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El objeto que llegó a la Luna en 1969 ‘de la mano’ de un astronauta y regresó a la Tierra para quedarse
Los primeros pasos en la Luna también fueron primeros pasos para varias industrias, que encontraron en los viajes del hombre al espacio un deseo hecho negocio.
En 1969, cuando el mundo veía con sorpresa la transmisión de la llegada del hombre a la Luna, se pronunciaba también una de las oraciones más recordadas en la historia: “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad”, acuñada a Neil Armstrong cuando colocaba su pie izquierdo en la Luna.
Y quizá esa sí fue, efectivamente, una de las oraciones más premonitorias que se hayan dicho. Un ejemplo de ello es la industria relojera.
Swissinfo, el servicio internacional en línea de la Sociedad Suiza de Radiodifusión (SRG), señalaba en 2019 que “a la hora de seleccionar a los primeros astronautas, la Nasa todavía no había elegido el reloj”, citando al coleccionista Grégoire Rossier.
“Cada uno tenía el suyo [el reloj], y varios llevaban un Speedmaster”, un modelo producido desde 1957 por Omega.
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Al parecer, de acuerdo con ese portal, los astronautas “propusieron a sus jefes la idea de contar con un modelo único para todos. Uno que les permitiera realizar sus propias mediciones y paliar las deficiencias de otras tecnologías, si fuese necesario”.
De ahí que la Nasa decidiera someter en 1964 varios modelos de diferentes marcas a pruebas que les permitieran elegir la mejor para que los astronautas usaran en el espacio. Entre esas casas estaban Omega, precisamente, y Bulova.
De acuerdo con ‘Squire’, la casa Bulova presionó para ser seleccionada, argumentando ser de los Estados Unidos. Pero “de poco le sirvió”, señaló esa revista.
“Las pruebas sobre todo se centraron en los materiales y la resistencia a la presión, la humedad y los golpes. Para la aviación y para ir a la Luna era esencial que soportara bien las variaciones de la gravedad”, citó el medio.
Y según cita, el que no falló fue el Speedmaster de Omega. El medio cita a la conservadora adjunta del Museo Internacional de Relojería de La Chaux-de-Fonds, Nathalie Marielloni, para quien este hecho fue “una hazaña tecnológica”.
De ahí que en 1965 se volviera el reloj oficial, es decir, avalado, por la Nasa para los estadounidenses. “Flight Qualified By NASA For All Manned Space Missions”, dice de hecho el certificado.
Y el “famoso día de julio del 1969, el Speedmaster Moonwatch vio la Luna desde la muñeca de Buzz Aldrin”, reseña.
Desde ese momento, la industria relojera y la marca detrás de la hazaña, filial además del Grupo Swatch, no ha dejado de estar, de acuerdo con Swissinfo, “en la cresta de la ola de la historia espacial”.
Tampoco “ha convertido su Speedmaster en una vaca lechera”, asegura el coleccionista Grégoire Rossier. Ha salido al mercado con ediciones limitadas y piezas conmemorativas a lo largo de los años, por ejemplo. La marca comprendió que tenía un producto icónico, que debía usar de la manera más estratégica.
Así que no lo sacó del mercado, no abusó de él y no rechazó los avances tecnológicos; ese reloj ‘lunar’ sigue en el mercado: unos ejemplares con cuerda manual, tal y como “volaron” al espacio; otros modernizados.
En 2022, por ejemplo, Omega y Swatch presentaron el MoonSwatch, una suerte de evolución del clásico Speedmaster, también aprobado por la Nasa. Para algunos una pieza de colección, para otros una pieza actual, reavivó la historia de cómo llegó el primer reloj a la Luna.
A Colombia apenas llegó y solo se podrá encontrar este 29 de noviembre en la tienda Swatch de Andino, que además se renueva gracias a la intervención del arquitecto colombiano Diego Triana.
Este objeto tiene tal nivel de recordación que el astronauta Donald Pettit reparó su reloj a 418 kilómetros de la Tierra y con ello cambió el modelo de reparación y suministro en la Estación Espacial Internacional (EEI) de la Nasa.
Petitt, citado por el portal Wired, contó que “hace más de 20 años esta caja ventilada tuvo que despegarse para un inusual trabajo de reparación en campo, con repercusiones inesperadamente significativas”.
Es decir, reparó su reloj en el espacio luego de que este se cayó, desarmó y perdió piezas. “Llevaba un reloj bloqueado en un modo arcaico que mostraba la hora universal”, contó para el medio.
“Todas estas piezas flotan y acaban atascándose en los filtros. Hay que limpiar los filtros una vez a la semana, porque toda esta basura se acumula en ellos, y fue como, ‘¡Guau! ¡Encontré las piezas de mi reloj! Vamos a arreglarlo’”, indicó para Wired.
Para ese entonces, las reparaciones eran más reemplazar que, precisamente, reparar. “El transbordador espacial podía transportar 20 toneladas de suministros, y volaban cuatro transbordadores al año, por lo que no había problemas para conseguir piezas de repuesto. Así que tu ‘mecanismo de reparación’ no consistía en desmontar algo, sino en sustituir esas unidades”, aseguró.
Luego, en febrero de 2003, el Columbia se desintegró reingresando al planeta. Esto alargó la estancia de Pettit en la ISS. Pettit recordó que entonces a duras penas podían sostener su alimentación e hidratación, y que eso implicó cambiar cómo hacían las reparaciones también. Descargó instrucciones de reparación de relojes y demostró que se podían “hacer reparaciones finas estando en órbita”.
Así, usando su reloj de astronauta como ‘caballito de batalla’, Pettit cambió el modelo de suministro y reparaciones en la EEI. Y siguió marcando la historia de un ícono.
El siguiente paso será que los relojes den la hora en Marte, un proyecto de la Agencia Espacial Europea y la firma suiza Omega, que ya crearon un dispositivo capaz de dar la hora, tanto en la Tierra, como en Marte.
Este aparato fue sometido a intensas pruebas en el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial, con equipos de exploración de Marte.
La nueva joya de la compañía suiza fue denominada X-33 Marstimer y se ha indicado que será resistente a las condiciones espaciales, tanto así, que se planea que los astronautas que viajen por primera vez al planeta rojo lo porten en sus muñecas.
Se estima que el precio de este aparato ronde los 6.100 euros, sin impuestos, lo que en Colombia, al cambio de hoy, equivaldría a poco más de 26 millones de pesos.