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Día Internacional de la Nutria: el renacer de una guerrera
El río Bogotá fue hogar de miles de nutrias neotropicales. Se trata de una especie que, por la contaminación y la escasez de peces, desapareció de la zona. Hacia 2028, cuando las plantas de Canoas y Salitre traten las descargas residuales, este mamífero muy seguramente regresará
Cuando apenas tenía cuatro años, una época en la que era un niño pequeño, delgado, curioso y con los cachetes rojos, Vidal González conoció por primera vez el nacimiento del río Bogotá, una laguna ancestral que fue sitio de pagamentos y rituales sagrados de los muiscas. El lugar, rodeado de frailejones, bromelias y quiches y ubicado en lo más alto del páramo de Guacheneque en Villapinzón, lo enamoró al instante.
“A esa corta edad, mi papá me encomendó la tarea de cuidar y sacar a pasear las ovejas que teníamos en la casa de bahareque, donde vivíamos con mis padres y 10 hermanos. Como a mí siempre me ha gustado caminar por el monte y perderme entre la naturaleza, nunca ví eso como una obligación”, recuerda este villapinzonense ya cercano a los 70 años y único guardabosque del páramo de Guacheneque.
En esos recorridos con más de 10 ovejas, Vidal conoció otros sitios mágicos cercanos al nacimiento del río Bogotá. “Después de que comían pasto, dejaba a las ovejas amarradas para irme a explorar por las zonas paramunas. En esos paseos conocí una cascada de aguas cristalinas incrustada en lo más denso del bosque alto andino, un paisaje que me enamoro”.
El Salto de la nutria, sitio cercano al nacimiento del río Bogotá, enamoró desde pequeño a Vidal González. Foto: Javier Tobar.
Los habitantes de las 17 veredas bautizaron al lugar de la cascada como el Salto de la nutria, un mamífero pequeño que por esos tiempos de antaño abundaba en la zona. “El verdadero nombre del río Bogotá es Funza, palabra chibcha que significa el gran varón. En esa época, sus aguas estaban llenas de peces capitanes y truchas, animales que hacen parte de la dieta de la nutria”.
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Luego de varias expediciones fallidas para conocer el mamífero, a Vidal le llegó un milagro de la naturaleza. “Yo estaba camuflado entre los matorrales. De repente, vi una nutria nadando en el pozo lleno de musgos y rocas naranjas que se forma luego de que el agua cae de una altura de 17 metros. Tuve el privilegio de ver cómo se comía a varias truchas con sus afilados dientes. Las sacaba con sus patas superiores y las devoraban en las orillas”.
Vidal, padre de 10 hijos y abuelo de 10 nietos, asegura que durante su adolescencia los habitantes de las zonas veredales de Villapinzón tenían un gran respeto por las aguas del Funza. Nadie se atrevía a meterse en la laguna de Guacheneque, donde nace el río, porque estaba protegida bajo un hechizo de protección de los muiscas.
Hace más de cuatro décadas, el Salto de la nutria en Villapinzón estaba llena de estos mamíferos carismáticos. Foto: Jhon Barros.
En los 11 kilómetros de trayecto del río entre el páramo y el casco urbano, la población pescaba y utilizaba sus aguas para darse chapuzones sin generar un mayor impacto. “Mi mamá me mandaba a pescar con anzuelo. Yo iba casi siempre el Salto de la nutria, un pozo con cuatro metros de hondo de donde sacaba truchas de hasta 50 centímetros de largo. También veía animales como nutrias, armadillos, ñeques, conejos, tigrillos, zorros, tinajos y venados”.
Para este hombre de cabello cenizo, aún con los cachetes pintados de rojo por el frío de la zona, su niñez y adolescencia fueron las mejores épocas de su vida. “El Funza nos unía a todos. Era un río muy caudaloso y totalmente cristalino, lo que nos permitía ver a las truchas, los peces capitán y a las nutrias, animales que hoy en día ya no se ven”.
La última vez que Vidal deleitó sus ojos con la presencia de estos animales fue a inicios de la década de los 80, es decir hace más de 40 años. “Los seres humanos somos los culpables. Hacia 1972, la gente empezó a asentarse en la ronda del río y se construyeron los primeros acueductos veredales. Esto causó que el caudal bajara y las aguas empezaran a recibir impactos de la agricultura y ganadería. Hasta pinos sembraron en la zona. Por eso, la nutria, el capitán de la sabana y la trucha, ya no hacen parte del paisaje”.
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En su niñez y adolescencia, Vidal González tuvo el privilegio de ver nutrias en el río Bogotá. Foto: Jhon Barros.
Solitaria y buena madre
Las nutrias que maravillaron a Vidal desde niño por las zonas boscosas de Villapinzón corresponden a una especie llamada Lontra longicaudis, comúnmente conocida como nutria neotropical, un mamífero que está en categoría de vulnerable a la extinción en todo el país.
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Es una de las 13 especies de nutrias que habitan en el planeta. Mide en promedio entre 53,2 a 80,9 centímetros de largo, con una cola que puede alcanzar los 50 centímetros. Su pelaje es corto y denso, de color café´ con tonos más claros en el vientre y la garganta. Cuenta con una cabeza pequeña y plana, hocico amplio, orejas cortas y redondeadas y ojos diminutos.
Tiene varias habilidades físicas, como cerrar sus fosas nasales mientras bucea y utilizar sus largos y abundantes bigotes para localizar sus presas. También utiliza la cola como un tipo de timón para nadar, y los machos son 25 por ciento más grandes que las hembras. Alcanzan un peso entre cinco y 14 kilogramos.
La nutria neotropical abunda en gran parte del territorio nacional. Sin embargo, está amanzada por la deforestación y contaminación de los ríos. Foto: Fernando Trujillo.
Es una especie nativa de América Latina, con presencia desde el noroccidente de México hasta el sur de Uruguay, Paraguay y norte de Argentina. En Colombia se distribuye en todas las regiones biogeográficas, en especial en los flancos de las cordilleras occidental, oriental y central, donde alcanza altitudes entre los 2.600 y 3.000 metros y zonas bajas en lugares cálidos y templados.
Las nutrias alcanzan a vivir hasta 20 años y construyen sus madrigueras en inmediaciones de los ríos. También utilizan cavidades naturales entre rocas, vegetación, bajo las raíces de los árboles, huecos realizados por otros animales o espacios artificiales como puentes o ductos de drenaje.
Las orillas de los ríos son sus sitios favoritos. Allí descansan, marcan el territorio, limpian sus pelajes marrones, crían a sus hijos juveniles y divisan a sus presas. Su presencia en un cuerpo de agua indica una buena calidad del ecosistema y pueden permanecer bajo la superficie hasta cinco minutos.
La nutria es un mamífero carismático que sufrió los impactos de la cacería en el siglo pasado. Foto: proyecto CAR-Omacha.
En cada camada puede tener entre una y cinco crías. Son madres sobreprotectoras que cuidan meticulosamente a sus hijos durante un año, tiempo en el cual les enseñan a nadar y cazar. Los amamantan los primeros tres o cuatro meses de vida. Es amante de la soledad y solo está en pareja en época de reproducción o cuando las hembras son madres.
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Son monógamas y el periodo de embarazo dura entre 60 y 70 días. “Cuando nacen, las crías permanecen hasta tres semanas en la madriguera, ya que aún no han abierto los ojos. Las nutrias madres siempre salen primero de su guarida para ver si hay depredadores cercanos. Las madrigueras tienen dos accesos: uno por el río y otro arriba hacia el suelo”, dice Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha.
Insignia en el río Bogotá
La cuenca del río Bogotá, territorio que abarca más de 589.000 hectáreas de 46 municipios de Cundinamarca y la capital del país, era uno de los principales hogares de la nutria neotropical. Cuando las aguas no fluían densas y cargadas de contaminantes, de ahí sacaba los peces para alimentarse.
Su distribución era tan amplia que hacía presencia en las tres cuencas del Bogotá: las zonas frías y paramunas de la parte alta, la sabana de la media y los sitios de clima cálido de la baja.
Cuando las aguas del río Bogotá eran cristalinas, la nutria era una de las especies que más abundaba por la zona. Foto: Jhon Barros.
“Efectivamente, la cuenca del río era habitada por nutrias. Inclusive los humedales de Bogotá eran refugio para estos mamíferos, como el tramo que fue fraccionado en los años 50 para construir la Autopista Norte. Hace 10 años apareció uno de estos animalitos atropellado, lo que podría indicar que aún sobrevive en la zona”, afirma Trujillo.
Las zonas más frías de la cuenca, como el nacimiento en el páramo de Guacheneque, también fueron terruños de las nutrias. Según Trujillo, esto se debe a que en 1945 fueron introducidas miles de truchas en varios criaderos y cuerpos hídricos. Además, el incremento de la temperatura en los páramos, hace que el mamífero logre consolidarse y adaptarse.
Adiós por la contaminación
Los ríos, quebradas, lagunas y demás cuerpos de agua de la cuenca del río Bogotá eran pobladas por las nutrias. Pero debido a la contaminación aportada por el ser humano, los peces, camarones y cangrejos desaparecieron, y con ellos la presencia del mamífero.
“Los vertimientos de las curtiembres, industrias y viviendas aniquilaron a casi todas las especies emblemáticas del río Bogotá. La trucha desplazó al pez capitán y al pez jabón, este último ya extinto, mientras que los químicos de los cultivos de papa y cebolla perturbaron aún más el recurso hídrico”, anota Trujillo.
La nutria neotropical de Cundinamarca está altamente amenazada por la contaminación de las fuentes hídricas. Foto: Fernando Trujillo.
Desde mediados del siglo XX, a raíz del incremento en la población de Bogotá, aparecieron las descargas más contaminantes, las zonas de ronda fueron invadidas y la mayoría de árboles fue talada para dar paso a desarrollos urbanísticos. Esta hecatombe causó que la nutria abandonara el territorio.
En los últimos 10 años, la nutria neotropical ha sido reportada en departamentos andinos como Cundinamarca, Quindío, Valle del Cauca y Tolima; además de la Amazonia, Orinoquia, Serranía de La Macarena, valle del río Magdalena, áreas de ciénagas entre Barranquilla y Santa Marta, la Sierra Nevada de Santa Marta y el centro y sur de La Guajira.
Según el Plan de Manejo para la conservación de la nutria neotropical, elaborado por Omacha y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) entre entre 2016 y 2017, en este departamento andino hay registros recientes de nutrias en los ríos Sumapaz, Magdalena y Negro, la laguna de Fúquene y posiblemente puede habitar en los Parques Nacionales Naturales Chingaza y Sumapaz.
“En 2016 se dio el reporte de nutria neotropical en los páramos de Mamapacha y Bijagu¨al en Boyacá, ubicados a más de 3.100 metros”, cita el documento.
En los últimos años, la Fundación Omacha ha visto nutrias cercanas a la desembocadura del río Bogotá. Foto: proyecto CAR/Omacha.
Sus verdugos
Según Omacha y la CAR, la palpable desaparición de las nutrias en la cuenca del río Bogotá y la baja presencia en Cundinamarca, se deben a amenazas directas como la cacería y uso de productos derivados; indirectas como la transformación, alteración y degradación de sus hábitats; y potenciales como el cambio climático.
Trujillo afirma que la cacería de las nutrias en Colombia fue impulsada a mediados del siglo pasado, a raíz del comercio internacional de pieles. “Esto diezmó fuertemente a las poblaciones de nutrias en el país, especialmente las de la nutria gigante del Putumayo, Amazonas y Meta”.
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La matanza de las nutrias tuvo su auge en lo años 40. “Mataron a miles y miles de nutrias en el Amazonas y Orinoco para vender sus pieles, época en la que había un mercado legal en Estados Unidos. El pelo de este mamífero tiene dos capas: una muy densa que no deja pasar el agua. En 1969 se prohibió la comercialización de las pieles”, anota el experto.
Las basuras y los vertimientos que recibe el río Bogotá desplazaron a las nutrias de su hábitat. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Aunque la cacería ha mermado en los últimos años, en Cundinamarca persisten casos puntuales sobre agresiones a las nutrias que ingresan a las producciones acuícolas a comer peces. La pesca masiva de especies como capaz, nicuro y bocachico, presentes en la desembocadura del río Bogotá en el Magdalena, también las ha impactado al no encontrar alimento.
La contaminación de las aguas del río Bogotá, hecatombe detonada principalmente por los más de ocho millones de habitantes de la capital y Soacha, hizo que las nutrias de la cuenca migraran hacia otros sitios para buscar alimento y refugio.
“La contaminación del agua por vertimientos agroindustriales y urbanos acaba con la disponibilidad de presas para las nutrias. En la Amazonia la contaminación por mercurio las tiene amenazadas. La deforestación en las zonas de ronda del río Bogotá también ha causado que la nutria ya no esté por esos sitios”, indicó Trujillo.
La nutria es una experta nadadora que también cuenta con varias habilidades para moverse en tierra. Foto: Fernando Trujillo.
Para el director científico de Omacha, otro gran impacto para la nutria es la captura para tenerla como mascota. “Algunas mueren de hambre, y las que logran sobrevivir las matan cuando crecen porque empiezan a comerse a las gallinas. Hemos tenido que rehabilitar a muchas en los últimos años, todas capturadas cuando eran cachorros”.
La mordida de una nutria es bastante agresiva. Trujillo, que lleva más de 20 años estudiando a estos mamíferos, ha sido testigo de sus mordiscos. “Además de que es bastante doloroso, la saliva de la nutria tiene algo que no deja coagular la sangre. Aún hay muchos vacíos de información sobre la nutria neotropical, tanto así que tenemos la teoría de que deben ser varias especies. Es muy raro que la misma habite en sitios tan diferentes como la costa Caribe, Pacífico, Amazonia, Orinoquia y la región Andina”.
Una cámara trampa captó a una nutria cerca a la desembocadura del río Bogotá en el municipio de Ricaurte. Foto: proyecto CAR/Omacha.
Luz de esperanza
El Plan de Manejo para la conservación de la nutria neotropical de la CAR y Omacha, tiene como propósito mantener o incrementar las poblaciones de este mamífero a través de un manejo participativo de los ecosistemas acuáticos en los próximos 10 años.
Una de las líneas del plan es poner en marcha proyectos de investigación y monitoreo en los ecosistemas donde hoy se distribuye la especie, como varios municipios de la cuenca baja del río Bogotá: Tena, San Antonio del Tequendama, El Colegio, Viotá, Anapoima, Apulo, Tocaima, Agua de Dios, Ricaurte y Girardot.
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El año pasado, varias cámaras trampa instaladas por Omacha captaron una imagen de resiliencia de la especie. Una nutria de un metro de largo fue registrada entrando a una madriguera y deambulando cerca al encuentro del río Bogotá con el Magdalena, a la altura del municipio de Ricaurte.
Si el río Bogotá es descontaminado, una de las primeras especies en aparecer será la nutria. Foto: proyecto CAR/Omacha.
Omacha y la CAR han recolectado más de 130 muestras de nutrias en por lo menos 250 kilómetros de la cuenca baja del río Magdalena, en sitios como Puerto Salgar, Guataquí, Ricaurte y Beltrán. “Este trabajo fue toda una sorpresa para la gente local. Cuando les mostramos las fotos de las nutrias, la comunidad nos decía llena de asombro que no tenía ni idea que aún sobrevivían, ya que solo las conocían en los cuentos de los abuelos”, dijo Trujillo.
En 2028, cuando se espera que las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Canoas y Salitre desinfecten y traten las descargas residuales e industriales de los habitantes de Bogotá y Soacha, las nutrias podrán regresar a habitar en la cuenca del río Bogotá, un sitio que la contaminación les arrebató.
“Claro que regresarán. Con una mejor calidad del agua en el río, las nutrias volverán a aparecer porque tendrán alimento. Si se descontamina el río Bogotá llegarán los peces y cangrejos; desde que haya comida, las nutrias estarán ahí. Así pasó en varios países de Europa, donde nutrias de otras especies aparecieron de nuevo. En Inglaterra, estos animales son emblemáticos y abundan en el río Támesis y en los canales”, cerciora Trujillo.
La nutria ya se ha dejado ver en el municipio de Ricaurte, sitio de la cuenca baja del río Bogotá. Foto: proyecto CAR/Omacha.
El experto asegura que a Colombia le ha faltado visión respecto a la conservación y cuidado de los ríos. “Un río limpio y con biodiversidad es un atractivo turístico enorme. Europa ha dado muestras de eso: recuperaron el Sena y el Támesis, y ahora la gente va y pesca en esos sitios. Tener a un mamífero acuático como la nutria en el río Bogotá, será toda una maravilla si se cumple con la descontaminación”.
La hoja de ruta para conservar a la escasa nutria en Cundinamarca también busca generar estrategias participativas para la mitigación de amenazas, diseñar actividades de educación ambiental y participación comunitaria, desarrollar mecanismos para la información y divulgación de la especie y generar escenarios de articulación entre instituciones gubernamentales, no gubernamentales y pobladores.
Trujillo puntualiza con un mito ancestral de las comunidades indígenas sobre el origen de las nutrias. “Cuentan que había una guerra a muerte entre las aves y los peces. Como los últimos estaban ganando, las aves deciden crear a la nutria, animal que se metió en la maloca de los peces para comérselos. Al final llegaron al acuerdo que la nutria se comiera a los peces enfermos y purificara a los demás. Algunos indígenas de la Amazonia la llaman el tigre del agua”.
El resurgir del río Bogotá también hará renacer a las nutrias en su cuenca. Foto: proyecto CAR/Omacha.
Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.