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Juan Diego Alvira destapa el aterrador infierno del licor adulterado que ha matado a más de 27 personas: una víctima le contó así su drama. “Me caló hasta el alma”
Juan Diego Alvira se metió en las entrañas de la producción de licor legal y en buenas condiciones, pero también del ilegal. La falta de escrúpulos de algunos delincuentes terminan cambiándole la vida a decenas de personas que terminan consumiendo licor adulterado.
Un rato agradable con amigos, tomarse unos tragos, puede convertirse en la peor pesadilla de su vida. Juan Diego Alvira encontró relatos de personas que terminaron consumiendo licor adulterado y en una sola noche les cambió toda su existencia.
Las diferencias entre uno y otro muchas veces no son muy notorias, pero aprender a hacerlo parece ahora una tarea de supervivencia.
En esta época de diciembre, las autoridades han desplegado su capacidad para tratar de encontrar estos lugares clandestinos. Muchas veces son casas que sirven de fachada para instalar allí los destiladores, las máquinas de falsificación de marquillas y los elementos sólidos y líquidos que se utilizan para la producción ilegal de licor, entre ellos las botellas o los empaques de los licores ya consumidos para rellenarlos.
En las últimas horas la Fiscalía encontró, en un enorme operativo en Bogotá, 20 toneladas de insumos para esta producción ilegal, entre ellos alcohol, esencias y colorantes. Con estos elementos elaboraban lo que parecía ser whisky, vodka, aguardiente, ron y vino.
En el lugar, una vieja casa que funciona como fábrica clandestina, también encontraron un vehículo y 40 millones de pesos.
La historia se repite todos los años por esta época de fiestas y es difícil pensar que los delincuentes no son conscientes del daño que le pueden producir a una persona que consume sus creaciones. En Bogotá y Cundinamarca ya van 27 muertos y la cuenta tiende a aumentar, pues en los hospitales hay decenas de pacientes en las unidades de cuidados intensivos por esta misma causa. En total 38 personas se han intoxicado.
Juan Diego Alvira charló con Ricardo Arteaga, un odontólogo al que le tocó dejar de ejercer su profesión hace 27 años por culpa del licor adulterado. En aquel entonces celebraba su cumpleaños número 28, salió con sus amigos a celebrar y después de eso terminaron en otro bar donde le vendieron un ron que él consumió sin mayores prevenciones.
Ese día llegó a la casa bastante alicorado, se sentía muy mareado, pero como no era un consumidor frecuente de trago, pensó que eran sensaciones normales de una noche de copas. Sin embargo, en la noche empezó a sentirse muy mal y vomitó, fue quizás esto último lo que le salvó la vida. Al otro día, muy temprano, pidió asistencia, salió de casa sin poder casi caminar, lo llevaron al médico y justo antes de entrar a la clínica se desmayó: había entrado en paro.
Estuvo varios días en coma y las noticias para sus familiares y allegados no eran las mejores, pues decían que si sobrevivía, podía sufrir muchas secuelas. Cuando despertó del coma, abrió los ojos y todo seguía oscuro.
Inicialmente, los médicos le dijeron que las luces estaban apagadas, guardando la esperanza de que pudiera recuperar la visión con el paso de las horas. Sin embargo, no fue así y llegó la peor noticia: el alcohol que viajó por sus venas quemó el nervio óptico y el daño era irreversible, jamás volvería a ver.
Pero las malas noticia no pararon ahí. El alcohol también había quemado sus cuerdas bucales, también afectó la mielina de su sistema nervioso central, lo que implica que iba a perder control sobre sus movimientos voluntarios.
Los tratamientos dañaron los músculos de su lengua, así que además de que no tenía voz, tampoco podía gesticular y ni siquiera tenía control sobre su saliva. Sobrevivió, sí, pero a qué costo: cambió su vida para siempre.
Quienes están fabricando y vendiendo licor adulterado son unos asesinos, hablamos de más de 16 personas indefensas que han muerto por envenenamiento. No vamos a permitir que sigan delinquiendo, desde @CundinamarcaGob nos vamos a ir con toda sobre ellos.
— Nicolás García Bustos (@nicolasgarciab) December 10, 2022
Con el paso de los años y de muchas terapias, Ricardo hoy en día es capaz de caminar con algo de dificultad. Recuperó el habla, pero con una voz muy tenue y después de muchas demandas logró una pensión de invalidez con la que a duras penas subsiste. También depende mucho de la solidaridad de sus amigos, aquellos que dejó cuando trabajaba en el viejo seguro social como odontólogo.
De acuerdo con la legislación actual, una persona que sea sorprendida vendiendo licor adulterado se expone a una pena que va entre los 5 y 11 años de cárcel, multas que van hasta los 1.500 salarios mínimos (unos 1.500 millones de pesos) y se expone al cierre definitivo del negocio.
A pesar de que las sanciones pueden ser drásticas, la situación se sigue presentando. El gerente de la Empresa de Licores de Cundinamarca, Jorge Enrique Machuca, dijo extrañado que Colombia es uno de los únicos países del mundo donde existen este tipo de prácticas.