INTRODUCCIÓN
Las 100 empresas más grandes de Colombia (…y las 900 siguientes)
En un año de altibajos en la política y la economía, el petróleo fue el gran impulsor de los resultados empresariales. El país volvió por la senda del crecimiento, aunque este todavía luce débil. Por eso se requieren señales claras que consoliden los resultados.
El 2018 se convirtió en un año de recuperación para la economía colombiana. Después de los lánguidos resultados de los últimos años, cuando el crecimiento estuvo por debajo del 2 por ciento, el producto interno bruto subió 2,7 por ciento en 2018, según el Dane. Una noticia positiva, aunque no para cantar victoria, en medio de las turbulencias políticas, sociales y económicas.
En la misma línea estuvieron los resultados de las 1.000 empresas más grandes del país, que mide SEMANA con datos de la Superintendencia de Sociedades y otras entidades. Reportaron un aumento en sus ingresos del 11,5 por ciento, y de casi 50 por ciento en sus utilidades; nada mal para un año electoral en el que la inversión se vio frenada por casi tres trimestres, con una polarización exacerbada que generó incertidumbre y llevó a postergar decisiones.
Pero las cifras no alcanzan para celebrar todavía. El crecimiento sigue planteando un desafío enorme, y hacerlo por menos del 3 por ciento no sirve para reducir la pobreza y el desempleo. En el frente empresarial, buena parte del crecimiento en utilidades y ventas de 2018 se explica por el alza en los precios internacionales de productos básicos, en especial el petróleo.
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Los balances del año pasado muestran que cerca de 55 compañías de este sector que forman parte de las 1.000 más grandes de Colombia responden por el 15 por ciento de las ventas totales y por un tercio de las utilidades. Es decir, el grueso de los resultados depende, como siempre, de cómo le va al petróleo. Esto pone al país de nuevo en el dilema de qué otro sector, diferente al petróleo, puede impulsar la economía.
En términos generales, 80 por ciento de las 1.000 más grandes del país reportó utilidades, y 78 por ciento de ellas registró aumentos en las ventas. Además, 60 por ciento incrementó sus utilidades netas, aunque el restante 40 por ciento las disminuyó. Esto da una señal de que aún falta consolidar algunos temas.
Asimismo, es claro que a las grandes les fue mejor. Al analizar los resultados empresariales, se encontró que las pequeñas y medianas empresas están registrando más pérdidas. Eso indica que si bien hay una recuperación en marcha, todavía falta apuntalar muchos temas; especialmente aquellos tendientes a fortalecer a las pymes en asuntos de financiación, innovación y transformación digital, porque son las mayores generadoras de empleo.
Sin embargo, no se puede desconocer que sectores que venían con signo negativo empiezan a pasar hacia el lado positivo. Compañías industriales y de telecomunicaciones dejaron de dar las pérdidas y el año pasado mostraron un repunte. Las del sector de infraestructura pasan por un buen momento, en parte por la reactivación de los proyectos 4G y porque en la recta final del periodo de alcaldes y gobernadores las obras se han reactivado.
Pero otras áreas de la economía no levantan cabeza. Las firmas de construcción y agroindustria, que en años anteriores habían mostrado su fortaleza, en 2018 tuvieron cifras destempladas. Las ventas de las empresas del agro permanecen prácticamente estancadas e incluso disminuyen en términos reales, mientras las utilidades caen 58 por ciento. En construcción, la mayoría redujo sus ventas y sus utilidades. Tampoco son muy buenos los resultados de ciertas compañías del sector salud, en buena medida por la crisis que enfrentan unas de las más grandes.
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Otro tema es que las compañías más grandes siguen concentradas en las tres principales regiones: Bogotá, Antioquia y el occidente. Allí se encuentran alrededor del 78 por ciento de las empresas. Otras zonas del país como la Costa, Santanderes y el Eje tienen una participación mucho menor.
Esta disparidad en los resultados confirma que aún las señales sobre la economía son débiles. Tras la incertidumbre electoral y con la llegada de un nuevo Gobierno había expectativa de que la economía volvería a tomar tracción y se despejarían los nubarrones.
Pero las dificultades que ha tenido el Gobierno para lograr las coaliciones que le permitan sacar adelante sus principales proyectos, así como la polarización política, han terminado por afectar la confianza. Y sin confianza muchos indicadores sufren las consecuencias.
Las propias calificadoras de riesgo acaban de enviar señales encontradas sobre la perspectiva de la economía colombiana: Moody’s la subió y Fitch la puso negativa. Esto confirma que todavía están dando un compás de espera.
También el país económico está a la expectativa de las señales del Gobierno. De su fortaleza y buen rumbo dependerá que este año los agentes económicos confíen y aceleren de nuevo en crecimiento.