IMPACTO

Quién es la mujer que vivió dos años en un árbol para que no lo talaran

Varios activistas han vivido en árboles como símbolo de protesta, pero Julia Hill parece ser la que más duró en uno de ellos. Lo hizo para salvar una secuoya milenaria en el norte de California. Esta es su historia.

Alianza BBC
17 de agosto de 2020
Foto: Julia Butterfly Hill | Foto: Julia Butterfly Hill

¿Qué haría para evitar que un majestuoso árbol de 1.500 años fuera víctima de las sierras de una maderera?

¿Arriesgaría su vida, habitando un espacio en las alturas no más grande que una cama sencilla, a la intemperie, pasando frío, hambre, dolor y aislamiento? ¿Cuánto aguantaría?

Pues Julia Butterfly Hill, una activista medioambiental, vivió en la cima de una milenaria secuoya en el norte de California durante 738 días para evitar que la talaran.

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Sólo aceptó ponerle fin a su increíble protesta y bajar del árbol después de ganar su batalla para protegerla, así como el área que lo rodeaba. Varios activistas han ocupado árboles, pero se cree que la protesta de Julia es la que más ha durado.

"Creo que a quien quiera talar un árbol de estos debería ordenársele vivir en él durante dos años", dijo al programa Witness del Servicio Mundial de la BBC sobre su hazaña.

"Bellos y sagrados"

Una mujer abraza el tronco de un enorme secuoya en el Parque Nacional Secuoya, California

Las secuoyas son árboles monumentales. Foto: Getty images

Las secuoyas son árboles monumentales, oriundos de California, Estados Unidos.

Pueden crecer hasta alcanzar los 75 metros de altura, tener troncos de nueve metros de diámetro y vivir miles de años.

"Cuando llegué a California por primera vez y entré en el primer bosque ancestral, quedé muy conmovida e impactada por lo bellos y sagrados que son y se sienten", comentó Julia a la BBC.

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Desafortunadamente, desde la colonización del territorio californiano por culturas occidentales, la continua tala de este recurso natural diezmó los bosques.

"Al inicio de mi activismo, tomé conciencia de que el 97 por ciento de los bosques de estas secuoyas milenarias ya se había destruido", explicó.

Aserradores a finales del siglo XIX trabajando en una de las madederas en California

A lo largo de los siglos, la industria maderera en California ha arrasado con los bosques de secuoyas. Foto: Getty images

En California se inició una forma de protesta a finales de los 70 conocida como la ocupación de árboles (tree sitting, en inglés), viviendo en ellos para protegerlos de la tala.

Julia Hill, a quien apodaron Butterfly (Mariposa) a los siete años, había estado viviendo con unos activistas del medioambiente en el condado de Humboldt, en el norte de California.

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El grupo estaba enfrentado a una empresa maderera que talaba las secuoyas de la región.

Necesitaban a alguien que ocupara un árbol para atraer atención a la causa.

Julia se ofreció voluntaria, pensando en que sólo tendría que estar subida al árbol unas dos semanas, tal vez un mes.

La complicada vida en un árbol

Julia Butterfly Hill en su refugio arriba de un secuoya

El refugio de Julia consistía de una plataforma de dos metros por uno y medio, cubierto de una lona de plástico. Foto: Getty images

El 10 de diciembre de 1997, trepó a un árbol de 55 metros de altura al cual le dio el nombre de Luna. Ahí fue cuando se dio cuenta en qué se había metido.

"Estás atada a una soga de escalar, usas tus manos y pies para lentamente ir subiendo al árbol. A unos 25 metros de altura, cometí el error de mirar hacia abajo. Entré en pánico y me paralicé. Cuando abrí lo ojos otra vez, mantuve la vista fija en Luna a medida que subía".

Sin embargo, el entorno también le tenía reservadas sorpresas agradables.

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"El olor en el bosque es extraordinario. El aire es tan dulce que realmente lo puedes saborear", describió.

El hogar de Julia en el árbol era una plataforma de dos metros por uno y medio. Más o menos del tamaño de una cama sencilla.

Después de pasar un año subido a ella, pudo armar una segunda plataforma. Se protegía bajo una lona de plástico, su cama se reducía a un saco de dormir y le subían la comida con un lazo.

Julia Butterfly Hill hablando por un teléfono celular dentro de su refugio en el árbol

Julia se comunicaba con los medios por medio de un teléfono celular cargado con energía solar. Foto: Getty images

Durante ese tiempo tuvo contacto humano, daba entrevistas a los medios a través de un teléfono que funcionaba con energía solar. Pero cuando llegó el momento de enfrentar el mal tiempo, estuvo completamente sola.

"Había mucha humedad y frío. Aún con la lona de plástico que me servía de techo y paredes, hasta la niebla penetraba y la lluvia encontraba pequeños agujeros por donde gotear desde las ramas a la plataforma", relató

Tuvo que soportar tormentas con vientos de hasta 150 kilómetros por hora, lluvia congelada, granizo y finalmente nieve que destruyeron su refugio, con lo que quedó completamente expuesta a la intemperie.

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Las condiciones meteorológicas fueron tan intensas que sufrió congelamiento severo porque no podía secarse ni calentarse durante semanas.

"Soportar el peor invierno registrado en la historia a 18 pisos de altura, en una pequeña plataforma en el cielo, me desafió en todos los aspectos. Mi deseo de sentir calor y secarme, el miedo a morir. Fue llevada al borde de todos los posibles temores que tenía. Y fue a través de esa experiencia que evolucioné como un ser humano", afirmó.

Oposición, dudas y nuevo aliento

La empresa maderera Pacific Lumber Company

La empresa maderera hizo todo lo posible para obligar a Julia a bajar del árbol. Foto: Getty images

Pero no todos estaban igualmente impresionados. Debido a que realizaba un acto de desobediencia civil -pues estaba en territorio que alguien reclamaba que le pertenecía- se había ganado el disgusto de la empresa maderera.

Estaba determinada a sobrevivir, aunque había algunas personas con igual determinación para obligarla a bajar.

"Intentaron varias formas de forzarme a bajar: desde cortar mis suministros y alimentos, dejarme con hambre, hasta sonar bocinas a alto volumen durante toda la noche y el día, durante muchos días, para que no pudiera dormir".

Hubo momentos de duda en que casi se da por vencida. "Soy un ser humano. Hubo momentos en los que dije ‘no aguanto más‘. Momentos en los que me enrosqué en la posición fetal a llorar, ‘no puedo más, ni un minuto más‘", confesó, pero algo siempre pasaba que el daba nuevo aliento.

"Ya fuera una respuesta de la naturaleza, o alguien llegando inesperadamente con algún tipo de obsequio, o un oso que pasaba por el bosque comiendo bayas -es increíble ver un animal así de grande-. Hubo pequeños incidentes como esos, en momentos en que ya no podía más algo ocurría que me decía puedes aguantar. Un respiro más, un momento más".

Julia arriba de un secuoya con el panorama de un bosque atrás

A pesar de soportar momentos difíciles, la naturaleza le brindó espectáculos maravillosos. Foto: Getty Images

Con el tiempo algunas cosas de la vida en un árbol se volvieron más fáciles, otras más difíciles.

"Después de las tormentas recolectaba ramas y las tejía con los trozos de lona destrozados y mi techo se convirtió en algo parecido a un cesto de ramas, plástico y cinta adhesiva".

Constantemente tuvo que rehacer su refugio porque el mal tiempo se lo llevaba cada tanto. Aun así persistió. "No bajé porque había dado mi palabra que no lo haría antes de hacer todo lo que pudiera", aseguró.

Victoria

La impresionante protesta de dos años de Julia atrajo la atención a lo largo de todo Estados Unidos y más allá. Le dedicaron varias canciones.

El 18 de diciembre de 1999, la protesta de Julia finalmente terminó. Se había llegado a un acuerdo con la compañía maderera.

Julia y los otros activistas habían logrado recaudar 50.000 dólares y efectivamente pagaron a la maderera para rescatar el árbol y un área aledaña de unos 12.000 metros cuadrados.

Las cámaras captaron el momento dramático cuando la defensora del medio ambiente descendió en lágrimas.

"Fue una sensación extraordinaria cuando toqué tierra por primera vez. La gente pensó que había caído al suelo porque mis músculos no eran lo suficientemente fuertes. Pero, en realidad, caí al suelo porque las emociones, la energía y todas las sensaciones eran tan profundas que no me podía mantener en pie".

Activismo continuo

Julia Butterfly Hill está convencida de las repercusiones de su acción en la protección de uno de los tesoros naturales de California y el mundo.

Julia es esposada por la policía durante una protesta en Ilinois en 2001

Después de bajar del árbol, Julia continuó con sus protestas ecologistas que resultaron en arrestos. Foto: Getty images

"Como nada sucede en un vacío, es científicamente imposible no tener algún impacto", aseguró a la BBC.

Un año después de que Julia bajara de Luna, la secuoya fue atacada por un vándalo, quien le hizo al tronco un corte de 80 centímetros de profundidad con una sierra.

Tras una intervención delicada de especialistas que lograron estabilizar el árbol, este sigue en pie, así como los demás que lo rodean. Y a Julia le queda la inigualable experiencia de haber vivido en él durante casi dos años.

"Hubo tantos momentos profundos y bellos", recuerda. "Uno de ellos fue cuando la niebla cubrió el valle completamente. Me desperté temprano en la mañana y vi que nada más estaba yo por encima de la niebla y a medida que salía el sol la niebla se convirtió en una laguna de color dorado, rosado, naranja, azul clarísimo. Una laguna arcoíris".

No obstante, su activismo no terminó con esas impactantes imágenes.

Julia Butterfly Hill cofundó la Circle of Life Foundation (Fundación Círculo de la Vida), que aboga por la transformación de las interacciones humanas con la naturaleza. De su experiencia ocupando árboles escribió el libro El legado de Luna: la historia de un árbol, una mujer y la lucha para salvar los secuoyas.

Julia Butterfly Hill ocupa un árbol en protesta contra el desalojo de agricultores de sus tierras en el área metropolitana de Los Ángeles

En 2006, Julia Butterfly Hill ocupó un árbol en protesta contra el desalojo de agricultores de sus tierras en el área metropolitana de Los Ángeles Foto: Getty images

En 2002, Hill fue deportada de Ecuador, donde había participado en una protesta contra los planes de la petrolera Occidental de construir un oleoducto que atravesaría territorios indígenas.

Su trabajo en defensa del medioambiente y de los pequeños agricultores continúa, dando charlas, participando en simposios y dictando talleres.