero.
2. Es inteligente
Aunque hay pocos estudios, los que se han hecho demuestran que la leche materna es inteligente. ¿Qué quiere decir eso? Pues que es capaz de adaptar sus propiedades y su composición para satisfacer las necesidades del bebé al momento de la toma. Sí, como acaban de leer. La teta funciona como una suerte de USB que al lograr contacto con la boca del bebé manda información al cerebro de la madre sobre el estado del infante. Así la leche que sale suple las necesidades del chiquitín, ya sean de refuerzo alimenticio durante los brotes de crecimiento, de defensas durante una gripa, o dosis más altas de hormonas que inducen al sueño tranquilo y placentero durante la noche. (Por eso es que la leche extraída no suele tener siempre el mismo color ni la misma contextura en cada extracción).
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3. Oxitocina
Es la hormona del amor. Es la hormona de la felicidad. Y es la que secretan tanto el bebé como la mamá durante el acto de amamantar. Es la que promueve el vínculo entre ambos y la que genera bienestar, serenidad y paz al momento de la lactancia. La oxitocina es la hormona que secretamos los humanos durante el orgasmo, es la que ayuda a que se dé el trabajo de parto, es la que nos permite sentir las mariposas en el estómago durante el enamoramiento. Es decir, es la droga natural que nos hace sentir extasiados y plenos.
4. Vínculo
Los bebés humanos nacen completamente indefensos y necesitan ser cuidados y protegidos todo el tiempo. Requieren de brazos, de apego. Durante la gestación en el vientre materno reciben todos los nutrientes por el cordón umbilical, pero cuando nacen comienza la etapa que muchos llaman la exogestación. El vínculo de supervivencia está en el pecho de la madre. Su alimento ideal es la leche materna. No solo por sus propiedades nutritivas, sino porque en el acto de amamantarse recibe el calor del contacto piel con piel que necesita para crecer y desarrollarse. El organismo del bebé no es capaz de regular su propia temperatura, entonces es en ese abrazo con la madre que logra conseguir el calor que necesita. Además, es allí donde nace y crece el vínculo emocional entre ambos. Más allá de las teorías del instinto materno, cuestionables en mi opinión, es a partir de ese apego que mamá y bebé aprenden a conocerse, a entenderse y a amarse.
5. Protege la salud del bebé
La leche materna es estéril por naturaleza. El empaque está protegido del aire, del agua y de la contaminación externa. Solo eso ya es un beneficio para el recién nacido. Un tetero, por más cuidados que se tengan, siempre correrá riesgo de contaminación, un hecho que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte durante la primera infancia. Ni hablar de las zonas donde el agua potable para consumo humano es escasa. “Está diseñada y creada para bebés, lo cual implica una fácil digestión y asimilación comparada con otros alimentos. También es perfecta porque ayuda a prevenir enfermedades por las inmunoglobulinas que contiene. Se compone de células vivas, proteínas, carbohidratos, ácidos grasos, aminoácidos, vitaminas y minerales como lactoferrina (componente de hierro), así como elementos bioactivos que ayudan en el crecimiento y desarrollo de los bebés, y que impactan de manera positiva en todo su sistema. Esto la hace el alimento superior”, me aseguró Valeria Calderón, educadora perinatal, prenatal y postnatal certificada y abogada con énfasis en salud sexual y reproductiva. Y les digo por experiencia, la teta ayuda a los chiquitines a superar virus y enfermedades con más facilidad, porque es una inyección de anticuerpos que protegen y potencian el sistema inmune del bebé. El cuerpo de la madre es capaz de apoyar, proteger y cuidar el cuerpo de su bebé a través de su leche.
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6. Protege la salud de la mamá
La lactancia no solo es beneficiosa para la salud del bebé, también protege el bienestar de la mamá. Está comprobado que dar teta mínimo seis meses e idealmente más de un año ayuda a proteger a la madre contra el cáncer de seno y el cáncer de ovario. También, que la oxitocina de la lactancia puede prevenir la depresión posparto en las madres recién paridas, o ayudar a que los síntomas sean más leves y se logre el vínculo emocional con el bebé. Cuando se consigue una lactancia exitosa la ganancia y el beneficio es para ambas partes.
7. Bebés más tranquilos
Es un hecho: nada calma tan rápido a un bebé o a un niño como la teta. Y seguro, habrá momentos, en especial durante los brotes de crecimiento, cuando el enano o la enana solo quieran estar pegados a la pocheca día y noche, y una como madre se sienta una vaca lechera y cuestione toda su existencia. Pero calma, tranquilas, esos momentos pasan y créanme que cuando el bebé tenga cólicos, gripa, o cualquier dolencia, agradecerán tener el superpoder de la teta. Por ejemplo, el año pasado a mi hijo lo operaron. Era una cirugía menor, no era grave, pero sí requirió anestesia general. Apenas salió de la sala de cirugía y la doctora lo autorizó, le di la teta y mi chiquito (bueno, ya tenía 2 años y 4 meses) se calmó de inmediato y logró dormir tres horas seguidas en la sala de recuperación. Eso aseguró un posoperatorio muy exitoso y yo agradecí cada segundo poder darle la calma y la paz que él necesitó en ese momento.
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8. Es el mejor somnífero
Como ya les conté, el acto de lactar logra generar paz y tranquilidad en el cuerpo del bebé y de la madre, por eso es también el mejor amigo a la hora de irse a dormir. Mucha gente critica a las mamás que dormimos a nuestros hijos con la teta. Es chistoso que lo hagan, porque además de ser un acto biológicamente diseñado para ese fin, ayuda al cuerpo de los bebés a lograr la relajación necesaria para dormir plácidamente. Además, hay estudios como el del doctor James McKenna de la Universidad de Notre Dame que aseguran que un bebé que recibe pecho durante la noche corre menos riesgo que sufrir lo que se conoce como muerte de cuna. Porque el cerebro de los bebés no está diseñado para dormir de largo toda la noche. Necesitan despertar para recordarles a sus organismos en desarrollo que respiren. Así se evitan las apneas.
9. Es muy práctica
Una pañalera, más allá de ser necesaria, es tremendamente engorrosa. Si además de todo hay que empacar teteros, fórmula y agua limpia… En cambio cuando una da la teta, la comida siempre va con una. No hay que preparar nada. Es cuestión de sacarla, enchufar a la criatura, y listo.
10. El popó es más bonito
Sí, ya sé qué cara pusieron al leer este subtítulo. Pero es verdad. Cuando uno tiene un bebé los temas escatológicos dejan de ser tabú. La realidad es que toca lidiar con mierda, vómito y orines todo el tiempo. Pero también es un hecho que mientras los bebés toman leche materna, que es el alimento que sus cuerpos saben procesar a la perfección, el popó es más agradable. No huele a nada, o mejor dicho, huele mucho menos que el popó de un bebé alimentado con fórmula. Y cuando hay que cambiar hasta 11 pañales al día, ¿quién no prefiere eso?
*Editora de SEMANA y autora de las novelas Un amor líquido y El cuaderno de Isabel (Grijalbo).