Tauromaquia
Feria de Cali, cuarta tarde: toros de pantalla chica
Emilio de Justo salió a hombros tras cortar tres orejas en la primera corrida televisada desde Cali en veinte años. El colombiano Sebastián Ritter cortó una oreja y Antonio Ferrera fue abucheado. Los toros de Guachicono, con muchos pitones, pero con cuerpo y cara de niños.
Desde la Feria de Cali 1999-2000 no se tenían noticias de corridas televisadas desde Cañaveralejo para todo el mundo. En aquella ocasión, las diez corridas y la novillada fueron retransmitidas por la plataforma DirecTV con los comentarios del colombiano Santiago Pimentel, hermano del famoso futbolista Eduardo Pimentel, y muy recordado en estos días porque su nombre fue uno de los olvidados en la placa de mármol que se descubrió en el patio de cuadrillas en homenaje a los periodistas taurinos fallecidos.
Las últimas imágenes que Cali había exportado, principalmente a España, dieron cuenta de toros con volumen y trapío, dignos para plazas como Madrid o Pamplona, porque los ganaderos que hacían empresa en Cañaveralejo la posicionaron como el ruedo colombiano donde se lidiaba la cabeza de las camadas de las ganaderías nacionales. Sin duda, los toros más serios, de mayor respeto, que más miedo infundían a los toreros, eran los que se lidiaban en Cali. Eran los años del eslogan “Feria sin toros no es feria”.
Veinte años después, cuando la feria taurina de Cali es de apenas cinco tardes, volvió a televisarse una corrida desde Cañaveralejo. Esta vez, la imagen que España se llevó del toreo en Colombia fue muy distinta a la de entonces, y puede que la impresión no haya sido la más favorable para el país suramericano con mayor número de ganaderías y toreros de la historia.
Quienes, al otro lado del Atlántico y al filo de la medianoche, sintonizaron el Canal Toros de Movistar, vieron un paseíllo insólito, sin alguacilillos encabezando el paseíllo y sin picadores ni mulillas terminándolo, como si fuera en una plaza de pueblo y no en una de primerísima categoría como la de Cali. La razón, la lluvia que había caído minutos antes del festejo encharcando la arena. Por ende, las líneas concéntricas que trazan los terrenos del ruedo desaparecieron, y a nadie se le ocurrió que había que volverlas a trazar con cal.
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Aunque ese detalle debió pasar desapercibido, lo que no pasó por alto fue la presentación de los toros de Guachicono que volvieron para ser lidiados en el ruedo de Cañaveralejo, tras dos temporadas ausentes. Los tres primeros que salieron al ruedo tenían muchos pitones pero poco cuerpo. Fue tan evidente que muchas voces se levantaron de los tendidos para calificarlos de “novillos”. Dos décadas atrás, ninguno habría asomado por la ‘puerta de los sustos’, pues habrían sido rechazados en el reconocimiento, o provocado un escándalo de proporciones si llegaban a superarlo.
Con los lentes de las cámaras de televisión y la mirada escrutadora de la exigente afición española encima, los tres matadores del cartel sabían que debían “actuar” como si se estuvieran jugando el pellejo en Las Ventas de Madrid o la Maestranza de Sevilla. Nada de concesiones a la galería, sacrificando la fórmula de un triunfo fácil en Cañaveralejo, como es la habitual.
Por eso, Antonio Ferrera, que sustituyó al anunciado y esperado Morante de la Puebla, recurrió a su faceta de maestro en lugar de la del huracán que había arrasado en Cañaveralejo el día anterior, cuando fue el primero en pedir música, toreó de rodillas, y hasta aceptó gustoso volver a poner las banderillas, suerte de la que fue especialista consumado, pero que hace varias temporadas excluyó de su repertorio. Esta vez ordenó callar a la banda de música, no pegó molinetes ni pases de pecho de rodillas, e hizo enfadar al público que le exigía las banderillas. Por eso, y no por lo que hizo ante un deslucido lote de Guachicono, salió de la plaza acompañado de abucheos.
Emilio de Justo, en cambio, se marchó a hombros con tres orejas. Ratificó en Cali su condición de primerísima figura del toreo ante dos Guachicono que fueron aplaudidos en el arrastre. Al primero de su lote (segundo de la tarde) lo toreó exclusivamente por naturales con la mano izquierda, “la de los billetes” como dicen en los toros para advertir que por ahí es donde los toreros se hacen millonarios. Una oreja a pesar del estoconazo de la tarde, y probablemente la mejor que se ha visto en lo que va de feria.
De Justo elevó a la cúspide su tarde con el quinto, un burraco mejor presentado que el resto de sus compañeros de vacada, con el que el español estuvo a nivel de Champions League. Dos orejas a pesar de un pinchazo, pero que fueron el justo reconocimiento a un torero que en Cañaveralejo hizo recordar la tauromaquia de un legendario José Miguel Arroyo ‘Joselito’, dos veces ganador del Señor de los Cristales -la escultura de Pepe Puente que se llevaba el triunfador de la feria-, porque hasta toreó por naturales con la derecha, como patentó el maestro madrileño.
Sebastián Ritter (Medellín, 29 años), el colombiano de la terna, no podía dilapidar la oportunidad de que lo vieran en España, donde lleva años radicado buscando toros. Este año solo dos corridas para ubicarse en el puesto 93 del escalafón. Poco bagaje, pero como están las cosas, muy amplio para un torero colombiano.
Ritter no la desperdició, y aunque puso todo para salir a hombros con Emilio de Justo, un pinchazo con la espada en el sexto le privó del triunfal paseo en volandas camino de la puerta grande. Había conseguido una oreja en el tercero, con el que su toreo rayó a nivel de élite, quietud y valor que lo llevaron a terminar encunado entre los pavorosos pitones del terciado animal, después de haber instrumentado series de toreo fundamental muy a su estilo, firmeza en las zapatillas y cortas distancias. El antioqueño - junto con Paco Mena, los únicos colombianos en tomar la alternativa en Las Ventas de Madrid- se fue con la cara alta y las ovaciones del público, que en el tendido de sol advertían, sobre el torero paisa, que puede ser el gallo de Colombia para enfrentar a los gallos del resto del mundo, llámese como se llame.
La próxima corrida televisada será la del 30 de diciembre, en la que los toros españoles de Victorino Martín desbordan las expectativas. Una nueva oportunidad para que Cali muestre al mundo que en su plaza el toreo es máxima categoría, que allí el paseíllo se hace con alguaciles y picadores, y que los toros que se lidian en su plaza parecen “hombres” y no tienen cara y cuerpo de “niños”. Porque los de Guachicono que fueron televisados este 28 de diciembre eran más para pantalla chica que para pantalla gigante. Habrá que decir a los aficionados españoles que Cali está lejos de ser lo que vieron, porque en Cañaveralejo llegaron a lidiarse toros para Pamplona, y muchos de ellos llevaron la divisa de Guachicono. Eso sí, el toreo que vieron en televisión no es el que ha emocionado a los caleños, el de los alardes y desplantes, y las estocadas al primer intento. Eso lo dejaron de lado los toreros y sus cuadrillas, los únicos que estuvieron a la altura en la cita con la pantalla chica, pues de verdad que actuaron como si en Madrid o Sevilla se tratara.
Cuarta tarde
Cali, plaza de toros de Cañaveralejo
28 de diciembre de 2021
Toros de Guachicono
Antonio Ferrera: silencio y pitos
Emilio de Justo: oreja y dos orejas
Sebastián Ritter: oreja y silencio