TAUROMAQUIA
Feria de Manizales, primera corrida: Dosgutiérrez sin casta, dos toreros con casta
El público de Manizales silbó en el arrastre a cuatro de los seis toros del encierro que envió el ganadero Jorge Gutiérrez y aplaudió a rabiar a Rubén Pinar (una oreja) y Juan Sebastián Hernández (una oreja), que con amor propio salvaron el festejo. Manuel Escribano, el que más sufrió.
Los españoles Manuel Escribano y Rubén Pinar son toreros curtidos en matar “corridas duras”, como los matadores y profesionales llaman a los toros que provocan más de un apuro. Cruzaron el Atlántico y llegaron a Manizales sin saber el trago amargo que iban a pasar con un encierro de Dosgutiérrez, que entre las ganaderías colombianas podría ser un hueso duro de roer. Por eso, las sonrisas con las que llegaron al patio de cuadrillas de la plaza de toros de la capital caldense pronto se transformaron. Boca seca y cara de pocos amigos.
A Escribano fue al primero que le cambió la expresión del rostro. Se tiró de rodillas para saludar con dos largas cambiadas con el capote al primero de la tarde, Intrépido (número 8, 476 Kilos) y hasta remató el saludo de capote mirando al tendido y repartiendo sonrisas. Hasta que en el quite tras el castigo en varas, el toro de Dosgutiérrez lo levantó varios metros por los aires, y en el suelo estuvo a punto de partirle la piel. Puso banderillas, siendo el único tercio en el que alcanzó cierto lucimiento, pues hasta cinco veces se asomó al balcón de la encornadura del animal, una de ellas en falso. Con la muleta intentó faena, pero el toro nunca regaló una embestida con nobleza, principal condición de un auténtico toro bravo. El debutante sevillano quedó inédito, mientras el toro fue arrastrado bajo la primera bronca de la tarde.
Escribano se llevó el peor lote porque el cuarto de la corrida, Clandestino (número 1, 522 Kilos), no tuvo un pase, salvo ese arranque al galope que sirvió para que el torero entusiasmara a los casi diez mil espectadores con un pase cambiado por la espalda. Fue lo único porque el toro, serio de presencia como todos los que salieron a la arena gris del ruedo de Manizales, se resistió a volver a embestir.
El sorteo fue benévolo con el debutante Rubén Pinar porque el segundo de la tarde, Jaranerillo (número 3, 490 Kilos), fue el mejor del encierro. O mejor, el único bravo. Pinar levantó al público de sus asientos en series de muletazos que en su mayoría culminó agarrado de los costillares del animal. Dio una vuelta al ruedo sin orejas porque falló tres veces con la espada, antes de dejar en el ‘hoyo de las agujas’ una estocada que rayó a la perfección.
El quinto, Zaragatero (número 291, 516 Kilos), no tenía una sola embestida de triunfo, pero el torero albaceteño sacó su manual de tauromaquia para engañarlo y hacer que persiguiera su muleta. No fue faena de arte, sino un duelo en el que el torero se vistió de gladiador. Rubén Pinar hizo delirar al público, que alcanzó su clímax cuando el torero, en un alarde con rodilla en tierra, agarró con la mano uno de los pitones del toro. La certera estocada, esta vez cobrada al primer intento, provocó el primer boleo de ponchos en los tendidos, que no pararon de revolear hasta que el presidente sacó el pañuelo blanco de la oreja.
Juan Sebastián Hernández, matador de toros de Sogamoso, la ciudad del sol y del acero, regresó a Manizales para torear su tercera corrida en tres años de alternativa. Sucumbió ante Violinista (número 6, 530 Kilos), tercero de la tarde, un toro que parecía un mastodonte, sin hechuras para embestir. Pero lo que no se esperaba es que ese grandullón que asustaba con su sola presencia, llevara dentro el comportamiento propio de un buey de arado, que lo único que le faltó fue salir con una campana en el ruedo. ¿Qué podía hacer un matador que apenas hacía el tercer paseíllo de su carrera? Pasó muchas fatigas para matarlo por lo que escuchó un aviso.
Cuencanito (número 293, 494 Kilos), el último de la soporífera tarde, alcanzó a salvarse de la hoguera, aunque su bravura no fue para echar cohetes al cielo, que a esas alturas ya se había encapotado. Hernández, por su lógica falta de oficio, estaba condenado al fracaso. Pero el torero boyacense radicado en Manizales, se impuso gracias a su casta, precisamente la que le faltó al encierro. Fue un milagro que un torero con tan poco rodaje le robara los muletazos suficientes para que el público tuviera motivos para brindar, en una tarde plagada de tragos amargos. El torero desbordó su entrega en la suerte suprema con un espadazo que hizo rodar al toro sin puntilla. Hernández paseó una oreja bajo la lluvia, que en la vuelta al ruedo le supo a gloria.
Primera corrida
Plaza de toros de Manizales, 4 de enero de 2022
Toros de Dosgutiérrez (1° y 6° aplaudidos; 2°, 3°, 4° y 5°, silbados en el arrastre por su mansedumbre).
Manuel Escribano: silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Rubén Pinar: vuelta al ruedo y una oreja.
Juan Sebastián Hernández: silencio y una oreja.