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Los billonarios planes de la nueva Enel Colombia
Tras superar las diferencias con el Grupo Energía Bogotá, que significó la fusión por absorción más grande del país, Enel avanza en un ambicioso plan de inversiones y en la visión de ser protagonista en la electrificación del sistema de transporte de la capital.
Una agria disputa entre Enel y el Grupo Energía Bogotá (GEB) había puesto en jaque a la, tal vez, más importante alianza público-privada de los últimos 25 años. Diferencias en materia de dividendos, desarrollo de nuevos proyectos –en especial, los renovables no convencionales– y hasta el manejo de las marcas desembocaron en tribunales de arbitramento. Y, sobre todo, en el enfriamiento de una relación que había convertido al GEB en una de las joyas de la corona de la capital y a Colombia como uno de los mejores destinos de inversión de la italiana Enel.
Sin embargo, el cambio de administración en el Distrito y la posibilidad de acercar a las partes para capitalizar nuevas iniciativas empezaron a distensionar el ambiente. En consecuencia, el año pasado se dio una de las movidas empresariales más importantes por su tamaño y por las repercusiones hacia el futuro.
“Logramos cerrar el acuerdo con el Grupo Energía Bogotá. Fue un año intenso de negociaciones, y, básicamente, lo que hicimos fue ponernos de acuerdo en la visión estratégica que queríamos para esta compañía. Definimos un horizonte de largo plazo, en el que compartimos el interés de ambos grupos por participar en el mercado de las energías renovables, por construir una megaciudad inteligente, como es Bogotá, con buses eléctricos, y fruto de esta visión compartida firmamos unos acuerdos”, explica Lucio Rubio, presidente de Enel Colombia.
Se incluyó el portafolio de energías renovables que estaba desarrollando Enel, se amplió el perímetro de operación, incluyendo tres países de Centroamérica –Panamá, Guatemala y Costa Rica– y se puso fin a las disputas en los tribunales de arbitramento. Quedaron claros los procesos de distribución de utilidades, se tendrán los mismos derechos políticos y económicos y habrá un régimen más simple.
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El año pasado, se llevó a cabo la parte legal con la convocatoria de asambleas extraordinarias y la presentación del expediente de fusión. La reorganización societaria fue aprobada ante la Superintendencia de Sociedades el primero de marzo de este año. Se trata de una empresa mucho más sólida y robusta, con una estructura financiera de mayor tamaño.
De hecho, como la califica Rubio, es la fusión más grande por absorción que se haya hecho en el país. “Los indicadores agregados que tenemos es de un patrimonio de casi 29 billones de pesos, una deuda cercana a los 6 billones de pesos, pero con un amplio margen para seguir creciendo en términos de necesidades de capital o deuda para poder abordar esta expansión. Es una empresa que va a manejar casi 4 millones de clientes y tendrá en el momento que nos hemos fusionado 4.100 megavatios de potencia instalada; sumamos a los 3.500 que tenemos en Colombia y 600 megavatios de Centroamérica. Lo más importante es la visión de esta nueva compañía, su potencial de crecimiento en estos mercados y en Bogotá”, agrega Rubio.
La composición accionaria quedó así: Enel Colombia –el Grupo Enel por medio de Enel Américas– con una participación del 53,345 por ciento, el GEB, con el 42,515 por ciento, y un grupo de minoritarios.
En medio de este nuevo panorama accionario, en 2021 la empresa capitalizó el creciente repunte de la demanda, que tuvo un incremento de casi el 5 por ciento en el país. Eso permitió que la compañía generará 15 por ciento más de ebitda frente al año anterior y unas utilidades cercanas a los 2,7 billones de pesos.
Como resultado, se aprobó una distribución de utilidades de 3,48 billones de pesos: el 90 por ciento de los 2,7 billones iniciales y casi otro billón de pesos adicionales de utilidades retenidas que tenía la empresa en su balance.
Para 2022, las expectativas de Rubio son positivas, dados los datos de crecimiento de la economía que se han venido entregando, como el del 12 por ciento en el mes de abril y las perspectivas a final de año de 6,5 por ciento. “Eso va muy acompañado de lo que es también la demanda nacional, donde estamos viendo que en estos primeros cinco meses del año está creciendo en un valor cercano al 6 por ciento”, dice Rubio.
En materia de inversión, la compañía aprobó para los años 2022, 2023 y 2024 recursos por 7 billones de pesos, de los cuales 3 billones van destinados al portafolio de energías renovables no convencionales. En este momento se están construyendo 1.000 megavatios de estas energías, y de aquí a 2025 habrá 1.500 megavatios nuevos.
Otros 3 billones de pesos serán para el desarrollo del Plan Bogotá 2030. Esto llevará a Enel a construir 30 nuevas subestaciones en los próximos ocho años a fin de avanzar en la capacidad de ampliar la transformación y construcción de estos activos.
El plan de subestaciones forma parte de la estrategia para aumentar la capacidad de transformación en Bogotá y Cundinamarca y, de este modo, atender el nivel de consumo al alza en diferentes sectores, por ejemplo, en el de transporte.
“Bogotá será una de las ciudades estrella en Latinoamérica en movilidad eléctrica. A finales de este año habrá 1.500 buses eléctricos rodando en la capital, y somos partícipes de los cuatro puntos iniciales de estaciones de recarga que se han creado”, destaca Rubio. Además, vienen otras obras en TransMilenio para la operación de 400 buses eléctricos adicionales y también se llevará energía a los patios de recarga. A esto se suma el avance del metro y el desarrollo del Regiotram y de los cables aéreos.
Se programa un billón de pesos adicionales en inversiones en estos tres próximos años para el portafolio de productos y servicios de Enel X, que se refiere a créditos al consumo, por medio de la alianza con Scotiabank, productos de seguros y alumbrado público.
Sin embargo, hay retos para el sector de energía y dificultades que se están reflejando, en particular, en el desarrollo de los proyectos de energías renovables no convencionales y, especialmente, en su transmisión.
“Todos nuestros proyectos tienen licencia ambiental. Creo que en lo que hay más problemas es en cómo esta energía que van a producir los proyectos se va a llevar a los distintos centros de consumo, y estamos hablando del sistema de transporte de energía”, advierte Rubio.
Uno de los casos es el proyecto Colectora, en La Guajira, por donde saldrán 1.500 megavatios de energía. “Si no se construye esta red, no van a poder evacuar esa energía. En el sistema de transporte, particularmente, estoy viendo dificultad. Pero no solo está ligado a los proyectos de energía renovable. En Bogotá tenemos un proyecto muy importante que se necesita hacer: la subestación Norte, que trae energía del centro y del oriente del país, que se conectará con la subestación de Nueva Esperanza, creando un nuevo nodo para proteger y garantizar el consumo en Bogotá. Ese proyecto está con retrasos importantes, y eso nos puede originar que todo el crecimiento industrial de la zona norte pueda sufrir retrasos en su conexión porque no hay capacidad de transporte en caso de que no se construya esta subestación”, señala Rubio.
En cuanto a las renovables no convencionales, también se está viendo un efecto global a causa de la pandemia. Para Rubio esta situación tiene una consecuencia: “Se frenó la producción masiva de todos estos equipos, y fruto de ese frenazo se están produciendo congestiones en la logística del transporte de todos estos equipos, que están originando retrasos e incremento de costos”.